No sé el sueldo que tiene asignado el P. Lombardi como portavoz de la Santa Sede ni me importa, eso es cosa de otros, no sé si de la secretaría de estado, si directamente del santo padre o de quien sea. Supongo que no demasiado, pero es un suponer porque sí.
En cualquier caso, es poco. Lo que sea, es poco, muy poco. Porque no he visto hombre con más capacidad de aclarar, improvisar, ajustar, recolocar, resituar, ajustar, explicar, precisar y esclarecer hechos y palabras del papa Francisco que en un primer momento resultan de una cierta confusión.
Aunque algunos no se lo crean, que la gente malpensada abunda, uno, en principio, no tiene motivos para dudar ni de la buena voluntad del santo padre, su recta doctrina y su fidelidad a la tradición de la Iglesia. Tampoco puedo decir que el papa, como hay gente que lo afirma, diga cosas esencialmente contrarias a la fe de la Iglesia. Ni mucho menos que no sea un papa legítimo. Nada de nada.
Dicho esto, lo que a nadie se le escapa es que hay cosas de las que dice o hace el santo padre que llaman la atención. Que si por lo visto ha llamado por teléfono a una divorciada y le ha dicho que puede comulgar; que si la cruz comunista que entregó Evo Morales al papa era o significaba y gustó más o menos; que se reunió con tal persona pero que eso no significaba exactamente lo que la gente creyó que quería decir; que si en el sínodo no hay un complot y que aquella carta de los trece cardenales si, aunque bueno pero vaya; que en Cuba, aunque no se notara quizá demasiado, el papa habló de derechos humanos.
Lo cierto es que el P. Lombardi se pasa el día apagando fuegos, explicando, aclarando y lo que sea menester. Pues yo creo que esto es un trabajo que debe resultara agotador, porque supone estar todo el día delante de micrófonos interpretando las profundas intenciones y motivaciones de cosas que no son fáciles de entender.
Yo creo que una cosa es tener un portavoz para hacer un resumen de la amable supongo entrevista con Di Caprio y contarnos que hay un nuevo administrador apostólico en el norte del Kurdistán, y otra muy diferente tener que salir al paso día tras día de incomodísimas preguntas de gente que se siente confundida por algunos gestos del papa Francisco y necesita que le expliquen las cosas con claridad para evitar cualquier asomo de duda o inquietud. Con Benedicto XVI, que era alemán y de mente más cuadriculada, estoy seguro de que el portavoz gozaba de escasos sobresaltos.
No me digan que no tiene mérito que un padre jesuita, con 73 años que tiene ahora Lombardi, esté desempeñando esta importantísima función y encima sin perder la sonrisa. Por eso, sin saber el sueldo que tiene, que no me importa, y sea el que sea, este humilde servidor pide para el P. Lombardi aumento de sueldo, una condecoración pontificia y título nobiliario pontificio si fuera posible en clérigo, amén de una especialísima indulgencia plenaria. Qué caramba, se lo está mereciendo.
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