Algún lector me ha pedido que cuente algunas cosas de mi vida. Mi infancia se desarrollaba en un mundo en el que la televisión era en blanco y negro y jamás pensé que algo así pudiera cambiar. La televisión era de esa manera y seguiría siendo así, del mismo modo que nunca pensé que pudiera haber más de un canal de televisión que cerraba la emisión a las 00:15 o 00:30.
En aquellos tiempos una llamada de teléfono era algo raro y caro. Como mucho había una llamada al día. Como media esas llamadas locales no duraban más de dos minutos, las interprovinciales eran todavía más caras.
Jamás pensamos que fueran a aparecer nunca ni los móviles ni Internet ni los ordenadores. Las películas nos habían familiarizado con la colonización del espacio. Pero, incluso entonces, todo se seguiría manejando con fichas, libros y papeles. Y sí, seguiría existiendo el teléfono, pero el normal, no el inalámbrico. Sea dicho de paso, yo era un niño bastante insoportable y chulito. Encantador, pero pesadísimo.
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