Pagola y cía: la infalibilidad al revés

En España, al menos, y en una buena parte de Hispanoamérica, la teología de los años setenta y ochenta, llegando en muchos casos hasta hoy, se ha nutrido de una serie de personas que alcanzaron y hoy mantienen la categoría de intocables e infalibles. Sus textos estaban por encima de toda crítica y revisión. Eran textos, perdón por el palabro, “axiomáticos”: no necesitaban demostración. Eran la demostración, el paradigma, la verdad cuasi con mayúscula.

Seguro que hay autores y libros que les suenan de algo. Podemos empezar por la cristología de González Fauss, el libro de los sacramentos de la vida de Boff, seguir por la moral de actitudes de Vidal, continuar por los múltiples comentarios y libros de Pagola, la alternativa cristiana de Castillo, para concluir con el canto del pájaro de Tony de Mello para la meditación. Oigan, que podía citar muchas más cosas, pero seguro que ya me comprenden con la muestra.

Axiomas. Punto. Paradigmas. La verdad definitiva. Y si alguien dijere lo contrario, cuestionase sus postulados, pusiera en sospecha por ligera que fura sus teorías y osase refutar sus postulados, sea anatema. Incluso aunque se tratase de la mismísima Congregación para la Doctrina de la Fe. Esa, con mayor motivo.

Se ha cambiado la prueba y ha sido reescrito el concilio, porque, hasta ahora, se leía en el número 23 de la constitución Dei Verbum: “Los exegetas católicos, y demás teólogos deben trabajar, aunando diligentemente sus fuerzas, para investigar y proponer las Letras divinas, bajo la vigilancia del Sagrado Magisterio”. Error. Grave error. Ese número lo que debe decir, o dice en espíritu, es que “el magisterio de la Iglesia debe trabajar bajo la vigilancia de los teólogos actuales, que son los que de verdad conocen el percal”.

Entiendo que es duro. Después de haberte pasado media vida con Fauss, Vidal, Boff y Pagola, a ver quién es el guapo que se embaúla entre pecho y espalda, por ejemplo, la Veritatis Splendor o es capaz de leerse sin perder la compostura las notas sobre Pagola, Vidal o Castillo, porque eso es como reconocer que durante muchos años alguien te ha estado tomando el pelo. La única solución es agarrarte a que en la Congregación no saben teología, que no evolucionan, que lo único que quieren es conservar los privilegios y manipular a la gente. Y, por supuesto, que hay que estar con los pobres.

Es decir, que aquí hay gente infalible “per se”, los Pagolas y cía, con especial privilegio no sabemos otorgado por quién, quizá por el pueblo, la base, la cotangente, que no necesita dar cuenta de sus escritos y elucubraciones a nadie, ni siquiera a la Iglesia. Los demás, del todo falibles, incluso falibles de mala voluntad que se niegan a dar al pueblo el evangelio y lo cambian por sus teorías caducas, especialmente las Congregaciones Romanas y la Conferencia Episcopal, que ya se sabe son, por definición, gente de mal vivir y peor pensar y actuar.

A mí me gustaría que alguien me lo explicara a ser posible sin insultos. Mi razonamiento es este: es la iglesia la que determina la fidelidad a la doctrina de teólogos y escritores, y lo que la Iglesia diga, me vale como criterio. Es decir, que si la Iglesia me dice, por ejemplo, que lo de Pagola no, pues uno entiende que no. Y si me dice que sí, pues entiendo que es una obra que se ajusta a la fe de la Iglesia. ¿Qué no debe ser así? Encantadísimo de que me lo expliquen, que prometo leerlo con detenimiento. 

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