“Muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: “Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?” “¿Esto os hace vacilar? ¿Y si vierais al Hijo del Hombre subir a donde estaba antes? Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, algunos de vosotros no creen”. “¿También vosotros queréis marcharos?” (Jn 6, 60-69)
Me gustan los discípulos, que son capaces de reconocer que las exigencias de Jesús no son “papitas calientes”.
Me gusta Jesús, que no tiene reparos en presentar su camino con todas las exigencias y dificultades.
Lo uno puede ser muy humano.
Lo otro es muy cristiano y divino.
¿Qué todos buscamos el camino de lo fácil? No cabe duda.
¿Qué todos quisiéramos que los caminos de la fe fuesen como nosotros quisiéramos que fuesen? Eso está claro.
Pero que los caminos de Dios son diferentes a los nuestros, también está claro.
Que las exigencias del seguimiento de Jesús no se adaptan a nuestras comodidades, nadie lo duda.
A mí no me preocupan las crisis del camino.
Más me preocupan los facilismos que muchos nos ofrecen.
A mí no me preocupan esos momentos oscuros y en los que todo pareciera absurdo.
Me preocupan más esos que pretenden tenerlo todo claro y sin nubes en el cielo.
A mí no me preocupan esas crisis del camino que, de alguna manera todos tenemos.
Me preocupan, sí, quienes todo lo quieren ver claro, con claridad de mediodía.
Lo fácil y cómodo, todo el mundo lo comprende.
Lo difícil, siempre tendrá quienes lo cuestionen.
Lo fácil, suele ser el camino de los que prefieren la vulgaridad.
Lo difícil, es el camino de los que quieren arriesgarlo todo.
Todos quisiéramos una fe sin mayores compromisos.
Todos quisiéramos una moral que nos dé la razón a todos nuestros instintos.
Todos quisiéramos una vida cristiana que pueda compaginarse con la vida de los que no creen.
Todos quisiéramos una vida cristiana que nos exija ser diferentes al resto.
Todos quisiéramos una vida cristiana donde todo sea claro.
Todos quisiéramos una vida cristiana donde todo sea lógico y racional.
Sin embargo, el proyecto evangélico de Jesús pareciera ser otro.
El proyecto de Jesús no suele ser nuestro proyecto.
El proyecto de Jesús tiene otros caminos y otras exigencias.
Por eso, hay muchos cristianos que:
Nunca han tenido que tomar una opción radical y definitiva.
Nunca han tenido una crisis que ha cuestionado sus propios cimientos.
Nunca han tenido una crisis que ha cuestionado sus propias vidas.
Y ser cristiano tiene que tener momentos:
De crisis
De definirnos.
De tomar opciones.
De salir de nuestras tranquilidades.
Para ser cristianos de verdad necesitamos:
Sentir que Jesús nos pone entre la espada y la pared.
Sentir que Jesús nos pone ante opciones radicales.
“¿También vosotros queréis marcharos?”
Sentir que tenemos que situarnos entre “el ser y el no ser”.
Sentir que tenemos que situarnos entre “el somos o no somos”.
Sentir que tenemos que situarnos entre “lo que pensamos y lo que tenemos creer”.
Hemos recibido la fe casi inconscientemente.
Pero tiene que llegar un momento en el que es preciso tomar una decisión.
No podemos pasarnos la vida entre “el sí pero”.
No podemos pasarnos la vida entre “el y el no”.
Sólo somos cuando nos definimos, cuando asumimos el reto total.
No vale andar luego diciendo “estas palabras son duras”, “estas exigencias son duras”.
Clemente Sobrado C. P.
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