Me sorprende con qué facilidad los curas y la gente de iglesia en general soltamos supuestas verdades económicas. No es extraño llegar a una reunión de sacerdotes, de Cáritas, de voluntariado y empezar a escuchar cosas como que el capitalismo es perverso, a la vez que se silencia lo evidente del comunismo, la maldad de los bancos, la burbuja inmobiliaria, reivindicación de la dación en pago, no a los desahucios, viva el 0,7 y apoyamos la condonación de la deuda externa. Por supuesto, a nada que te animes, que se suban los impuestos a los ricos mientras se añaden y añaden ventajas sociales a los débiles. Ah, perdón, y que se derriben las fronteras, que se me olvidaba.
Y todo esto sin tener de economía más nociones que cuatro clases de moral social en el mejor de los casos, y con sesgo evidente, y un par de conferencias si acaso. Doctores en economía, que pontificamos sobre dinero más que sobre el misterio de la Santísima Trinidad, aunque de lo primero sabemos casi tanto como de lo segundo. Axiomas que uno no sabe de dónde se han sacado.
No se me olvidará una charla magistral del catedrático emérito de economía D. Juan Velarde Fuertes en un consejo diocesano de pastoral de Madrid. Eran los tiempos en que se puso de moda lo de la condonación de la deuda externa y al cardenal Rouco le pareció interesante la opinión de un experto dela talla de D. Juan Velarde. Pues bien, frente a toda la campaña de curas, laicos, voluntarios, ONGs y demás en favor de algo tan supuestamente evidente como la condonación a los países pobres de la deuda externa, D. Juan acabó diciendo que la condonación solo serviría para hacerlos más pobres aún.
Yo sé que esto suena raro y que algunos lectores lo tacharán de barbaridad. Sin problemas.Espero que los argumentos sean sólidos y vengan de personas que de economía sepan algo más que una conferencia, dos cursillos y una charla del profesor Mengánez, militante de Podemos.
Mucho sorprendió en mi parroquia cuando en una homilía dije a mis feligreses que el dinero no era malo, que lo malo era no tenerlo, y que cuanto más ganaran particularmente y en sus empresas mejor, con dos condiciones: que se ganara de manera honrada y lícita y que las ganancias repercutieran en el bien común. ¿Qué es eso de que es malo? Lo malo es la pobreza cuando no es opción personal como virtud.
La economía de un país es algo tan suficientemente serio como para no tomarlo a la ligera. Por eso yo pediría a curas, voluntarios y gente de Iglesia, que si queremos de verdad meternos en el mundo de la economía en serio, empecemos por unos estudios básicos, por ejemplo una licenciatura, y, si de verdad nos interesa, sigamos por un doctorado en universidad de prestigio. Lo que no puede ser es que hablemos de que nos preocupan los pobres y luego estemos defendiendo cosas que son del todo imposibles.
A mí me parece perfecto que las prestaciones sociales se suban al infinito. ¿Cómo se van a pagar? ¿Con los impuestos? ¿De quién? ¿De los ricos? ¿Y si los ricos se largan del país porque los impuestos son excesivos, entonces qué? ¿Qué lo pague el estado? ¿Y de dónde saca el estado el dinero si no de los impuestos? ¿Qué recorten presupuestos y los gastos de defensa sean mínimos? ¿Y quién nos defiende si pasa algo, cómo hacernos respetar? ¿Cómo acudir en misiones de paz a otros países? ¿Qué se baje el sueldo a los políticos? Vale… Pero ojo, que entonces a la política no querrá dedicarse nadie y acabaremos en manos de dos mindundis…
En fin, que no es tan sencillo, y que en temas económicos hay que informarse más y ver resultados.Ya sabemos el resultado que da una economía a la venezolana, la rusa o la cubana. También lo que da de sí la economía a la finlandesa, o a la europea, o incluso a la norteamericana, tan perversa que cualquier cubano está loco por llegar a Miami, mientras que no hay un solo norteamericano que quiera irse en balsa a Cuba.
Seriedad en temas económicos. Para nosotros curas, que tenemos el sueldo y vivimos de sacar las perras sin más al personal, todo es sencillito. Para los demás no tanto.
Insisto. Si queremos hablar de dinero, seriedad, y escuchar a otras versiones que las de la izquierda de siempre. Por cierto, los países de izquierda de siempre ya ven cómo están.
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