Jueves 14 de Diciembre de 2017
San Juan de la Cruz, presbítero y doctor de la Iglesia
(MO). Blanco.
Juan nació en Fontiveros (Ávila, España) en 1542 e ingresó a la orden de los Carmelitas a los 21 años. Desilusionado por el abandono de la vida monástica en que se encontraban los conventos carmelitas, decidió hacerse cartujo. A los 25 años, cambió su nombre por el de Juan de la Cruz y emprendió la tarea de la reforma. Por ello, padeció la incomprensión de los mismos carmelitas, que hasta llegaron a encarcelarlo. Son famosas sus obras poéticas, de profundo contenido místico: Subida del Monte Carmelo, Noche oscura del alma, Llama de amor viva y otras. Murió el 14 de diciembre de 1549. Fue canonizado en el año 1726 y, dos siglos después, el papa Pío XI lo nombró “Doctor de la Iglesia”.
Antífona de entrada Cf. Gál 6, 14
Sólo me gloriaré en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí, como yo lo estoy para el mundo.
Oración colecta
Dios nuestro, tú hiciste de san Juan de la Cruz, presbítero, un modelo perfecto de negación de sí mismo y de amor a la cruz; concédenos que, imitándolo siempre, lleguemos a contemplar tu gloria en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
Oración sobre las ofrendas
Dios todopoderoso, acepta nuestra ofrenda en la conmemoración de san Juan de la Cruz, y concédenos expresar en la vida el misterio de la pasión de tu Hijo, que ahora celebramos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión Cf. Mt 16, 24
Dice el Señor: “El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, tome su cruz y me siga”.
Oración después de la comunión
Dios nuestro, que en san Juan de la Cruz manifestaste admirablemente el misterio de la cruz, concédenos, por tu bondad, que, fortalecidos por este sacrificio, permanezcamos fielmente unidos a Cristo y trabajemos en la Iglesia por la salvación de todos los hombres. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Lectura Is 41, 13-20
Lectura del libro de Isaías.
Yo, el Señor, soy tu Dios, el que te sostengo de la mano derecha y te digo: “No temas, Yo vengo en tu ayuda”. Tú eres un gusano, Jacob, eres una lombriz, Israel, pero no temas, yo vengo en tu ayuda –oráculo del Señor– y tu redentor es el Santo de Israel. Yo te convertiré en una trilladora, afilada, nueva, de doble filo: trillarás las montañas y las pulverizarás, y dejarás las colinas como rastrojo. Las aventarás y el viento se las llevará, y las dispersará la tormenta; y tú te alegrarás en el Señor, te gloriarás en el Santo de Israel. Los pobres y los indigentes buscan agua en vano, su lengua está reseca por la sed. Pero Yo, el Señor, les responderé, yo, el Dios de Israel, no los abandonaré. Haré brotar ríos en las cumbres desiertas y manantiales en medio de los valles; convertiré el desierto en estanques, la tierra árida en vertientes de agua. Pondré en el desierto cedros, acacias, mirtos y olivos silvestres; plantaré en la estepa cipreses, junto con olmos y pinos, para que ellos vean y reconozcan, para que reflexionen y comprendan de una vez que la mano del Señor ha hecho esto, que el Santo de Israel lo ha creado.
Palabra de Dios.
Comentario
Hoy el Señor toma nuestra mano, la cubre con la suya y nos dice: “No tengas miedo, yo estoy para protegerte y cuidarte”. ¡Cuánto nos falta para aceptar estos gestos de Dios!
Salmo 144, 1. 9-13ab
R. El Señor es compasivo y misericordioso.
Te alabaré, Dios mío, a ti, el único Rey, y bendeciré tu Nombre eternamente; el Señor es bueno con todos y tiene compasión de todas sus criaturas. R.
Que todas tus obras te den gracias, Señor, y tus fieles te bendigan; que anuncien la gloria de tu reino y proclamen tu poder. R.
Así manifestarán a los hombres tu fuerza y el glorioso esplendor de tu reino: tu reino es un reino eterno, y tu dominio permanece para siempre. R.
Aleluya cf. Is 45, 8
Aleluya. ¡Destilen, cielos, desde lo alto, y que las nubes derramen al Justo! ¡Que Se abra la tierra y produzca al Salvador! Aleluya.
Evangelio Mt 11, 11-15
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús dijo a la multitud: "Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos es combatido violentamente, y los violentos intentan arrebatarlo. Porque todos los Profetas, lo mismo que la Ley, han profetizado hasta Juan. Y si ustedes quieren creerme, él es aquel Elías que debe volver. ¡El que tenga oídos, que oiga!".
Palabra del Señor.
Comentario
El pueblo esperaba que el retorno del profeta Elías marcara el fin de un tiempo y que luego comenzara el triunfo de Dios sobre el mundo. Jesús indica que ese tiempo ya ha llegado. Juan el Bautista ha señalado el comienzo del Reino de Dios.
Oración introductoria
Señor, creo en Ti, confío en tu misericordia y te amo sobre todas las cosas. Quiero oírte para ser fiel en mi esfuerzo constante por alcanzar tu Reino. Que este rato de intimidad contigo me fortalezca y me anime a seguirte con entusiasmo y fidelidad, cueste lo que cueste.
Petición
Jesús, dame la gracia de vivir con un espíritu de lucha aprovechando los innumerables dones que me concedes.
Meditación
Hoy, el Evangelio nos habla de san Juan Bautista, el Precursor del Mesías, aquel que ha venido a preparar los caminos del Señor. También a nosotros nos acompañará desde hoy hasta el día dieciséis, día en el que acaba la primera parte del Adviento.
Juan es un hombre firme, que sabe lo que cuestan las cosas, es consciente de que hay que luchar para mejorar y para ser santo, y por eso Jesús exclama: «Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan» (Mt 11,12). Los “violentos” son los que se hacen violencia a sí mismos: —¿Me esfuerzo para creerme que el Señor me ama? ¿Me sacrifico para ser “pequeño”? ¿Me esfuerzo para ser consciente y vivir como un hijo del Padre?
De un modo enigmático Jesús nos dice también hoy: «Juan es Elías (...). El que tenga oídos que oiga» (Mt 11,14-15). ¿Qué quiere decir? Quiere aclararnos que Juan era verdaderamente su precursor, el que llevó a término la misma misión que Elías, conforme a la creencia que existía en aquel entonces de que el profeta Elías tenía que volver antes que el Mesías.
Juan Bautista aparece en el Evangelio como la figura del hombre que precede a Cristo. Y no cabe duda que la misión de Juan Bautista, la misión de preparar el camino del Redentor, la misión de precursor se encaja en su vida como algo que él tiene que vivir, que tiene que aceptar.
La vocación de Juan Bautista no se da simplemente por el hecho de que Dios llama a su vida; también se da, se cuaja, se fecunda, se madura porque, con su libertad, Juan Bautista acepta esta misión. Ya su padre Zacarías había hablado de su misión cuando Juan es llevado a circuncidar. Zacarías dice que ese niño "será llamado Profeta del Altísimo porque irá delante del Señor a preparar sus caminos, para anunciar a su pueblo la salvación mediante el perdón de los pecados". Esta es la misión del precursor, ser el hombre que va delante del Señor, que prepara sus caminos y que anuncia el gran don que es el perdón de los pecados.
También en cada uno de nosotros se realiza una misión semejante. En cierto sentido, cada uno de nosotros es un precursor, es un hombre o una mujer que va delante en el camino de la Redención. Todos estamos llamados, al igual que Juan Bautista, a realizar, a llevar a cabo nuestra misión.
La misericordia de Dios tiene que llegar a sus vidas. Pero ¿cómo va a llegar si no hay nadie que lo proclame, si no hay nadie que vaya delante del Señor para preparar sus caminos y anunciar a su pueblo la salvación? ¿Cuántos corazones no podrán encontrarse con Cristo en esta Navidad?
En estos días en que nos estamos preparando de una forma más intensa para el Nacimiento de Nuestro Señor, tendríamos que preguntarnos ¿cuántos corazones, por mi omisión, por mi falta de delicadeza, por mi falta de preocupación, quedarán sin encontrarse con Dios?
Jesús en el Evangelio dice: "El que tenga oídos para oír, que oiga", que es una forma hebrea de decir que quien esté dispuesto, quien quiera, que escuche mi palabra. Pero hay una cosa muy clara, ninguno de nosotros entrará en el camino de la paz que Zacarías profetiza cuando ve a su hijo, si no somos capaces de oír lo que Dios nos pide, el cambio concreto que Dios pide a cada uno.
Propósito
"No niegues un beneficio al que lo necesita, siempre que en tu poder esté el hacerlo" (Pr 3, 27).
Diálogo con Cristo
Jesucristo, dame la gracia de ser decidido y audaz para saber trasmitir mi fe a los demás. Concédeme ser valiente y persistente, buscando caminos para la nueva evangelización. Haz que sea capaz de dejar mis gustos y mis pareceres, para que, en todo momento, sepa armonizar la diversidad con la caridad.
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