La retirada de la placa de los mártires en el cementerio de Carabanchel

Ayer el ayuntamiento de Madrid, cuya alcaldesa es doña Manuela Carmena, sufrió un ataque agudo de memoritis histórica y se lanzó a la retirada por las bravas de lo que ellos, asesorados por la hija de la primera mujer de Fidel Castro, consideran que es apología del franquismo, vivas a la dictadura y traba para la definitiva reconciliación de los españoles.

Cayó alguna placa, derribaron el monolito dedicado a los alféreces provisionales, y, no contentos con esto, se dirigieron al cementerio parroquial de Carabanchel, propiedad de la parroquia, y ahí arrancaron una placa dedicada a ocho beatos carmelitas asesinados en 1936 por odio a la fe. Parece que la alcaldesa ha reconocido el error y se repondrá la placa. Menos mal. Pero esto nos hace pensar en un par de cosas.

La primera, que esta gente, los llamados “podemitas”, ven cualquier cosa que huela a religión y sufren un ataque de ansiedad que les obnubila el pensamiento. Ni estaba la placa en la manipuladísima lista de lo que hay que suprimir ni tiene nada que ver con fascismo, ni aquellos pobres frailes podían ser acusados de franquistas, sediciosos o anti revolucionarios. Pero ya ven, acudieron los operarios, sin saber muy bien por qué ¡ja! porque uno no se atreve a cargarse una placa así si no tienen órdenes muy concretas, vieron una placa dedicada a unos frailes fusilados en 1936 y entendieron que eso hacía daño a la vista. Sí, a la suya.

Esto se llama sectarismo, que acaba en lo que acaba: todo aquello que huele a cirio, incienso o sacristía, no tiene derecho a existir y punto. Pero hay otra cosa que me preocupa tanto o más que la primera. Y es que esa placa estaba colocada en un cementerio propiedad de la Iglesia católica, no del municipio.

Uno se pensaba que la propiedad privada es algo inviolable, y que si en tu casa, cementerio, huerto o jardín se presume pueda estarse cometiendo un delito, hay unos trámites previos, entre otros, básico, y esto la señora Carmena lo debe saber por su profesión, un mandamiento judicial. Y si el juez dice que no puedo realizar una actividad, lucir una bandera, o que tal imagen en mi fachada es injuriosa para alguien, pues da una orden de retirada y me aguanto, que así son las cosas.

En este caso no. Ni juez, ni orden ni leches. Ni plantearse si la placa va contra algo, que no, ni si está en pared ajena, que sí. Pero es su forma de funcionar. Arrasan sin tener en cuenta los más mínimos derechos de las personas o colectivos. Son la nueva legalidad, la definitiva democracia y los guardianes del orden y la justicia. Pero ¡oh despiste! se presentan en un cementerio de la iglesia, arrancan una placa porque sí y aquí no ha pasado nada.

La diócesis de Madrid ha sacado una nota de protesta, educada, suavecita, que estoy seguro que no ofenderá a nuestra alcaldesa. No sé si por la nota, o por alguna gestión más que desconozco, el caso es que van a reponer la placa -atónito me he quedado- y ya está.

No está mal. Ayer se cargaron no sé cuántas cosas de legalidad más que dudosa y van a reponer una. Qué buenos son. Y la retirada de supuestos monumentos franquistas se saca del pleno y se lleva a comisión de gobierno, que somos más y nadie nos toca las narices.

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03:49

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