Jueves 23 de Noviembre de 2017.
Misa a elección:
Feria. Verde.
San Clemente, I, papa y mártir. (ML). Rojo.
San Columbano, abad. (ML). Blanco.
Clemente fue reconocido como el tercer sucesor de san Pedro, por lo que ocupó su lugar en Roma durante los años 88 a 97. Es famosa la carta que le escribió a los Corintios, en la que los exhorta a que, entre otras cosas, terminen con las divisiones en la Iglesia, trabajando por la paz y la concordia.
San Columbano es uno de los grandes monjes irlandeses. Durante bastante tiempo desarrolló su actividad en su tierra natal, y luego pasó al continente europeo, donde fundó numerosos monasterios. Fue muy exigente en cuestiones morales y en las normas de vida para los monjes. Redactó la Regla para ordenar la vida monástica y el Penitencial, un manual para confesores. Murió en el año 615 en Italia, donde había fundado un monasterio.
Antífona Cf. Jer 29, 11. 12. 14
Dice el Señor: “Yo tengo designios de paz y no de aflicción. Invóquenme y los escucharé y pondré fin a su cautiverio”.
Oración colecta
Señor y Dios nuestro, concédenos vivir siempre con alegría bajo tu mirada, ya que la felicidad plena y duradera consiste en servirte a ti, fuente y origen de todo bien. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
O bien: de san Clemente I
Dios todopoderoso y eterno, que eres admirable en tus santos, concédenos celebrar con alegría la fiesta de san Clemente, sacerdote y mártir de tu Hijo, quien dio testimonio, con su muerte, de los misterios que celebraba y confirmó, con su ejemplo, lo que predicaba con su palabra. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
O bien: de san Columbano
Dios nuestro, que en san Columbano uniste de modo admirable la misión evangelizadora y la vida monástica; por su intercesión y ejemplo, concédenos que te busquemos a ti sobre todas las cosas y trabajemos con empeño por la extensión de tu reino. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
Oración sobre las ofrendas
Concédenos, Señor, que esta ofrenda sea agradable a tus ojos, nos otorgue la gracia de servirte con amor, y nos obtenga los gozos eternos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión Sal 72, 28
Mi dicha es estar cerca de Dios, y poner mi refugio en el Señor.
Oración después de la comunión
Después de haber recibido los dones pascuales te pedimos humildemente, Señor, que la Eucaristía que tu Hijo nos mandó celebrar en su memoria aumente la caridad en todos nosotros. Él que vive y reina por los siglos de los siglos.
Feria. Verde.
San Clemente, I, papa y mártir. (ML). Rojo.
San Columbano, abad. (ML). Blanco.
Clemente fue reconocido como el tercer sucesor de san Pedro, por lo que ocupó su lugar en Roma durante los años 88 a 97. Es famosa la carta que le escribió a los Corintios, en la que los exhorta a que, entre otras cosas, terminen con las divisiones en la Iglesia, trabajando por la paz y la concordia.
San Columbano es uno de los grandes monjes irlandeses. Durante bastante tiempo desarrolló su actividad en su tierra natal, y luego pasó al continente europeo, donde fundó numerosos monasterios. Fue muy exigente en cuestiones morales y en las normas de vida para los monjes. Redactó la Regla para ordenar la vida monástica y el Penitencial, un manual para confesores. Murió en el año 615 en Italia, donde había fundado un monasterio.
Antífona Cf. Jer 29, 11. 12. 14
Dice el Señor: “Yo tengo designios de paz y no de aflicción. Invóquenme y los escucharé y pondré fin a su cautiverio”.
Oración colecta
Señor y Dios nuestro, concédenos vivir siempre con alegría bajo tu mirada, ya que la felicidad plena y duradera consiste en servirte a ti, fuente y origen de todo bien. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
O bien: de san Clemente I
Dios todopoderoso y eterno, que eres admirable en tus santos, concédenos celebrar con alegría la fiesta de san Clemente, sacerdote y mártir de tu Hijo, quien dio testimonio, con su muerte, de los misterios que celebraba y confirmó, con su ejemplo, lo que predicaba con su palabra. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
O bien: de san Columbano
Dios nuestro, que en san Columbano uniste de modo admirable la misión evangelizadora y la vida monástica; por su intercesión y ejemplo, concédenos que te busquemos a ti sobre todas las cosas y trabajemos con empeño por la extensión de tu reino. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
Oración sobre las ofrendas
Concédenos, Señor, que esta ofrenda sea agradable a tus ojos, nos otorgue la gracia de servirte con amor, y nos obtenga los gozos eternos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión Sal 72, 28
Mi dicha es estar cerca de Dios, y poner mi refugio en el Señor.
Oración después de la comunión
Después de haber recibido los dones pascuales te pedimos humildemente, Señor, que la Eucaristía que tu Hijo nos mandó celebrar en su memoria aumente la caridad en todos nosotros. Él que vive y reina por los siglos de los siglos.
Lectura 1Mac 2, 15-29
Lectura del primer libro de los Macabeos.
En aquellos días: Los delegados del rey Antíoco, encargados de imponer la apostasía, llegaron a la ciudad de Modín para exigir que se ofrecieran los sacrificios. Se presentaron muchos israelitas, pero Matatías y sus hijos se agruparon aparte. Entonces los enviados del rey fueron a decirle: “Tú eres un jefe ilustre y gozas de autoridad en esta ciudad, respaldado por hijos y hermanos. Sé el primero en acercarte a ejecutar la orden del rey, como lo han hecho todas las naciones, y también los hombres de Judá y los que han quedado en Jerusalén. Así tú y tus hijos serán contados entre los amigos del rey y gratificados con plata, oro y numerosos regalos”. Matatías respondió en alta voz: “Aunque todas las naciones que están bajo el dominio del rey lo obedezcan y abandonen el culto de sus antepasados para someterse a sus órdenes, yo, mis hijos y mis hermanos nos mantendremos fieles a la Alianza de nuestros padres. El Cielo nos libre de abandonar la Ley y los preceptos. Nosotros no acataremos las órdenes del rey desviándonos de nuestro culto, ni a la derecha ni a la izquierda”. Cuando acabó de pronunciar estas palabras un judío se adelantó a la vista de todos, para ofrecer un sacrificio sobre el altar de Modín, conforme al decreto del rey. Al ver esto, Matatías se enardeció de celo y se estremecieron sus entrañas, y dejándose llevar por una justa indignación, se abalanzó y lo degolló sobre el altar. Ahí mismo mató al delegado real que obligaba a ofrecer los sacrificios y destruyó el altar. Así manifestó su celo por la Ley, como lo había hecho Pinjás con Zimrí, hijo de Salú. Luego comenzó a gritar por la ciudad con todas sus fuerzas: “Todo el que sienta celo por la Ley y quiera mantenerse fiel a la Alianza, que me siga”. Y abandonando todo lo que poseían en la ciudad, él y sus hijos huyeron a las montañas. Entonces muchos judíos, amantes de la justicia y el derecho, se retiraron al desierto para establecerse allí.
Palabra de Dios.
Comentario
Definitivamente, el texto no quiere enseñarnos a ser violentos, aunque otros nos obliguen a hacer algo que esté en contra de nuestras convicciones. Pero sí nos enseña a considerar lo importante que es vivir y manifestar lo que creemos en todo tiempo, y ante cualquier persona o poder.
Salmo 49, 1-2. .5-6. 14-15
R. El que va por el buen camino verá al Señor.
El Dios de los dioses, el Señor, habla para convocar a la tierra desde la salida del sol hasta el ocaso. El Señor resplandece desde Sión, que es el dechado de toda hermosura. R.
“Reúnanme a mis amigos, a los que sellaron mi Alianza con un sacrificio”. ¡Que el cielo proclame su justicia, porque el Señor es el único Juez! R.
“Ofrece al Señor un sacrificio de alabanza y cumple tus votos al Altísimo; invócame en los momentos de peligro: Yo te libraré, y tú me glorificarás”. R.
Aleluya cf. Sal 94, 7. 8
Aleluya. Escuchen la voz del Señor, no endurezcan su corazón. Aleluya.
Evangelio Lc 19, 41-44
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Cuando Jesús estuvo cerca de Jerusalén y vio la ciudad, se puso a llorar por ella, diciendo: “¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos. Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos te cercarán con empalizadas, te sitiarán y te atacarán por todas partes. Te arrasarán junto con tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios”.
Palabra del Señor.
Comentario
Sigue y seguirá siempre resonando el planteo: “Si conocieras lo que conduce a la paz”. La paz proviene de un conocimiento interno y de un camino. Debemos saber cómo caminar y hacia dónde hacerlo para lograrla. Este caminar es comunitario, porque es imposible proyectar solos.
Oración introductoria
Señor, ayúdame a comprender en esta oración lo que puede conducirme a la paz y a la auténtica felicidad. Abre mi mente y mi corazón, aumenta mi fe, acrecienta mi confianza, inflámame de tu amor y ayúdame a aprovechar esta oportunidad que me das para encontrarme contigo en esta meditación.
Petición
Jesús, ayúdame a evitar todo lo que te ofende y a agradarte con amor en mi comportamiento de cada día.
Meditación
Hoy, la imagen que nos presenta el Evangelio es la de un Jesús que «lloró» (Lc 19,41) por la suerte de la ciudad escogida, que no ha reconocido la presencia de su Salvador. Conociendo las noticias que se han dado en los últimos tiempos, nos resultaría fácil aplicar esta lamentación a la ciudad que es —a la vez— santa y fuente de divisiones.
Pero mirando más allá, podemos identificar esta Jerusalén con el pueblo escogido, que es la Iglesia, y —por extensión— con el mundo en el que ésta ha de llevar a término su misión. Si así lo hacemos, nos encontraremos con una comunidad que, aunque ha alcanzado cimas altísimas en el campo de la tecnología y de la ciencia, gime y llora, porque vive rodeada por el egoísmo de sus miembros, porque ha levantado a su alrededor los muros de la violencia y del desorden moral, porque lanza por los suelos a sus hijos, arrastrándolos con las cadenas de un individualismo deshumanizante. En definitiva, lo que nos encontraremos es un pueblo que no ha sabido reconocer el Dios que la visitaba (cf. Lc 19,44).
Sin embargo, nosotros los cristianos, no podemos quedarnos en la pura lamentación, no hemos de ser profetas de desventuras, sino hombres de esperanza. Conocemos el final de la historia, sabemos que Cristo ha hecho caer los muros y ha roto las cadenas: las lágrimas que derrama en este Evangelio prefiguran la sangre con la cual nos ha salvado.
De hecho, Jesús está presente en su Iglesia, especialmente a través de aquellos más necesitados. Hemos de advertir esta presencia para entender la ternura que Cristo tiene por nosotros: es tan excelso su amor, nos dice san Ambrosio, que Él se ha hecho pequeño y humilde para que lleguemos a ser grandes; Él se ha dejado atar entre pañales como un niño para que nosotros seamos liberados de los lazos del pecado; Él se ha dejado clavar en la cruz para que nosotros seamos contados entre las estrellas del cielo... Por eso, hemos de dar gracias a Dios, y descubrir presente en medio de nosotros a aquel que nos visita y nos redime.
Jesús llora por Jerusalén. Y profetiza una realidad que seguimos contemplando hoy. Existe división, existen enfrentamientos, existe desencuentro, existen guerras. A lo largo de todo el Antiguo Testamento la tierra prometida ha sido un punto de referencia, una esperanza y hasta cierto punto la garantía de un pueblo. Sin embargo, no es suficiente para la salvación, la tierra no deja de ser un lugar y sus miembros los responsables de lo que en ella sucede.
El pasaje de hoy parece sorprendente. Por un lado Jesús profetiza una realidad negativa de este mundo y por otro llora por el presente y el futuro de un pueblo. Jesús ama su tierra, ama a su pueblo y sufre por lo que no ve en él. El enfrentamiento es consecuencia de no entender lo que conduce a la paz, de obstinarse en creer que la paz global no es el resultado de la paz con uno mismo. Quizás, cuando Jesús llora, esta teniendo presente todas las guerras que se sucederán en el tiempo, todo el dolor que el hombre se produce a sí mismo. Y es que el hombre, la criatura que Dios ama con ternura, puede destruirse a sí mismo.
Podemos pensar en la guerra como en algo lejano en el espacio y en el tiempo, algo ajeno a nuestra realidad cotidiana. Y algo por lo que no podemos hacer mucho. Sin embargo nosotros podemos ser ángeles de paz o demonios de guerra. Porque la guerra en definitiva es el odio, es el rencor, el tomarse la justicia por su mano. Cuando no perdonamos una falta de caridad que han tenido con nosotros, cuando guardamos y recordamos el mal que nos han hecho, no estamos entendiendo lo que conduce a la paz.
Porque el hombre tiene un sentido de la justicia limitado y sobretodo imposible de realizar de modo exclusivamente horizontal. Porque nosotros somos limitados y vamos a fallar muchas veces, vamos a herir, aun sin intención, y vamos a ser heridos. No podemos aplicarnos un sentido de la paz irrealizable. Jesús llora porque nos obstinamos en no aceptar las normas flexibles del amor.
Propósito
Buscar la paz, que es fruto del amor y del perdón, de la comprensión y de la lucha por mejorar y amar sin medida. Jesús llora porque nos obstinamos en no aceptar las normas flexibles del amor.
Diálogo con Cristo
Señor, no puedo cerrar mi corazón y ahogar en mi egoísmo mi celo apostólico. Fortaléceme, hazme generoso para crecer en el amor y dedicarme a mi misión con ahínco, y así, hacer cuanto pueda para que la Nueva Evangelización llegue a muchas más personas.
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