Los domingos del tiempo de Adviento

"El tiempo de Adviento comienza con las primeras Vísperas del domingo que cae el 30 de noviembre o es el más próximo a este día, y acaba antes de las primeras Vísperas de Navidad. Los domingos de este tiempo se denominan domingo I, II, III, IV de Adviento. Las ferias del 17 al 24 de diciembre, inclusive, tienen la finalidad de preparar más directamente la Navidad" (Instrucción Calendario Romano, ns. 39-42).


Los domingos de Adviento tienen cada uno su propio tono: lo marcan los textos de la liturgia y las lecturas bíblicas. No suelen tener, en el rito romano, un nombre propio cada domingo, simplemente se les denomina “I Domingo de Adviento”, “II Domingo…”, etc. Claro que a lo largo del año hay excepciones; una excepción es el “III Domingo” de Adviento que se llama “Domingo de Gaudete”, porque el Introito, la antífona de entrada, que es el verdadero y propio canto de entrada, es un texto paulino: “Estad siempre alegres en el Señor” (Flp 4,4), que en latín es “Gaudete”, “Alegraos”.

            * El primer Domingo de Adviento está marcado por un tema fundamental: la vuelta gloriosa del Señor (: Parusía) como Señor y Juez, y los cielos nuevos y la tierra nueva. Las lecturas en los tres ciclos A, B y C, subrayan la venida del Señor y la vigilancia cristiana; citemos sólo los evangelios:

            -ciclo A: “Estad también vosotros preparados” (Mt 24,37-44).

            -ciclo B: “Mirad, vigilad, pues no sabéis cuando es el momento” (Mc 13,33-37).

            -ciclo C: “Se acerca vuestra liberación” (Lc 21,25-28.34-36).

            Los textos de la Misa van en consonancia y dicen. “Aviva en tus fieles, al comenzar el Adviento, el deseo de salir al encuentro de Cristo, que viene, acompañados por las buenas obras, para que, colocados un día a su derecha, merezcan poseer el reino eterno” (Oración colecta) y se proclamará en el prefacio III: “Tú nos has ocultado el día y la hora en que Cristo, tu Hijo, Señor y Juez de la historia, aparecerá revestido de poder y de gloria sobre las nubes del cielo”.

            * El segundo y tercer Domingo de Adviento están marcados por la presencia de san Juan Bautista. Parece un antiguo profeta, con un estilo de vida muy austero, llamativo. Su misión es provocar. Crea expectativa. Su mensaje es claro: el Mesías va a llegar y hay que estar preparados: ¡Convertíos ya! Despierta las conciencias. Exige vivir la justicia.

            Éstos son los evangelios del II Domingo:

            -ciclo A: “Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos” (Mt 3,1-12).

            -ciclo B: “Preparadle el camino al Señor, allanad sus senderos” (Mc 1,1-8).

-ciclo C: “Predicando [Juan] un bautismo de conversión para perdón de los pecados” (Lc 3,1-6).

            Y sigue el eco de Juan Bautista, abriendo caminos al Señor, en el III Domingo:

-ciclo A: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” (Mt 11,2-11).

-ciclo B: “Yo soy la voz que grita en el desierto” (Jn 1,6-8.19-28).

-ciclo C: “Entonces ¿qué hacemos?... Exhortaba al pueblo y le anunciaba la Buena Noticia” (Lc 3,10-18).

            * El IV Domingo de Adviento, con la inminente Navidad a las puertas, ofrece otra perspectiva. El Salvador va a nacer, hecho hombre, de María Virgen. Es el domingo más mariano de nuestro año litúrgico. Nos fijamos y celebramos la primera venida de Cristo, su nacimiento en carne mortal. Los evangelios de este IV Domingo son muy instructivos a este respecto:

-ciclo A: Jesús nacerá de María, desposada con José, hijo de David (Mt 1,18-24).

-ciclo B: “Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo” (Lc 1,26-38).

-ciclo C: “¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?” (Lc 1,39-45).

            Los textos de la Misa no se quedan atrás. Tienen un sabor clásico (del siglo V) y una gran profundidad teológica y espiritual. ¡Cómo no! La Virgen María es mencionada por su participación en el Misterio o se alude al misterio de la anunciación:

-“Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que por el anuncio del ángel hemos conocido la encarnación de tu Hijo” (oración colecta);

-“El mismo Espíritu, que cubrió con su sombra y fecundó con su poder las entrañas de María, la Virgen Madre, santifique, Señor, estos dones que hemos colocado sobre tu altar” (oración sobre las ofrendas).

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