Angustia por las noticias tristes que me llegan hoy del agravamiento de la salud de mi buen amigo, el P. Lee; y esperanza que me alienta a seguir rezando por él y su familia.
Estos días recuerdo con particular afecto su visita de hace un año: lo que disfrutamos, cuánto nos reímos y qué agradable fue el reencuentro. Doy gracias a Dios por haber podido disfrutar esa ocasión, que, Dios quiera, no sea la última.
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