El dibujo representa a funcionarios chinos durante un examen imperial.
Atención: El post de hoy ha sido calificado por la autoridad competente como importante. (No está claro cuál es la autoridad competente.)
El sábado me vino a visitar una persona que, además de ser escritor de varios libros, trabajó como administrador en una de las secretarías del Estado. Tuvimos una muy interesante conversación y le escuché con gran interés acerca de su especialidad: cómo mejorar el trabajo de la administración pública. Y, en un momento dado, comentó que esos modus operandi también se podían aplicar a la Iglesia. Repuse que sí, que justamente ése era un tema del que yo ya había hablado en un post. Reflexionando de nuevo sobre el asunto me gustaría decir alguna cosa más respecto a aquel post ya olvidado por todos.
En la Iglesia no sólo se debería permitir al clero y a los laicos elevar sugerencias acerca de cómo mejorar las cosas, sino que se debería animar encarecidamente a que esto se hiciera de forma habitual. Este tipo de interacción no debería ser algo excepcional, sino ordinario. En la Iglesia hay muchas reuniones “de trabajo”. Pero el 95% de esas reuniones de horas y horas se trabaja con el sistema soviético. Dejo a la imaginación de cada uno imaginar la operatividad y eficacia del sistema soviético.
En la Iglesia, YA existen personas que tienen ideas acerca de cómo mejorar todo. Lo que sucede es que no existe un canal efectivo para que esas personas valiosas puedan exponer sus ideas ante personas realmente capacitadas para valorar las novedades. Alguien podrá alegar que siempre se puede recurrir al obispo o a la curia romana. Pero, en ambos estamentos, que una idea verdaderamente novedosa sea valorada como se merece es una mera cuestión de suerte. Que esa sugerencia sea valorada como se merece dependerá de la suerte, no del valor objetivo de esa idea.
En ambos estamentos, una idea realmente novedosa lo más probable es que sea enjuiciada por un anciano eclesiástico que siempre alegará que tiene mucho trabajo. Cuando debería existir un departamento formado por mentes privilegiadas encargadas de discernir el valor de las mejores ideas. Esta tarea de discernir las mejores ideas que se producen en la Iglesia universal es un trabajo en sí mismo, no una extra que se añade al lado del trabajo y que se realiza si te cae bien el que llama a tu puerta.
Las multinacionales y otras muchas empresas hace mucho tiempo que se han dado cuenta de que emplear recursos a esta tarea es una de las mejores inversiones. Los headhunters recorren el ámbito de la propia empresa y de fuera de la empresa a la búsqueda de esas mentes.
Podría poner varios ejemplos de esta ineficacia implícita a todo sistema burocrático de gran tamaño. Pero, ponga el ejemplo que ponga, siempre alguien se sentirá ofendido. Así que el ejemplo va a ser pequeño, sin importancia, pero ilustrativo.
Dos meses después de llegar al solio pontificio el Papa Francisco, las colas delante del ufficio donde entregaban los billetes para determinados sectores en la plaza para las audiencias papales eran impresionantes. Era normal estar en la cola más de una hora.
Eso lo veían muchos monseñores, unos desde las ventanas y otros al pasar por allí. Pero no se hizo nada, porque se consideró que era normal: mucha gente pidiendo ese billete + poca gente encargada de darlos = mucha cola.
Un buen día, reconozco que estaba enfadado, contacté a un conocido mío que trabajaba en un importante puesto. (Desgraciadamente, ya no trabaja allí. Lo digo por si alguien me pide que le solicite un favor.) Le envié un email por la noche. A la mañana siguiente me respondió: Tu email está ahora en una carta sobre la mesa del Prefecto Pontificio.
Y, efectivamente, el sistema se cambió. No hizo falta poner a más gente en nómina, no hizo falta gastar más dinero. Bastó una pequeña reestructuración del sistema, para optimizarlo extraordinariamente. Cada semana había tremendas colas, ya no hubo ni una más por esta causa.
Éste era un tema sin mucha trascendencia, pero sirva como ejemplo de cómo lo mismo sí que se puede aplicar a asuntos mucho más importantes, muchísimo más importantes. A mí se me ocurren varios.
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