Papa Francisco, en su encuentro con las autoridades de Sarajevo, realizó un discurso basado en el diálogo y el entendimiento, en la colaboración y en la búsqueda del bien común. “Es para mí un motivo de alegría encontrarme en esta ciudad, que ha sufrido tanto a causa de los sangrientos conflictos del siglo pasado, y vuelve a ser un lugar de diálogo y de convivencia pacífica”, comenzaba el Papa Francisco: “Ha pasado de una cultura de la guerra a una cultura del encuentro”.
Durante su intervención recordó como en este lugar, desde hace siglos, “profesan religiones diferentes y pertenecen a etnias y culturas distintas, cada una con sus características peculiares y orgullosa de sus tradiciones específicas”: es la Jerusalén de Europa, explicó.
“Representa en efecto una encrucijada de culturas, naciones y religiones; y ese papel requiere que se construyan siempre nuevos puentes, que se sane y restaure los ya existentes, de modo que se asegure una comunicación fluida, segura y civil”, continuó el Papa, recordando la necesidad de un diálogo paciente y confiado, para que las personas, las familias y las comunidades puedan transmitir los valores de su propia cultura y acoger lo que hay de bueno en la experiencia de los demás.
El Papa Francisco recordó la visita histórica de San Juan Pablo II y mostró que llega como “peregrino de la paz y el diálogo”. “Es importante no contentarse con lo ya logrado, sino procurar que se adopten nuevas medidas para fortalecer la confianza y crear oportunidades para que aumente la comprensión y el respeto mutuos”, afirmaba el obispo de Roma, pidiendo “cercanía y colaboración de la Comunidad internacional, en particular de la Unión Europea, y de todos los países y organizaciones presentes y activas en el territorio de Bosnia y Herzegovina”.
Durante su intervención tuvo palabras de aliento a la reconciliación que se está llevando en ese lugar: “Testimonian ante el mundo que la colaboración entre los diversos grupos étnicos y religiones para el bien común es posible, que se puede dar una pluralidad de culturas y tradiciones que contribuyan a encontrar soluciones originales y eficaces a los problemas, que incluso las heridas más profundas pueden ser curadas a través de un proceso que purifique la memoria y dé esperanza para el futuro”.
“Para ello, es indispensable que todos los ciudadanos sean iguales ante la ley y su aplicación, independientemente de su origen étnico, religioso y geográfico: así todos y cada uno se sentirán plenamente participes de la vida pública y, disfrutando de los mismos derechos, podrán dar su contribución específica al bien común”, afirmó el Papa.
Terminó su discurso mostrando como la Iglesia Católica “participa en el trabajo de reconstrucción material y moral de Bosnia y Herzegovina” y la alegría de la Santa Sede “por todo el camino recorrido en estos años”.
cope.es
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