“Maestro, ¿Qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna? Guarda los mandamientos. “Todo eso lo he cumplido. ¿Qué me falta?”Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes. Da el dinero a los pobres, y luego vente conmigo! Al oír esto, el joven se puso triste, porque era rico”. (Mt 19,16-22)
El chico parecía bueno. Pero tenía tres defectos:
Era demasiado rico.
Y no había descubierto la Buena Noticia.
Y era demasiado pegado a la ley. Todo lo solucionaba con la ley.
Aún siendo muy ricos, siempre nos “falta algo”.
Aún siendo muy buenos, siempre nos “falta algo”.
Aún cumpliendo la ley, siempre nos “falta algo”.
Y es eso que “nos falta”, lo que puede hacer luego inútiles todos nuestros sueños.
Es eso que “nos falta” lo que impide nuestro crecimiento como personas.
Es eso que “nos falta” lo que nos impide amar de verdad a los hermanos.
Es eso que “nos falta” lo que nos impide crear la verdadera comunidad humana.
Es eso que “nos falta” lo que nos impide crecer en nuestro bautismo.
Hay muchos sueños que se mueren al despertarse.
Hay muchas ilusiones que se apagan por falta de riego.
Hay muchas esperanzas que se mueren al nacer.
Hay muchas posibilidades que se hacen imposibles.
La vida es un constante “éxodo”.
Es el “éxodo” de lo que tenemos.
Es el “éxodo” de lo que creemos ser.
Es el “éxodo” de nuestros planes y proyectos.
Es el “éxodo” de nuestro situarnos en el ayer.
Es el “éxodo” de nuestros criterios y mentalidades.
Es el “éxodo” de nuestros intereses personales.
Y la vida no es quedarnos donde estamos.
Ni es quedarnos en lo que somos.
Ni es quedarnos con el Dios de nuestras ideas.
Ni es quedarnos con lo que siempre fue.
La vida es una constante invitación a “salir de nuestra tierra”.
“Salir de nuestra tierra” a la búsqueda de otras nuevas.
“Salir de nuestra tierra” a corrernos la nueva aventura.
“Salir de nuestra tierra” arrancados de ella por “una llamada”.
El chico era bueno. No hay que quitarle méritos.
“Desde pequeño lo cumplía todo”.
Pero le faltaba la llamada a la vida.
Le faltaba la llamada a la aventura de lo desconocido.
Le faltaba conocer que siempre hay algo nuevo y distinto.
Le faltaba conocer el ideal de la Buena Noticia de Dios.
Le faltaba conocer el ideal del Reino.
Le faltaba conocer que había “un tesoro escondido”.
Le faltaba conocer que había “una perla más preciosa”.
Y que para conseguirlo había que venderlo todo, dejarlo todo.
Y que para comprarla había que sentir no la “tristeza del dejar”.
Sino sentir en su corazón “la alegría de venderlo todo”.
El Evangelio no es invitación a dejarlo todo.
El Evangelio es invitación a seguirlo “con las alforjas vacías”.
El Evangelio es invitación a seguir “ligeros de peso para el camino”.
No se escalan las montañas llevándonos nuestra casa a cuestas.
A lo más una ligera tienda de campaña.
No se logran los récords mundiales con traje de etiqueta.
No es renunciar. Es hacer más posible el éxito.
No es dejar. Es soñar con lo que vamos a encontrar.
Puede que la vida te asuste. No le des las espaldas.
Puede que el riesgo te asuste. No le des las espaldas.
Puede que el futuro te asuste. No le des las espaldas.
Porque cada día sentirás más miedo.
Y cada día te quedarás más solo contigo mismo.
Clemente Sobrado C. P.
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