Oficio de lecturas - Domingo de la Pasión del Señor o de Ramos - Tiempo de Cuaresma



OFICIO DE LECTURA - DOMINGO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR O DE RAMOS - TIEMPO DE CUARESMA
Propio del Tiempo.

Himno: ¿QUIÉN ES ESTE QUE VIENE?
¿Quién es este que viene,

recién atardecido,
cubierto por su sangre
como varón que pisa los racimos?

¿Quién es este que vuelve,
glorioso y malherido,
y, a precio de su muerte,
compra la paz y libra a los cautivos?

Se durmió con los muertos,
y reina entre los vivos;
no le venció la fosa,
porque el Señor sostuvo a su elegido.

Anunciad a los pueblos
qué habéis visto y oído;
aclamad al que viene
como la paz, bajo un clamor de olivos. Amén.



V. Cuando sea yo levantado en alto sobre la tierra. 
R. Atraeré a todos hacia mí. 


PRIMERA LECTURA

Año I

Del libro del profeta Isaías 50, 4--51, 3

EL SIERVO DEL SEÑOR SOPORTA LA PRUEBA

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana despierta mi oído, para que escuche como los iniciados. El Señor me abrió el oído: yo no me resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.

Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos. ¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque. Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará? Mirad, todos se consumen como ropa, los roe la polilla.

¿Quién de vosotros teme al Señor y escucha la voz de su siervo? Aunque camine en tinieblas, sin un rayo de luz, que confíe en el nombre del Señor y se apoye en su Dios. Atención, vosotros, los que atizáis el fuego y encendéis teas: id a la hoguera de vuestro fuego, de las teas que habéis encendido. Así os tratará mi mano, yaceréis en el tormento.

Escuchadme, los que vais tras la justicia, los que buscáis al Señor: Mirad la roca de donde os tallaron, la cantera de donde os extrajeron; mirad a Abraham, vuestro Padre, y a Sara, que os dio a luz; cuando lo llamé, era uno, pero lo bendije y lo multipliqué.
El Señor consuela a Sión, consuela a sus ruinas: convertirá su desierto en un edén, su yermo en jardín del Señor; allí habrá gozo y alegría, con acción de gracias al son de instrumentos.

RESPONSORIO Is 50, 5.6a; Lc 12, 50

R. El Señor me abrió el oído: yo no me resistí ni me eché atrás: * ofrecí la espalda a los que me golpeaban.
V. Tengo que recibir un bautismo, y ¡qué impaciente estoy por sumergirme en él! 


R. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban.

Año II
Del libro del profeta Jeremías 22, 1-9; 23, 1.8

INVECTIVA CONTRA LOS REYES PERVERSOS. PROMESA DE UN REY JUSTO, HIJO DE DAVID

Así dice el Señor:

«Baja al palacio real de Judá y proclama allí lo siguiente: Escuchad la palabra del Señor, rey de Judá, que ocupas el trono de David, y también tus ministros y el pueblo, que entra por estas puertas: Así dice el Señor:

"Haced justicia y derecho, librad al oprimido de la mano del opresor; no abuséis del forastero, del huérfano y de la viuda; no derraméis sangre inocente en este lugar.

Si cumplís estos mandatos, podréis entrar por estas puertas los reyes que ocupáis el trono de Dios, montados en carros de caballos, acompañados de vuestros ministros y del pueblo. Y, si no cumplís estos mandatos, juro por mí mismo -oráculo del Señor- que este palacio se convertirá en ruinas. Pues así dice el Señor al palacio real de Judá:

Aunque fueras para mí como Galaad o la cumbre del Líbano, juro que haré de ti un desierto, una ciudad deshabitada; consagraré a tus devastadores, cada uno con sus armas, para que talen tus mejores cedros y los echen al fuego. Llegarán muchos pueblos a esta ciudad, y se preguntarán unos a otros: '¿Por qué trató así el Señor a esta gran ciudad?' Y responderán: 'Porque abandonaron la alianza del Señor, su Dios, y sirvieron y adoraron a dioses extranjeros.'"

"¡Ay de los pastores que dispersan y extravían las ovejas de mi rebaño!" -oráculo del Señor-. Pues así dice el Señor, Dios de Israel, a los pastores que pastorean a mi pueblo: "Vosotros dispersasteis mis ovejas, las expulsasteis, no hicisteis cuenta de ellas; pues yo os tomaré cuentas de vuestras malas acciones -oráculo del Señor-. Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas en todos los países adonde las expulsé, las volveré a traer a sus dehesas, para que crezcan y se multipliquen. Les daré pastores que las pastoreen: no temerán, ni se espantarán, ni se perderán -oráculo del Señor-.

Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que daré a David un vástago legítimo: reinará como rey prudente, hará justicia y ejercerá el derecho en la tierra; en sus días se salvará Judá, Israel habitará seguro. Y lo llamarán con este nombre: 'El-Señor-nuestra-justicia'.

Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que ya no se dirá: 'Vive el Señor, que sacó a los israelitas de Egipto', sino que se dirá: 'Vive el Señor, que sacó a la estirpe de Israel del país del norte y de todos los países adonde los expulsó, y los trajo a sus tierras."'»

RESPONSORIO    Za 9, 9; Jr 23, 5

R. Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén. Mira a tu Rey que viene a ti; * modesto y cabalgando en un asno.
V. Reinará como rey prudente, hará justicia y ejercerá el derecho en la tierra.
R. Modesto y cabalgando en un asno.

SEGUNDA LECTURA

De las Disertaciones de San Andrés de Creta, obispo
(Disertación 9, Sobre el domingo de ramos: PG 97, 990-994)

BENDITO EL QUE VIENE EN NOMBRE DEL SEÑOR, EL REY DE ISRAEL.

Venid, subamos juntos al monte de los Olivos y salgamos al encuentro de Cristo, que vuelve hoy desde Betania, y que se encamina por su propia voluntad hacia aquella venerable y bienaventurada pasión, para llevar a término el misterio de nuestra salvación.

Viene, en efecto, voluntariamente hacia Jerusalén, el mismo que, por amor a nosotros, bajó del cielo para exaltarnos con él, como dice la Escritura, por encima de todo principado, potestad, virtud y dominación, y de todo ser que exista, a nosotros que yacíamos postrados.

Él viene, pero no como quien toma posesión de su gloria, con fasto y ostentación. No gritará -dice la Escritura-, no clamará, no voceará por las calles, sino que será manso y humilde, con apariencia insignificante, aunque le ha sido preparada una entrada suntuosa.

Corramos, pues, con el que se dirige con presteza a la pasión, e imitemos a los que salían a su encuentro. No para alfombrarle el camino con ramos de olivo, tapices, mantos y ramas de palmera, sino para poner bajo sus pies nuestras propias personas, con un espíritu humillado al máximo, con una mente y un propósito sinceros, para que podamos así recibir a la Palabra que viene a nosotros y dar cabida a Dios, a quien nadie puede contener.

Alegrémonos, por tanto, de que se nos haya mostrado con tanta mansedumbre aquel que es manso y que sube sobre el ocaso de nuestra pequeñez, a tal extremo, que vino y convivió con nosotros, para elevarnos hasta sí mismo, haciéndose de nuestra familia.

Dice el salmo: Subió a lo más alto de los cielos, hacia oriente (hacia su propia gloria y divinidad, interpreto yo), con las primicias de nuestra naturaleza, hasta la cual se había abajado Impregnándose de ella; sin embargo, no por ello abandona su inclinación hacia el género humano, sino que seguirá cuidando de él para irlo elevando de gloria en gloria, desde lo ínfimo de la tierra, hasta hacerlo partícipe de su propia sublimidad. 

Así, pues, en vez de unas túnicas o unos ramos inanimados, en vez de unas ramas de arbustos, que pronto pierden su verdor y que por poco tiempo recrean la mirada, pongámonos nosotros mismos bajo los pies de Cristo, revestidos de su gracia, mejor aún, de toda su persona, porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo; extendámonos tendidos a sus pies, a manera de túnicas.

Nosotros, que antes éramos como escarlata por la inmundicia de nuestros pecados, pero que después nos hemos vuelto blancos como la nieve con el baño saludable del bautismo, ofrezcamos al vencedor de la muerte no ya ramas de palmera, sino el botín de su victoria, que somos nosotros mismos.

Aclamémoslo también nosotros, como hacían los niños, agitando los ramos espirituales del alma y diciéndole un día y otro: Bendito el que viene en nombre del Señor, el rey de Israel.

RESPONSORIO    Jn 12, 12. 13; Mt 21, 8. 9

R. Cuando la multitud se enteró de que Jesús llegaba a Jerusalén, salió a su encuentro. Un inmenso gentío iba tendiendo sus mantos por el camino; otros cortaban ramas de los árboles y alfombraban con ellas el camino y gritaban: * «¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!»
V. La muchedumbre que lo precedía y también la que iba detrás gritaban:
R. «¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!»

ORACIÓN.

OREMOS,
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que nuestro Salvador se anonadase, haciéndose hombre y muriendo en la cruz, para que todos nosotros imitáramos su ejemplo de humildad, concédenos seguir las enseñanzas de su pasión, para que un día participemos en su resurrección gloriosa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.

R. Demos gracias a Dios.

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07:44

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