EL VIGÉSIMA PRIMERO DOMINGO ORDINARIO, 23 de agosto de 2015
(Josué 24:1-2.15-17.18; Efesios 5:21-32; Juan 6, 55.60-69)
En cada esquela hay un niño audaz. Él hace ultrajes para captar la atención de los demás. Por ejemplo, tragaría el pez de la piscina en el escritorio de la maestra. Aunque tal acción les disgustaría a los otros, él parece contento por haber hecho algo que nadie más se atrevería a hacer. En el evangelio hoy los judíos sienten tal disgusto por algo que dice Jesús.
Los judíos no aguantan la idea que Jesús ofrece su propia carne para comer. Fijándose en su incomodidad, Jesús la nombra correctamente: escándalo. Están escandalizados por la oferta de parte de Jesús aunque no la entienden bien. No es la única estancia del escándalo en las lecturas hoy. Muchos de nosotros sentimos por lo menos un poco escandalizados cuando la Carta a los Efesios declara que la mujer debe ser dócil a su marido.
Vivimos en un tiempo que reconoce la dignidad igual entre mujeres y hombres. Hoy día las mujeres no sólo cuidan a los niños en casa sino también trabajan afuera educarlos. No sólo votan para los mandatorios sino se proponen para hacérselos. Por eso, se quiere preguntar: ¿Es cierto que la mujer tiene que someterse a su esposo?
Hay que tener en cuenta el contexto de la frase para contestar bien la pregunta. La carta describe la relación entre Cristo y la Iglesia. Dice que Cristo dio su propia vida para unir a los judíos y los paganos en la paz. Llama la Iglesia, el lugar del encuentro entre las dos razas, “su cuerpo” para indicar la intimidad entre el pueblo y él. Cristo es tan unido a la Iglesia como la cabeza al resto del cuerpo. También expresa la unidad como un matrimonio. Cristo ama a la Iglesia como un hombre quiere a su esposa. Se ve este amor en algunos hombres que cuidan a sus esposas incapacitadas. Una mujer fue golpeada con la enfermedad de Alzheimer. El deterioro de su condición no tardó mucho. Primero, no pudo acordarse bien. Dentro de un par de años no pudo caminar mucho. Después de un tiempo más casi fue restringida a casa. Entretanto, el hombre estaba a su lado apoyándola. Dijo: “La amo más ahora que el día nos casamos”.
Efesios se aprovechan de la relación entre esposos de su tiempo para indicar la respuesta indicada de parte de la Iglesia a Cristo. Como en la primera lectura Josué habla de parte de toda su familia, Efesios sigue con toda la autoridad centralizada en el hombre. Sin embargo, parece que la realidad actual indica otro tipo de respuesta. Muchas veces es la esposa que cuida a su marido paralizado. Porque las responsabilidades de la casa son compartidas ahora, la mutualidad entre el hombre y la mujer reflejaría mejor el amor de la Iglesia a Cristo. Cuando los dos dialogan para alcanzar al sumo bien para toda la familia, le dan a Cristo el honor que merece. Un autor escribe de la vida en su hogar. Porque su esposa es profesional con buen salario, ella sale para trabajar. Entretanto él tiene tiempo flexible para cuidar a su niño en la casa. Lo más importante es que alcanzan este arreglamiento por un diálogo sincero y amoroso.
En culturas antiguas el hombre siempre andaba en frente de su esposa como signo de su autoridad. Pero ahora se ve los dos andando mano en mano juntos indicando su mutualidad. Así se puede expresar el amor entre Cristo y nosotros. Cristo siempre será nuestro maestro a lo cual siempre seremos dóciles. Al mismo tiempo Cristo estará caminando al lado de nosotros apoyándonos. Cristo estará siempre apoyándonos.
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