La fiesta de Navidad trae la oportunidad de reuniones familiares; todavía mejor, para algunos cristianos es un momento fuerte de encuentro con la humildad, la ternura y la bondad de Dios. El solo hecho de renovar el afecto con nuestros parientes y amigos es algo muy valioso; todavía mejor si hemos recuperado el sentido de la Navidad y hemos aprendido a descubrir en Cristo nuestro gran regalo!
Los que hemos sido bendecidos con tanto amor no podemos olvidarnos de los que todavía se sienten lejos lejos de su familia, lejos de sus amigos, o lejos de algún corazón que pudieran llamar realmente cercano. Es mayor el drama de los que no han descubierto a Cristo; peor aún la condición de los que no quieren saber de Cristo. Nosotros, que hemos recibido tanto, elevamos nuestras oraciones por aquellos que todavía ignoran lo que Dios les ha preparado y lo que ya les ha ofrecido.
Pido entonces que en esta Navidad señalada por el Año de la Misericordia nuestro corazón se vuelva compasivo hacia aquellos que no conocen el verdadero Regalo aquellos que ignoran, omiten o rechazan a Cristo.
Que nuestro testimonio y nuestras oraciones ayuden a crear puentes y avenidas a la gracia divina para que muchos más sepan cuánto han sido amados.
Amén.
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