Ayer hable de cómo las dictaduras del futuro podrán ser sustancialmente más poderosas que las de hace treinta o veinte años. Pero a eso hay que añadir otro dato: hoy el periódico El País ha parado sus rotativas e imprimirá su periódico en una empresa externa. Las ventas han bajado tanto que el mismo diario ha admitido que ya no puede mantener sus propias rotativas. ¡Eso el mayor periódico de España y uno de los principales del mundo!
¿Qué significa esto? ¿Qué significa esto cuando la plantilla ya había sido reducida al mínimo absoluto, unos pocos contables, informático y poco más? Pues que los periódicos fuertes, serios, poderosos, desaparecieron paulatinamente desde el comienzo de este siglo.
Para el Poder ahora resulta más fácil tratar con enanitos. Y ya no digamos nada lo fácil que es tratar con blogueros que se alimentan de lo que cae al fondo desde la superficie donde aletean los periódicos. Si la veracidad de una noticia va a depender de los blogs, estamos listos. Cambiar un equipo de profesionales bien pagados, organizados para investigar, por una persona sola que lee titulares tras la cena. Pero así estamos. Lo tremendo es que estamos así. Y esta noticia no saldrá en ningún periódico, pero es la gran noticia.
No es el número de blogs el que nos asegura que el Poder esté vigilado, sino buenos y prestigiosos periódicos. Medios neutrales con recursos para investigar.
La gente no se ha percatado de las consecuencias de haber perdido esta parte del ecosistema democrático. Si a eso añadimos, como se ha visto con Rusia, que la capacidad para intoxicar a la opinión pública con medios profesionales (medios de intoxicación, no de noticias) ha crecido de un modo alarmante, tenemos todos los ingredientes para tener problemas y problemas serios. Eso sí, el ritual de echar una papeleta en la urna seguirá. Las dictaduras del siglo XXI mantendrán todos los rituales constitucionales, todos. Y, por supuesto, serán antifascistas.
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