OFICIO DE LECTURA - LUNES DE LA SEMANA V - TIEMPO DE CUARESMA
Propio del Tiempo. Salterio I.
Himno: ESTE LARGO MARTIRIO DE LA VIDA
Este largo martirio de la vida,
la fe tan viva y la esperanza muerta,
el alma desvelada y tan despierta
al dolor, y al consuelo tan dormida;
esta perpetua ausencia y despedida,
entrar el mal, cerrar tras sí la puerta,
con diligencia y gana descubierta
de que el bien no halle entrada ni salida;
ser los alivios más sangrientos lazos
y riendas libres de los desconciertos,
efectos son, Señor, de mis pecados,
de que me han de librar esos tus brazos
que para recibirme están abiertos
y por no castigarme están clavados. Amén.
V. Convertíos y creed la Buena Noticia.
R. Porque está cerca el reino de Dios.
PRIMERA LECTURA
Año I
De la carta a los Hebreos 11, 1-19
LA FE DE LOS ANTIGUOS PADRES
Hermanos: La fe es la firme seguridad de los bienes que se esperan, la plena convicción de las realidades que no se ven. A causa de ella fueron alabados nuestros mayores.
Por la fe sabemos que el universo fue formado por la Palabra de Dios, de modo que lo visible ha tenido su origen en una causa invisible.
Por la fe ofreció Abel a Dios un sacrificio más excelente que el de Caín; por ella fue proclamado justo, dando Dios mismo testimonio a favor de sus ofrendas, y por la fe continúa hablando aun después de su muerte.
Por la fe fue trasladado Henoc sin experimentar la muerte: «No fue hallado más, porque Dios se lo llevó.» Pero antes de ser trasladado se da testimonio en su favor de que «había sido grato a Dios». Ahora bien, sin la fe es imposible agradar a Dios, pues el que se acerca a Dios debe creer que existe y que es remunerador de los que lo buscan.
Por la fe, movido de religioso temor, Noé fabricó el arca para salvar a su familia, advertido por Dios de lo que aún no se veía venir; e, igualmente por la fe, condenó al mundo y se hizo heredero de la justificación que se alcanza por la fe.
Por la fe obedeció Abraham al ser llamado por Dios, saliendo hacia la tierra que había de recibir en herencia, y salió sin saber a dónde iba. Por la fe peregrinó por la tierra prometida, como en tierra extraña, habitando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de las mismas promesas, pues esperaba entrar en esa ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es el mismo Dios.
Por la fe la misma Sara, a pesar de su avanzada edad, recibió el poder de ser madre, pues tuvo fe en aquel que se lo había prometido. Y, por esto mismo, de un solo hombre, ya incapaz de transmitir la vida, nacieron hijos, «numerosos como las estrellas del cielo, incontables como las arenas del mar».
En la fe murieron todos ellos, sin haber alcanzado la realización de las promesas, pero las vieron desde lejos y las saludaron, reconociendo que eran «forasteros y peregrinos sobre la tierra». En verdad que quienes así se expresan dan a entender claramente que van en busca de una patria, pues, si hubiesen pensado en aquella de la que habían salido, ocasiones tuvieron para volver a ella. Pero ellos aspiraban a una patria mejor, es decir, a la celestial. Por eso Dios no se desdeña de llamarse su Dios, pues les tenía ya preparada una ciudad.
Por la fe, puesto a prueba, ofreció Abraham a Isaac; y ofrecía a su unigénito, a aquel que era el depositario de las promesas, respecto del cual Dios le había dicho: «Por Isaac tendrás descendencia.» Concluyó de todo ello que Dios podía resucitarlo de entre los muertos; y por eso lo recuperó como un símbolo.
RESPONSORIO Hb 11,17. 19; Rm 4, 17
R. Por la fe, puesto a prueba, ofreció Abraham a Isaac; y ofrecía a su unigénito, a aquel que era el depositario de las promesas; * concluyó de todo ello que Dios podía resucitarlo de entre los muertos.
V. Creyó en aquel que da la vida a los muertos y llama a la existencia a lo que no es.
R. Concluyó de todo ello que Dios podía resucitarlo de entre los muertos.
Año II
Año II
Del libro de los Números 13, 1-4a. 18-34
EXPLORADORES ISRAELÍES SON ENVIADOS A LA TIERRA DE CANAÁN
En aquellos días, el pueblo de Israel partió de Haserot y acampó en el desierto de Farán. Allí dijo el Señor a Moisés:
«Envía algunos hombres a explorar el país de Canaán que yo voy a entregar a los hijos de Israel. Envía uno de cada tribu, y que todos ellos sean jefes.»
Moisés los envió desde el desierto de Farán, según la orden del Señor; todos eran jefes israelíes. Moisés los envió a explorar el país de Canaán, diciéndoles:
«Subid por el desierto del Negueb hasta la montaña. Observad cómo es el país y sus habitantes, si son fuertes o débiles, escasos o numerosos; y cómo es la región, buena o mala; cómo son las ciudades que habitan, si son de tiendas o amuralladas; y cómo es la tierra, fértil o estéril, con árboles o sin ellos. Sed valientes y traednos algunos frutos del país.»
Era la estación en que maduran las primeras uvas. Subieron ellos y exploraron el país desde Sin hasta Rejob, junto a la Entrada de Jamat. Subieron primero por el desierto y llegaron hasta Hebrón, donde vivían Ajimán, Sesay y Tolmay, hijos de Anac. (Hebrón había sido fundada siete años antes que Tanis de Egipto.) Cuando pasaron por el Valle de Eshkol, cortaron un ramo con un solo racimo de uvas, lo colgaron en una vara y lo llevaron entre dos. También cortaron granadas e higos. Ese lugar se llamó Valle de Eshkol, o del Racimo, por el racimo que cortaron allí los israelíes. Al cabo de cuarenta días volvieron de explorar el país; y se presentaron a Moisés, a Aarón y a toda la comunidad israelita, en el desierto de Farán, en Cadés. Presentaron su informe a toda la comunidad y les enseñaron los frutos del país. Les contaron lo siguiente:
«Hemos entrado en el país adonde nos enviaste; es una tierra que mana leche y miel; aquí tenéis sus frutos. Pero el pueblo que habita el país es poderoso, tienen grandes ciudades fortificadas, y hasta hemos visto allí descendientes de Anac. Amalec vive en la región del desierto, los hititas, yebuseos y amorreos viven en la montaña, los cananeos junto al mar y junto al Jordán.»
Caleb hizo callar al pueblo, que se comenzaba a inquietar contra Moisés, y dijo:
«Tenemos que subir y apoderarnos del país, pues sin duda que somos capaces de ello.»
Pero los que habían subido con él replicaron:
«No podemos atacar a ese pueblo, porque es más fuerte que nosotros.»
Y desacreditaban ante los hijos de Israel a la tierra que habían explorado:
«La tierra que hemos recorrido y explorado es una tierra que devora a sus habitantes; el pueblo que hemos visto en ella es de gran estatura. Hemos visto allí hasta gigantes, hijos de Anac. A su lado nosotros parecíamos grillos, y así nos veían también ellos a nosotros.»
RESPONSORIO Dt 1, 31. 32. 26. 27
R. El Señor, tu Dios, te llevó en el desierto, como un hombre lleva a su hijo, pero vosotros * no tuvisteis confianza en el Señor, vuestro Dios.
V. Vosotros no quisisteis subir a tomar posesión de vuestra tierra, fuisteis rebeldes a la orden del Señor, vuestro Dios, y os pusisteis a murmurar.
R. No tuvisteis confianza en el Señor, vuestro Dios.
SEGUNDA LECTURA
Del Comentario de san Juan Fisher, obispo y mártir, sobre los salmos
(Salmo 129: Opera omnia, edición 1579, p. 1610)
SI ALGUNO PECA, ABOGADO TENEMOS ANTE EL PADRE
Nuestro sumo sacerdote es Cristo Jesús y nuestro sacrificio es su cuerpo precioso, que él inmoló en el ara de la cruz por la salvación de todos los hombres.
La sangre derramada por nuestra redención no era de terneros o de machos cabríos (como en la ley antigua), sino la del Cordero inmaculado, Cristo Jesús, nuestro salvador. El templo en que ofició nuestro sumo sacerdote no era hecho por mano de hombre, sino edificado únicamente por el poder de Dios. Y así, él derramó su sangre a la vista de todo el mundo; y el mundo es el templo construido por la sola mano de Dios.
Este templo tiene dos partes: una es esta tierra que nosotros habitamos al presente, la otra nos es aún desconocida a nosotros, mortales.
Primero, cuando sufrió la muerte dolorosísima, ofreció el sacrificio aquí en la tierra. Después, cuando revestido de la nueva inmortalidad penetró por su propia sangre en el santuario, esto es, en el cielo, presentó ante el trono del Padre aquella sangre de un valor inmenso, que había derramado abundantemente por todos los hombres, sujetos al pecado.
Este sacrificio es tan acepto y agradable a Dios que, en el mismo instante en que lo mira, compadecido de nosotros, se ve forzado a otorgar su clemencia a todos los que se arrepienten de verdad.
Es, además, un sacrificio eterno, ya que se ofrece no sólo cada año (como sucedía entre los judíos), sino cada día, más aún, cada hora y a cada momento, para que en él hallemos consuelo y alivio.
Respecto de él, dice el Apóstol: Obteniendo una redención eterna, pues de este sagrado y eterno sacrificio se benefician todos aquellos que están verdaderamente contritos y arrepentidos de los pecados cometidos, los que tienen un decidido propósito de no reincidir en sus malas costumbres y perseverar con constancia en el camino de las virtudes que han emprendido.
Lo cual expresa san Juan con estas palabras: Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Si alguno peca, abogado tenemos ante el Padre, a Jesucristo, el justo. Él es propiciación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino por los del mundo entero.
RESPONSORIO Rm 5, 10. 8. 9
R. Si, siendo aún enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, * con mayor razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida.
V. Siendo todavía pecadores, murió Cristo por nosotros.
R. Con mayor razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida.
ORACIÓN.
OREMOS,
Señor, Dios nuestro, que por el amor inefable que nos tienes nos enriqueces con toda clase de bendiciones, concédenos pasar de nuestras antiguas faltas a una vida nueva, para prepararnos convenientemente a la gloria del reino celestial. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
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