En el convento franciscano de Betania (Al Azariya en árabe) se celebró a principios de septiembre la conclusión de la segunda fase de las excavaciones en los alrededores de la tumba de Lázaro, acto en el que participaron representantes de los diversos organismos e instituciones implicados.
Personas de procedencia académica o eclesiástica, cristianos o no, se han unido para sacar adelante una iniciativa que debe relanzar la ciudad de Betania como destino de peregrinaciones.
El proyecto ha requerido la cooperación de distintas personas e instituciones a nivel académico, económico y administrativo. El sitio arqueológico se extiende sobre tres propiedades pertenecientes a los franciscanos (en su mayor parte), los griegos ortodoxos y los musulmanes, y el proyecto ha permitido a jóvenes palestinos estudiantes de arquitectura adquirir experiencia práctica en su propio ámbito de estudios.
Los trabajos tienen importancia por una triple vertiente. Desde el punto de vista social, fray Ibrahim Faltas, ecónomo de la Custodia, señaló que las investigaciones sirven para que los jóvenes que trabajan en ellas descubran su propia historia como pueblo: "Vosotros escribís la historia descubriéndola con vuestras propias manos. Es una riqueza nacional que sacáis a la luz", les dijo.
Desde el punto de vista económico, los trabajos realizados contribuyen a dar vida a una ciudad que ha pasado momentos difíciles pero que sigue siendo el tercer lugar más turístico de los territorios Palestinos.
Pero, sobre todo, desde el punto de vista religioso, los peregrinos a Betania nunca olvidan que era el lugar donde vivían los grandes amigos de Jesús, a quienes solía visitar para pasar unos días en descanso y familiaridad: los hermanos Marta, María y Lázaro, a quien resucitó en uno de los momentos más conmovedores del Evangelio, cuando el Salvador "se conmovió en lo más hondo" y "lloró" (Jn 11, 1-45) por su amigo viendo el dolor de los demás.
La época bizantina y la cruzada son los períodos más importantes de esta ciudad. Se construyeron cuatro iglesias en las cercanías de la tumba de Lázaro. La primera se remonta a la época de Santa Elena, en el siglo IV. La última, sobre la tumba de San Lázaro, se remonta a la época de la reina Melisenda, en el siglo XII. Al lado se encontraban un monasterio y una torre que sería para proteger a las religiosas y a los peregrinos.
Las excavaciones en el lugar han permitido realizar un trabajo de estratigrafía de la ciudad, revelando las huellas de los períodos bizantino, musulmán, cruzado y otomano. Las excavaciones están solo comenzando, pero ya se ha descubierto un canal y un depósito de agua de la época cruzada, así como un muro que indica la existencia de dos salas, cuyo uso todavía es desconocido.
"El trabajo arqueológico preliminar se ha concluido este año", explica el arqueólogo Ibrahim Abu Amr: "El proyecto se propone ofrecer una experiencia práctica a los estudiantes de arqueología, mientras descubren las riquezas del sitio, para después hacerlo accesible a los turistas".
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