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Es lo último desde el lado “luterano” sueco: proponen que sus “clérigos", es decir, sus funcionarios del Estado, que es lo que son -la iglesia luterana es absolutamente estatal o el Estado es absolutamente confesional, como gusten ustedes; y lo mismo pasa con “los anglicanos” en el Reino Unido: “Dios salve a la Reina", que es su cabeza en la tierra-, ya no usen el “género masculino” para referirse a Dios: ni “Él” ni “Señor", no vaya a ser que se les encoraginen las señoras. Señoras que llevan 500 años sin una sola queja, por cierto: y tiempo han tenido más que de sobra para quejarse, la verdad.
Bueno pues eso: “dios” pasa a ser un término que ni se sabe. [Lo pongo con minúscula con toda intención: por respeto a mi Padre Dios, que conste]. Algo así como “hermafrodita", que reúne los dos sexos: vamos “un caracol", para entendernos. Y para referirse a “jesús” -lo pongo también con minúscula por lo mismo- van a usar “Hermano y Hermana", o así. Como lo oyen.
Les aclaro, por si alguien cree que estoy de coña, que no soy el que se ha vuelto loco: lo prometo. Que son ell@s, “l iglesi luteran suec” en su conjunto y desde su cabeza. Lund incluido, y con los besitos correspondientes. Lo he escrito así de intento, “l iglesi luteran suec", para que cada uno ponga la terminación que mejor le parezca, que yo ahí no quiero inmiscuirme. Palabrita.
Es lo último…, por ahora. Porque la imaginación -podrida, claro- que derrocha el personal cuando no quiere aceptar lo que viene de Dios, no tiene límites. Quod est demonstrandum! Así que, a partir de aquí, todas las puertas están abiertas, con “propuestas y soluciones” a nivel de Mortadelo y Filemón, o de Otilio, o de los inventos del TBO.
Es lo mismo que estamos viendo, ya en la cercanías de la Iglesia -me he resistido a poner “en el seno de", también por respeto a la Iglesia Católica-, con la última que han puesto en circulación los del “grupillo de amiguetes de francachelas periodísticas de san Antón, Pro Papa Francisco".
Allí, ayer sin ir más lejos, un ex sj, por apellido Castillo, se marcaba la siguiente mamarrachada -por usar un término que no ofenda (supongo) los ojos de unas pocas lectoras (dos, en concreto), que luego me lo afean públicamente-: “que la indisolubilidad del Matrimonio Católico [o no], no era de Fe divina ni de Fe católica". Tal cual.
Y esto dicho dentro de una parroquia oficial y legalmente católica, sin que al párroco -que estaba presente y es el “paganini” de todo el tinglado, y lo hace con gusto y con gozosa intencionalidad-, al que se le supone sacerdote católico dado que regenta una parroquia católica, se le moviese ni una de las dos pestañas: nada de nada, oigan; ni durante ni después; ni una ligera tos o carraspeo. Nada.
Ni el sr. cardenal arzobispo que le encomendó la parroquia al tal párroco -cardenal que no debía estar presente en la charleta, no lo sé; pero que ya le habrá llegado el mensajito, supongo- tampoco va a pestañear a estas alturas, siquiera por guardar las formas; porque, por desgracia, no ve -ni él ni otros muchos de sus colegas- que haya nadie ante el que guardarlas: ni hacia arriba, hacia la cúpula -tal como están las cosas, ¿por qué motivo?-, ni hacia abajo, hacia sus “ovejas", para las que los mismos pastores no tienen ya ningún respeto. Item más: si no lo ha hecho en similares ocasiones anteriores, que las ha habido, tampoco lo va a hacer ahora. En esto, da la impresión de que va de “rajoy". El cardenal, digo.
El futuro de la Iglesia Católica, humanamente hablando, no puede ser ni más cierto ni más desalentador: ahí está la realidad de la “iglesi luteran” -como la realidad de la “iglesia anglicana", aceptando que se lleve a los niños hacia derivadas femeninas o gays desde su más tierna infancia: es lo último que se les ha ocurrido para estar con y al servicio de este mundo depravado y cruel-, para saber hacia dónde se va y a dónde se llega. De intento. Ex profeso.
Salvo intervención divina, y sin la debida -por necesaria- conversión profunda de gran parte de la Jerarquía Católica -en especial la de ámbito auropeo-, que está “tocada” prácticamente por el mismo virus, la derivada no puede estar más clara. Aunque todavía hay clases, la verdad. Y Esperanza.
O no.
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