No hay ninguna razón para que exista la pobreza. La miseria en la que viven tantas personas, sus horarios inacabables de trabajo, la inseguridad durante toda una vida de su puesto laboral y tantas otras cadenas no tienen otra razón que la codicia.
Dejando aparte los países del primer mundo, en mi libro Memorias del último Gran Maestre templario, explicaba que los cristianos deberíamos pensar un plan ambicioso, un plan a largo plazo: comenzar por sanear enteramente algún pequeño país de África, de arriba abajo.
Un verdadero plan de ingeniería social que demostrase a la Humanidad que es posible transformar una entera nación. Por supuesto, como explico en el libro, eso no será posible sin intervenir directa y radicalmente sobre la política. Porque es la casta política corrupta e inepta el gran obstáculo para el desarrollo de los países del Tercer Mundo.
Eso requiere un partido altruista de grandes mentes financiado, dirigido y pagado desde varias fundaciones del extranjero. En el fondo, supone que la población de una nación acepte que se le va a dar una gran cantidad de donaciones, pero que debe confiar en ese partido.
La creación sin prisa de ese partido, la fundación de universidades cristianas, la estipulación de un plan de inversiones sostenido en cuanto se logre el poder al menos en una de las provincias de esa nación sería un modo de comenzar a cambiar una nación.
Y, sobre todo, los políticos tendrían que venir de fuera. Habría que entender que no hay otro remedio más que que la cúpula de ese partido tenga que ser totalmente ajena a la red de intereses de esa nación.
A veces, en plan de broma, le decía a un amigo que la única solución para cierto desastroso país sería que sus habitantes entregaran el gobierno de la nación a Suecia o a un comité de sabios creado por las naciones escandinavas.
Era una broma, pero es verdad. Solo que ese comité debe estar formado por los expertos de fundaciones cristianas que decidan dar dinero, mucho dinero, para tranformar esa nación.
Puede parecer una locura lo que digo. Pero el Producto Interior Bruto de Benín es de 8.600 millones de dólares. El de Togo es de 4.500 millones de dólares. Un banco como Caixabank, que no es el más grande de España, en 2014 presentó un beneficio de 620 millones de dólares.
Un solo banco de un país como España, con una cuarte parte de los beneficios aplicado durante diez años podría transformar toda una nación del mundo si emplea su dinero en un plan ambicioso pensado a largo plazo. Por supuesto, no son los bancos los que deberían hacer este plan, sino una fundación formada por millonarios cristianos.
Esa nación transformada sería un modelo para las demás naciones de África. Y se convertiría en un páis que generaría riqueza a su alrededor y que ayudaría después a otras naciones a salir de la miseria.
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