De la Feria.
PRIMERA LECTURA
Año I:
Del primer libro de los Reyes 22, 1-9. 15-23. 29. 34-38
SENTENCIA DE DIOS SOBRE EL IMPIO REY AJAB
En aquellos días, transcurrieron tres años sin guerra entre Aram e Israel. Al tercer año bajó Josafat, rey de Judá, hacia Ajab, rey de Israel, y el rey de Israel dijo a sus servidores:
«Vosotros sabéis que Ramot de Galaad nos pertenece y no hacemos nada por rescatarla de manos del rey de Aram.»
Dijo a Josafat:
«¿Quieres venir conmigo para atacar a Ramot de Galaad?»
Josafat respondió al rey de Israel:
«Tú y yo, tu pueblo y mi pueblo, tus caballos y mis caballos son una misma cosa.»
Pero añadió Josafat al rey de Israel:
«Consulta antes, por favor, la palabra del Señor.»
El rey de Israel reunió a los profetas, cuatrocientos hombres, y les dijo:
«¿Debo atacar a Ramot de Galaad, o debo desistir?»
Le respondieron:
«Sube, porque el Señor la entregará en tus manos.»
Pero Josafat dijo:
«¿No hay aquí algún otro profeta del Señor a quien podamos consultar?»
Dijo el rey de Israel a Josafat:
«Queda todavía un hombre por quien podríamos consultar. al Señor, pero yo lo aborrezco, porque no me profetiza el bien, sino el mal. Es Miqueas, hijo de Yimlá.»
Replicó Josafat:
«No hable el rey así.»
Entonces el rey de Israel llamó a un eunuco y le dijo: «Trae en seguida a Miqueas, hijo de Yimlá.»
Llegó Miqueas;: y el rey le dijo:
«Miqueas, ¿debemos subir a Ramot de Galaad para atacarla o debemos desistir?»
Le respondió:
«Sube, tendrás éxito, el Señor la entregará en manos del rey.»
Pero el rey dijo
«¿Cuántas veces he de conjurarte a que no me digas más que la verdad en nombre del Señor?»
Entonces él dijo:
«He visto todo Israel disperso por las montañas como ovejas sin pastor. El Señor ha dicho: "No tienen señor; que vuelvan en paz cada cual a su casa."»
El rey de Israel dijo a Josafat:
«¿No te dije que nunca me anuncia el bien, sino el mal?»
Miqueas continuó:
«Escucha la palabra del Señor: He visto al Señor sentado en un trono y todo el ejército de los cielos estaba a su lado, a derecha e izquierda. Preguntó el Señor:
"¿Quién engañará a Ajab para que suba y caiga en Ramot de Galaad?" Y el uno decía una cosa y el otro otra. Se adelantó un espíritu, se puso ante el Señor y dijo: "Yo lo engañaré." El Señor le preguntó: "¿De qué modo?" Aquél respondió: "Iré y me haré espíritu de mentira en la boca de todos sus profetas." El Señor dijo: "Tú conseguirás engañarle. Vete y hazlo así." Ahora, pues, el Señor ha puesto espíritu de mentira en la boca de todos estos profetas tuyos, pues el Señor ha predicho el mal contra ti.»
El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, subieron contra Ramot de Galaad. Y acaeció que un hombre disparó su arco al azar e hirió al rey de Israel por entre las placas de la coraza. El rey dijo a su auriga:
«Da la vuelta y sácame de la batalla, porque me siento mal.»
Arreció aquel día la batalla y el rey fue sostenido en pie en su carro frente a los arameos, y a la tarde murió; la sangre de la herida corría por el fondo del carro. A la caída del sol se corrió un grito por el campamento:
«Cada uno a su ciudad, cada uno a su tierra. El rey ha muerto.»
Llegaron a Samaría y allí sepultaron al rey Ajab. Lavaron el carro con agua abundante junto a la alberca de Samaria, y los perros lamían la sangre y las prostitutas se bañaron en ella, según la palabra que el-Señor había dicho.
Responsorio Jr 29, 8. 9. 11; Dt 18, 18
R. «Que no os engañen los profetas que viven entre vosotros, porque os profetizan falsamente en mi nombre; * yo sé muy bien lo que pienso hacer con vosotros», dice el Señor.
V. Suscitaré un profeta y pondré mis palabras en su boca.
R. «Yo sé muy bien lo que pienso hacer con vosotros», dice el Señor.
Año II:
Del libro del profeta Joel 2, 12-27
CONVERTÍOS A MI DE TODO CORAZÓN
Esto dice el Señor:
«Convertíos a mí de todo corazón con ayuno, con llanto, con luto.»
Rasgad vuestros corazones y no vuestras vestiduras, y convertíos al Señor, vuestro Dios, porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; y se arrepiente de las amenazas. Quizá se arrepienta y nos deje todavía su bendición, la ofrenda, la libación para el Señor, vuestro Dios.
Tocad la trompeta en Sión, proclamad el ayuno, convocad la reunión. Congregad al pueblo, santificad la asamblea, reunid a los ancianos, congregad a los muchachos y a los niños de pecho. Salga el esposo de la alcoba y la esposa del tálamo.
Entre el atrio y el altar lloren los sacerdotes, ministros del Señor, y digan: «Perdona, Señor, a tu pueblo; no entregues tu heredad al oprobio, no la dominen las naciones; no se diga entre las gentes: "¿Dónde está su Dios?"» El Señor tenga celos por su tierra, y perdone a su pueblo.
Entonces el Señor respondió a su pueblo, diciendo:
«Mirad, os envío el trigo, el vino y el aceite, hasta saciaros; y no os entregaré más al oprobio de las gentes. Alejaré de vosotros al enemigo del norte, lo arrojaré a una tierra árida y desierta: la vanguardia, hacia el mar de oriente; la retaguardia, hacia el mar de poniente. Asciende su hedor, sube su pestilencia, porque intentó cosas grandes.
No temas, tierra, alégrate y regocíjate, porque el Señor hace cosas grandes. No temáis, animales del campo; germinarán las estepas, los árboles darán fruto, la vid y la higuera producirán su riqueza.
Hijos de Sión, alegraos, gozaos en el Señor, vuestro Dios, que os dará la lluvia a su tiempo, hará descender como antaño las lluvias tempranas y las tardías. Las eras se llenarán de trigo, rebosarán los lagares de vino y aceite; os compensaré por los años en que devoraban la langosta y los saltamontes, mi ejército numeroso que envié contra vosotros. Comeréis hasta hartaros y alabaréis el nombre del Señor, Dios vuestro, que hizo milagros en vuestro favor. Sabréis que estoy en medio de Israel, yo, el Señor, Dios vuestro, el único. ¡Mi pueblo no será confundido jamás!»
Responsorio Jl 2, 23. 32. 28
R. Hijos de Sión, alegraos en el Señor, vuestro Dios, porque os dará al Maestro de la justicia. * Y todo el que invoque el nombre del Señor se salvará.
V. Hasta sobre los siervos y las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días.
R. Y todo el que invoque el nombre del Señor se salvará.
SEGUNDA LECTURA
De la carta llamada de Bernabé
(Cap.,5, 1-8; 6,11-16: Funk 1, 13-15.19-21)
LA NUEVA CREACIÓN
El Señor soportó que su cuerpo fuera entregado a la destrucción para que nosotros fuéramos santificados mediante el perdón de nuestros pecados, por la aspersión de su sangre. En efecto, hallamos en la Escritura estas palabras acerca de él, referidas ya a Israel, ya a nosotros: Fue herido por nuestras rebeldías, triturado por nuestros crímenes; por sus llagas hemos sido curados. Como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Por esto debemos estar sumamente agradecidos al Señor, ya que nos ha mostrado las cosas pasadas, nos ha instruido acerca de las presentes y no nos ha dejado en la ignorancia respecto a las futuras.
Dice la Escritura: No se tiende injustamente la red a lo que tiene alas. Con estas palabras quiere significar que con justicia se condena el hombre que, habiendo conocido el camino de la justicia, escoge el camino de las tinieblas. Hay más, hermanos míos: si el Señor soportó el sufrir por nuestras almas, con todo y ser el alma del universo, a quien dijo Dios en la creación del mundo: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, ¿cómo es que soportó el sufrir por mano de hombres? Voy a explicároslo. Los profetas, con la gracia que de él habían recibido, profetizaron acerca de él; y él, porque tenía que mostrarse en nuestra condición humana, para destruir la muerte y manifestar la resurrección de entre los muertos, sufrió para cumplir las promesas hechas a los padres y para demostrar, formándose un nuevo pueblo, mientras estaba en la tierra, su futura condición de juez. Finalmente, él predicó y enseñó al pueblo de Israel e hizo tan grandes prodigios y señales para demostrarle su gran amor.
Y al renovarnos por el perdón de nuestros pecados, nos dio un nuevo ser, un alma como de niños, ya que nos creó de nuevo. Dice, en efecto, la Escritura, citando las palabras con que el Padre habla al Hijo: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, y que domine a las bestias de la tierra, a las aves del cielo y a los peces del mar. Y dijo el Señor, al contemplar la hermosura de nuestra naturaleza: Creced y multiplicaos y llenad la tierra.
Todo esto lo decía el Padre a su Hijo. Pero voy a mostrarte también lo que nos dice a nosotros. Al llegar la plenitud de los tiempos realizó la segunda creación. Dice, en efecto, el Señor: Mirad que hago lo último igual que lo primero. El profeta tenía estas palabras ante sus ojos cuando decía: Entrad en la tierra que mana leche y miel y enseñoreaos de ella. Por tanto nosotros hemos sido creados de nuevo, tal como dice otro de los profetas: He aquí, dice el Señor, que quitaré de ellos, es decir, de aquellos que veía por adelantado el Espíritu del Señor, el corazón de piedra, y pondré en su interior un corazón de carne. Por esto él quiso manifestarse en carne y habitar entre nosotros. La morada de nuestro corazón, hermanos míos, es, en efecto, un templo santo para el Señor.
Por esto el Señor dice también: Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea de los santos te alabaré. Por consiguiente, somos nosotros los que el Señor ha introducido en la tierra buena.
Responsorio Cf. Hch 3, 25; Ga 3, 8
R. Vosotros sois hijos de los profetas y de la alianza que estableció Dios con vuestros padres cuando dijo a Abraham: * «En tu descendencia serán bendecidas todas las naciones de la tierra.»
V. Previendo la Escritura que Dios justificaría a los gentiles por la fe, predijo a Abraham:
R. «En tu descendencia serán bendecidas todas las naciones de la tierra.»
Oración
Señor, danos tu misericordia y atiende a las súplicas de tus hijos; concede la tranquilidad y la paz a los que nos gloriamos de tenerte como creador y como guía, y consérvalas en nosotros para siempre. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
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