“Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia”. Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Y él se puso a decirles: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. (Lc 4,16-30)
Isaías escribe la Carta de presentación de Jesús.
Y Jesús la lee personalmente en público en la sinagoga de Nazaret.
Jesús se define por lo que es.
Y se define por su misión.
Es el ungido por el Espíritu.
Está animado interiormente por el Espíritu.
Se siente transformado por el Espíritu.
Es el Espíritu su principio y dinamismo.
Yodos nosotros somos “ungidos por el Espíritu” desde nuestro Bautismo.
Pero ¿nos sentimos ungidos por él?
¿Nos sentimos movidos por él?
¿Sentimos que es el Espíritu el que nos mueve interiormente?
¿No serán más bien nuestros intereses los que nos mueven por dentro?
¿No serán nuestros criterios, nuestras pasiones, nuestros instintos, las fuerzas que nos mueven desde dentro?
¿Sentimos su presencia en nosotros?
¿Nos sentimos empujados por el Espíritu?
¿Lo sentimos como el motor espiritual que llevamos dentro o sencillamente ni nos enteramos que nos habita?
¿Nos definiríamos como los consagrados por el Espíritu?
Jesús se define por su misión.
Jesús tiene clara cuál es su misión en la vida.
Sabe para qué ha venido y para que está en la vida.
Su primera misión: son los pobres.
Es su primer quehacer: “anunciar el Evangelio a los pobres”.
Los pobres son la razón de su ser.
Los pobres son los que dan sentido a su vida.
Ha sido enviado a anunciar:
El Evangelio a los pobres.
La esperanza a los pobres.
La liberación de los pobres.
El Reino a los pobres.
La dignidad de los pobres.
Su misión es: la libertad.
La libertad a todos los que la han perdido.
La libertad a todos los que viven oprimidos.
La libertad a todos los que viven las ataduras de nuestros egoísmos.
La libertad a todos los que viven esclavos de sus egoísmos:
Liberar a los esclavos del poder.
Liberar a los esclavos del tener.
Liberar a los esclavos de los honores.
¿A quien anunciamos nosotros el Evangelio?
Miremos al mundo y veamos dónde nos situamos.
Alguien me comentaba hace unos meses: “Yo no entiendo por qué Uds. dejan esa parroquia. Es de las mejores parroquias. Y han decidido tomar esa otra que no vale ni significa nada”.
Evangelio es aquel Cardenal que abandonó su Diócesis en Canadá y se fue de misionero al África.
Evangelio es aquel Obispo que se jubiló y se ha venido de párroco a una Parroquia pobre de Bolivia y otra del Perú.
Somos cristianos:
Si vivimos como ungidos por el Espíritu.
Si dedicamos nuestra vida a anuncia la Buena Noticia a los marginados y excluidos.
Si nos dedicamos a hacer libres a los que viven en la esclavitud humana y espiritual.
¿Podremos decir también nosotros como Jesús: “hoy se cumple esta palabra”?
No busquemos excusas.
No busquemos lógicas humanas.
Clemente Sobrado C. P.
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