Memoria de hoy - María, Madre y Medianera de todas las gracias - 07/11



Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres porque Él solo, con su muerte, logró la reconciliación perfecta con Dios, pero dice Santo Tomás que «también a otros podemos llamarlos mediadores por cuanto cooperan a la unión de los hombres con Dios». 
A María se la llama Medianera o Mediadora desde muy antiguo. Este título se le reconoce en documentos oficiales de la Iglesia y ha sido acogido en la liturgia, introduciéndose en 1921 una fiesta dedicada a María Medianera de todas las gracias. 

Desde el siglo XV se llama a la Virgen CORREDENTORA y la Iglesia lo usa en algunos documentos oficiales. No debe entenderse como una equiparación con Cristo, único Redentor, ya que ella también fue redimida. La suya es una cooperación indirecta por cuanto puso voluntariamente toda su vida al servicio del Redentor, padeciendo y ofreciéndose con Él al pie de la Cruz, pero sin corresponderle el título de Sacerdote, exclusivo de Cristo (cfr. Vat. li, LG, 60). 

Después de su Asunción a los cielos las gracias se conceden a los hombres por medio de su intercesión. Desde el cielo participa en la difusión de las gracias con su intercesión maternal. Esta intercesión es inferior a la de Cristo, pero superior a la de todos los otros santos. La Iglesia ha enseñado la doctrina ya antigua de que todas las gracias se conceden por medio de la Santísima Virgen. 

Cuando llegó su hora, dijo Jesús: todo está consumado. E inclinando la cabeza, entregó su espíritu l. Abandonado de todos, Jesucristo, el Dios encarnado, ha muerto en una cruz, víctima de amor por los pecados de los hombres. Asistido por su Madre, la Virgen Corredentora, nos ha alcanzado con su muerte la vida, y desde el Cielo, donde ahora vive siempre para rogar por nosotros 2, aplica a cada alma, mediante los sacramentos confiados a la Iglesia, la gracia salvadora que consiguió con su Sangre. No habéis sido redimidos con oro o plata, cosas corruptibles, sino con la sangre preciosa del Cordero inmaculado e incontaminado, Cristo 3.

La mediación maternal de la Virgen

El Señor, por la misericordia de su providencia divina, ha querido que todas las gracias, que sólo a El pertenecen por derecho propio y exclusivo, nos fueran distribuidas por manos de su Madre, la Virgen Santísima. Pues, si en verdad el Verbo obra milagros e infunde la gracia por medio de la humanidad que asumió, si se sirve de los sacramentos y de sus santos como instrumentos para la salvación de las almas, ¿por qué no ha de poder servirse de los oficios y de la acción de su Madre Santísima en la distribución de los frutos de la redención? 4. Y Dios, que ciertamente pudo, lo quiso y lo hizo.

Nadie con más motivos ni mejores títulos que María para ser la dispensadora de las gracias de Dios. Ella, que por su maternidad divina toca las fronteras de la divinidad, única criatura en la que mora la plenitud de la gracia, tiene una idoneidad especial para administrar los tesoros de Dios.
Ella, en dependencia de su Hijo, nos corredimió, nos alcanzó con sus propios méritos las gracia y auxilios necesarios para nuestra salvación, y es lógico, dice Santo Tomás, que quien adquiere bienes para otros, los dispense por sí mismo 5.

Ella, tan estrechamente unida a Cristo por los lazos de la maternidad y por una singular comunión de espíritu, participa, muy por encima de los Ángeles y de los Santos, de la real potestad de gobernar y conducir a los hombres hacia la patria celestial. Precisamente de esta unión con Cristo Rey deriva en Ella tan esplendorosa sublimidad, que supera en excelencia todas las cosas creadas; de esta misma unión con Cristo nace aquel poder regio, por el que Ella puede dispensar los tesoros del Reino del divino Redentor; por último, en la misma unión con Cristo tiene origen la eficacia inagotable de su materna intercesión ante su Hijo y ante el Padre 6.

Junto a todos estos títulos, también su amor de Madre hacia todos los hombres, a quienes ha engendrado espiritualmente en Cristo, la hace acreedora de tan singular misión en la economía de la gracia. Perfeccionar el ser es propio de quien le dio la existencia, y la Virgen cumple acabadamente su papel de Madre, ayudándonos con amorosa solicitud desde el Cielo, proporcionándonos los auxilios necesarios para que lleguemos al estado de un varón perfecto, a la medida de la edad perfecta según Cristo 7.

Por todos estos motivos, verdadera y propiamente puede afirmarse que nada absolutamente de aquel gran tesoro de gracia ganado por Jesucristo... se nos da sino por María, según la voluntad del mismo Dios; de tal manera que así como nadie puede llegar al Padre sino por el Hijo, casi del mismo modo nadie puede llegar a Cristo sino por María 8.

Todas las gracias nos vienen por María

Ya en la tierra quiso el Señor servirse de la maternal mediación de María para santificar a Juan el Precursor en el seno de Isabel. En cuanto penetró la voz de tu saludo en mis oídos, declara la prima de la Virgen, dio saltos de júbilo la criatura en mi seno 9. Y también en Caná a instancias de la Virgen -no tienen vino 10- realizó Jesús su primer milagro; un prodigio material -la conversión en vino de seis tinajas de agua-, con frutos espirituales: y sus discípulos, añade el Evangelista al terminar el relato, creyeron en EL 11.

Por la intercesión ante su Hijo, Nuestra Señora nos alcanza y distribuye todas las gracias, con ruegos que jamás pueden quedar defraudados. ¿Cómo no va a escuchar la Trinidad a la que es Madre de Dios, Hija de Dios, Esposa de Dios? Jesús no puede negar nada a esa Madre que lo engendró y llevó en su seno, que estuvo siempre con El, desde Nazaret hasta la humillación y el dolor de la Cruz. Por eso se ha llamado a la Virgen Omnipotencia suplicante.

Del amor maternal de la Virgen brotan a torrentes las aguas de la gracia, de los dones de Dios: para todos los hombres, porque para Ella todos somos sus hijos queridos. Su Corazón dulcísimo no rechaza a nadie: es descanso para los que trabajan, consuelo de los que lloran, medicina para los enfermos, puerto para los que maltrata la tempestad, perdón para los pecadores, dulce alivio de los tristes, socorro de los que oran 10.

Todas las gracias, grandes y pequeñas, nos han llegado por manos de María. Tus dádivas son incontables. Nadie sino por ti, ¡oh Santísima!, consigue su salvación. Nadie se libra del mal sino por ti. Nadie sino por ti halla indulgencia 13. Y también por su mediación, el Señor nos ha dado la gracia soberana de la vocación. Quizá una mirada de su Madre le conmovió hasta el extremo de llamarte a la Obra, por la mano inmaculada de la Santísima Virgen, Nuestra Señora.

En correspondencia a esta lluvia inagotable de gracias que el Señor nos concede por María, en nuestra alma florece un sentimiento perpetuo de agradecimiento a la Virgen y, a la vez, de seguridad, de confianza, que nos mantiene firmes y serenos en esta lucha por extender el reino de Dios. ¿En quién nos vamos a apoyar, sino en esa Madre Nuestra que tan poderosa es ante su Hijo?

Piedad mariana

La mediación universal de María se convierte así en patrimonio de nuestra fe prenda de segura esperanza, acicate de amor, cauce por donde discurre toda nuestra vida de piedad. Nuestros anhelos y esperanzas de santidad y apostolado pasan por la Virgen, auxiliadora y abogada nuestra. En sus manos nos abandonamos invocándola, para que nos ilumine, para que nos sostenga a lo largo de nuestra vida, para que trabajemos encendidos, y vivamos vida de amor, a Dios, a la Iglesia, a las almas. Hijos míos, insiste el Padre, que invoquéis de corazón, con confianza, a la Santísima Virgen. Pensad que ha sido la gran protectora, el gran recurso nuestro desde aquel 2 de octubre de 1928, y antes.

Confiados en la omnipotente intercesión de Nuestra Señora, hemos aprendido a pedirle por la Obra y por el Padre, por la santidad de todos nuestros hermanos: Cor Mariae Dulcissimum, iter para tutum!; que nos prepare un caminar seguro; que nos haga fieles, leales, sinceros, y sobre todo que nos alcance la gracia de no apartarnos nunca de su Hijo. ¿Quieres pedirle a la Madre de Dios, que es Madre tuya y mía, que nos meta bien bajo su protección, en el Corazón de Jesucristo?

Le pedimos también que nos enseñe a tratar a Jesús, a pronunciar con dulzura ese nombre suavísimo, a enamorarnos de su Hijo con el vigor de un corazón joven y limpio: Madre, le rogamos, nos acogemos bajo tu amparo: sub tuum praesidium. Debajo de ese manto -de tu manto- hemos crecido como crecen los niños pequeños en los brazos de su madre. Que seas tú siempre nuestra Maestra, para que en el Opus Dei aprendamos a tratar y a querer a tu Hijo.

Agradecidos por todos estos dones, que como dispensadora de las gracias del Cielo nos alcanza, le prometemos que, con su ayuda, a pesar de las personales flaquezas, seremos fieles a nuestra vocación de apóstoles: Santa María, Madre de Dios, Madre nuestra, que tanto sabes de las miserias de tus hijos los hombres. Santa María, poder suplicante: perdón por la vida nuestra; por lo que ha habido en nosotros que tenía que haber sido luz, y ha sido tinieblas; que tenía que haber sido fuerza y ha sido flojedad; que tenía que haber sido fuego, y ha sido tibieza. Ya que conocemos la poca calidad de nuestra vida, ayúdanos a ser de otra manera, a tener contigo -como hijos tuyos- ese buen aire de familia 14.

Acudir a María

Al contemplar la largueza con que la Virgen Santísima distribuye las gracias que le ha confiado su Hijo, se nos ensancha el alma, y queremos, como Ella, llevar a todos los hombres los bienes inmensos que Cristo nos ganó. Y, en nuestra oración, en nuestro trabajo, de lo más íntimo del alma suben a la Reina del Cielo peticiones por la Iglesia, la barca de Pedro que lleva tantos siglos por los mares del mundo, para que Ella, Mater Ecclesiae, la proteja como hasta ahora y la guíe. Especialmente le pedimos por el Papa, il dolce Cristo in terra, el dulce Cristo en la tierra, como le llamaba Santa Catalina de Siena, y como el Padre repite con amor: para que le ilumine, le asista y le dé fortaleza, materna y paterna, para defender a la Iglesia contra los enemigos de dentro y de fuera.

La invocamos, Regina christianorum, para que nos encienda más y más en el deseo de llevar a todos los hombres a los pies de su Hijo; para que, como el ama de casa de la parábola evangélica, nos tome en sus manos y nos haga fermento bueno en la misma entraña de la gran masa del mundo. Así, bajo la protección de nuestra Madre del Cielo -nos dice el Padre-, tú, pequeño fermento, pequeña levadura, sabrás hacer que toda la masa de los hombres fermente en amor de Cristo, y sentirás aquellas ansias que a mí me hicieron escribir: Omnes -¡todos!, ¡que ni una sola alma se pierda!- cum Petro ad Iesum per Mariam.

A su protección, Regina Apostolorum, encomendamos de modo particular esas almas en las que puede arraigar la vocación de apóstol. Sabemos que la llamada a la Obra es una gracia especialísima, pero ¿qué no podrá conseguir una palabra, una mirada, un solo gesto de Nuestra Señora? Escúchanos, piadosa Madre de Cristo, pues el Hijo te honra no negándote nada 15.

Le pedimos, en fin, por el mundo, inmenso campo que el Señor nos ha confiado para que lo santifiquemos con nuestro trabajo. Ella, Regina mundi, hará realidad las ansias que llevamos en el corazón. No nos asusta la extensión de la tarea, ni nos acobarda nuestra pequeñez, ni tememos los ataques del enemigo de Dios, porque el Señor, a través de Nuestra Madre, nos dará las gracias necesarias. Y sentimos, ya desde ahora, que en sus manos podremos ofrecer a Dios un mundo santificado, redimido, en el que Cristo impere en la cima de todas las actividades humanas. María es siempre el camino que conduce a Cristo. Cada encuentro con Ella se resuelve necesariamente en un encuentro con Cristo mismo. ¿Qué otra cosa significa el continuo recurso a María, sino un buscar entre sus brazos, en Ella y por Ella y con Ella, a Cristo, nuestro Salvador? 16.

Tenemos todos los motivos para acudir siempre a María, en la seguridad de que siempre seremos escuchados, recordándole que jamás se -oyó decir, que ninguno de cuantos han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de vos.
Animado con esta confianza, a vos acudo, Virgen Madre de las vírgenes... Madre de Dios, no desechéis mis súplicas 17.

Ella es la seguridad, Ella es la esperanza, Ella es la Madre del Amor Hermoso. Ella es el principio y el asiento de la sabiduría; y Ella, la Virgen Madre, medianera de todas las gracias, es la que nos llevará de la mano hasta su Hijo, Jesús. Hijos míos, cuando estéis alegres y cuando estéis tristes; cuando vuestras miserias sean menos aparentes y cuando os pesen más; acudid siempre a María, porque Ella jamás os abandonará.

Sancta Maria, Regina Operis Dei, ora pro nobis.

(1) Ioann. XIX, 30;
(2) Hebr. VII, 25;
(3) I Petr. I, 18-19;
(4) Pío XII, enc. Ad Caeli Reginam, 11-X-1954;
(5) Santo Tomás, Comp. theol., cap. 241;
(6) Pío XII, enc. Ad Caeli Reginam, ll-X-1954;
(7) Ephes. IV, 13;
(8) León XIII, enc. Octobri mense, 22-IX-1891;
(9) Luc. I, 44;
(10) Ioann. II, 3;
(11) Ibid., 11;
(12) San Juan Damasceno, Encom. in Dormit. B. Mariae V;
(13) San Germán de Constantinopla, Como in S. Mariae Zonam;
(14) Carta Videns eos, 24-III-1931, n. 63;
(15) Inocencio III, Serm. in Nativ. B. Mariae V.;
(16) Pablo VI, enc. Mense maio, 29-IV-1965;
(17) Oración Memorare.

Let's block ads! (Why?)

08:31

Publicar un comentario

[facebook][blogger]

SacerdotesCatolicos

{facebook#https://www.facebook.com/pg/sacerdotes.catolicos.evangelizando} {twitter#https://twitter.com/ofsmexico} {google-plus#https://plus.google.com/+SacerdotesCatolicos} {pinterest#} {youtube#https://www.youtube.com/channel/UCfnrkUkpqrCpGFluxeM6-LA} {instagram#}

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Con tecnología de Blogger.
Javascript DesactivadoPor favor, active Javascript para ver todos los Widgets