Funcionamos por puro mimetismo. Da igual la publicidad de una gran empresa que los últimos cursos monográficos en una universidad. Se pone una cosa de moda y ¡hale! todo el mundo a hablar de ello, al punto de que si no lo haces parece que has perdido el último tren.
Vamos a liarla un poco. Otra vez lo de estar con los pobres porque Cristo estaba con los pobres. Llevo tiempo fijándome en declaraciones, programas y opciones sobre todo de distintas órdenes y congregaciones religiosas y de no sé cuántas asociaciones católicas. Lo que observo es que todos, prácticamente todos, en sus planes de futuro tienen un objetivo prioritario: estar al lado de los pobres y oprimidos y ayudar a los que nada tienen.
Como pueden suponer, a un servidor eso le parece de perlas. Con un servicio de empleo en la parroquia que funcionó durante más de tres años, hasta que Cáritas -y aún no acabo de ver el por qué- decidió suprimirlo para centralizar todo en un solo lugar, y que atendió a más de mil usuarios con un índice de colocación cercano al 40 %; con un centro de mayores que cada semana acoge a un buen grupo de personas necesitadas de apoyo y cariño; y con un economato solidario de Cáritas, el primero de Madrid, atendiendo a cien familias, no cuela eso de que a un servidor es que no le importan los pobres, que ya me sé la historia.
Dicho esto, y llámenlo “excusatio non petita” o como les venga en gana, me da que estamos moviéndonos con una brújula no digo que defectuosa, sino más bien loca del todo. Objetivo prioritario de los padres gundisalvos: atender a pobres, refugiados y escrufulosos. Genial. Las madres társilas, por su parte, se comprometen a trabajar por la herida madre tierra, fomentar una vida más natural y hacer una opción por la agricultura sostenible y ecológica. Los hermanos de santa Veneranda, venerandos para los amigos, a su vez, van a dedicar este próximo año a reflexionar sobre el drama de la posible desaparición del lince ibérico y la mariposa locuela, y a centrar sus actividades con jóvenes en esta noble causa, porque la misericordia también sabe de estos asuntos.
Me temo que tanto los padres gundisalvos, como las társilas y los hermanos venerandos, no tengan en especial prioridad lo de hablar de Jesucristo, anunciar el evangelio, urgir a la conversión y anunciar el Reino. Pero claro, lo que digo yo, si curas, frailes y monjas nos olvidamos de anunciar a Jesucristo, dejamos la predicación y la oración para cuando tengamos un rato entre charla ecológica, huerto solidario, lince abandonado y pobre vergonzante, algo nos falla.
Mi teoría, teoría de cura evidentemente tan carca e insolidario que incluso llega a ser infocatólico, es que hay que empezar por otro sitio: por anunciar a Jesucristo muerto y resucitado, urgir a la conversión al Señor que significa arrepentimiento de los pecados y comienzo de una vida nueva, y de ahí sale todo lo demás. ¿O acaso hemos olvidado las palabras del mismo Señor?: “Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios”.
Convertir la fe en el resucitado, la gracia, la vida en una mera obra asistencialista, es triste. Que unos religiosos no tengan en sus objetivos anunciar la conversión a Jesucristo, inaudito. Que en la Iglesia nos pasemos el día corriendo entre convocatorias, reuniones, programaciones y no nos quede un rato para orar, confesarnos, gozar de un tiempo de retiro, es serio. Pero así estamos. Por pura misericordia, parece.
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