Siento meterme un poquito con algunos obispos

A los curas, como a los obispos, nos cuesta mucho trabajo decir no. Lo más sencillo es dejar que la gente haga, que los curas hagan, dar palmadas en la espalda, todos buenos y nunca pasa nada. A los obispos, como a los curas, lo que nos resulta más sencillo es animar, alentar, repartir sonrisas, todo bien, ánimo, porque esto nos lleva a ser considerados por la gente como pastores buenos, simpáticos, agradables, comprensivos y todas esas cosas.

Lo malo es que hay veces en que las cosas llegan a tales extremos que no cuela eso se ponerse de perfil y yo no quiero saber nada. Esas cosas pasan porque pasan y porque hay gente que, ante ciertos hechos, pide respuestas y te señalan con el dedo, incluso con el dedo digital, que ese sí que trae cola y no hay quien lo pare.

Generalmente los curas incordiamos bastante poco. Es más, la inmensa mayoría de los sacerdotes no damos mayores problemas a nuestros obispos. No somos perfectos, lo sé, y tenemos nuestras pequeñas cosas, que yo diría que casi ni llegan a infidelidades, dejemos en manías de cada cual y que se solventan con un pequeño toque si acaso. A veces ni eso. Pero hay veces en que nos pasamos varios pueblos, y en ese caso me temo que los obispos si deben o deberían tomar cartas en el asunto.

La situación de la Iglesia en Cataluña es seria y se va complicando día a día con todo este asunto de “pruses”. Los sacerdotes sabemos que el derecho canónico nos pide situarnos al margen de toda política partidista y dedicarnos a lo nuestro, sobre todo a la predicación y la administración de los sacramentos.

El caso es que la gente lleva meses y años asistiendo al penoso espectáculo de un clero tomando partido por determinadas opciones sociales y políticas en detrimento del conjunto de sus fieles. Que hay enormes esteladas colgando de muchos campanarios en Cataluña no me lo tiene que contar nadie, lo he visto yo. Y con lo del primero de octubre hemos visto de todo, desde todo un señor obispo, monseñor Novell, emitiendo su voto en una consulta ilegal, hasta sacerdotes amparando el recuento de votos en sus templos parroquiales y revestidos con alba y estola, pasando por parroquias y conventos comprometidos públicamente con el asunto y convertidos en centro de votación. Más aún, pueden encontrar en las listas para las próximas elecciones catalanas al famoso P. Manel y a la no menos famosa sor Viki Molins.

Si hay una fractura en la sociedad catalana, triste es que la Iglesia contribuya a ello, como está sucediendo. Campanarios con pancartas pidiendo el sí, parroquias repartiendo papeletas, y ahora incluso nos llegan noticias de parroquias que exhiben en sus fachadas carteles pidiendo la libertad de los supuestos presos políticos y que, en realidad, no son más que políticos presos, no por sus ideas, sino por sus hechos.

Yo creo que algo habrían de decir los obispos si no quieren ser tachados de consentidores y encubridores, porque muchos no entenderemos que a mosén Custodio Ballester se lo hayan quitado de en medio con la cosa del año sabático, y que otros puedan colocar carteles pidiendo libertades sin que aquí nunca pase nada.

Por eso digo en el título del post que siento meterme con algunos obispos, pero entiendo que uno puede recoger la perplejidad y el desafecto hacia la Iglesia que estas cosas originan. A ver, señores obispos que rigen las diócesis catalanas, ¿no tienen nada que decir? 

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13:28

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