“Dijo Jesús a sus discípulos: “Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos… Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda”. (Mt 5,20-26)
No basta ser como los demás.
Los demás pueden ayudar o estorbar, pero nunca serán nuestra propia medida.
Los escribas y fariseos trataban de ser fieles al pasado.
Los escribas y fariseos ponían la santidad en la fidelidad a la ley del pasado.
Los escribas y fariseos centraban su fidelidad en la cantidad de preceptos humanos, intérpretes de la ley y los profetas.
Jesús nos acaba de decir que “El no ha venido a abolir la Ley ni los Profetas”.
Lo que Jesús no acepta es:
Que se queden en la ley y profetas.
Que se queden en el pasado, porque ha comenzado un tiempo nuevo.
El pasado les impide descubrir la nueva primavera que está naciendo.
Y sobre todo, se quedan, más que en la ley del pasado, en las interpretaciones que ellos mismos hacen de la Ley.
Porque no faltan quienes creen que la fidelidad a la ley suele ser el radicalismo de la ley.
Porque no faltan quienes creen que la perfección está en la fidelidad a las leyes por encima del hombre, a quienes deben servir las leyes.
Jesús lo expresó en otra ocasión: “no es el hombre para el sábado sino el sábado para el hombre”, que traducido hoy, diríamos: “no es el hombre para la leyes sino las leyes las que tiene que servir a la realización del hombre”.
Y Jesús comienza a hacer la exégesis del pasado, dándole una nueva versión actualizada el nuevo tiempo del Evangelio.
Entre tantos “antes se dijo, pero yo os digo”, está precisamente la exégesis que Jesús hace de la ley de “no matar”.
Algo que debiéramos traducir muchos de nosotros cuando decimos “yo soy bueno porque no robo ni mato”.
Jesús va mucho más lejos que el “no matar”.
Y anuncia que eso no es suficiente.
Que el no matar, es preciso traducirlo ahora por “reconciliación”, por evitar enemistades y resentimientos entre los hermanos.
Y algo que a muchos debió de extrañar: presenta el amor que perdona, pide perdón y reconcilia, por encima del mismo culto del altar.
No es que diga que abandones la ofrenda del altar.
Sino que la dejemos ante el altar y vayamos mientras tanto a reconciliarnos con “el hermano que tiene quejas contra nosotros”.
Porque ¿de que sirve la ofrenda al altar si estoy enemistado con mi hermano?
El amor está por encima del culto.
Tal vez hoy, pudiéramos darle otra versión más actualizada:
“Si cuando vas a Misa te acuerdas que estás enemistado con tu hermano, date la vuelta, vete, pídele perdón, reconcíliate con él, aunque luego llegues tarde a Misa. Y puedes comulgar tranquilamente”.
No debieras comulgar con el resentimiento y la enemistad en el corazón.
Pero sí puedes comulgar cuando hay perdón y reconciliación en tu corazón.
Y eso, aunque llegues tarde a Misa.
Ahora ya me entran dudas:
¿Por qué la gente está llegando tarde a Misa?
¿No estaré pensando yo mal de ella, imaginándome que es por pereza, por falta de interés?
¿No será que todos están volviendo para reconciliarse?
Bueno, si es por eso, tienen ustedes permiso para llegar tarde.
¿Y yo tendré que reconciliarme con Ustedes, antes de celebrar, por pensar mal?
Clemente Sobrado C. P.
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