Hoy nos resulta extraño y hasta casi absurdo, pero lo normal, no digo en catedrales o basílicas, sino en una simple iglesia parroquial, era disponer, además del altar mayor, de varios retablos con altares laterales. Las razones eran varias. Por un lado, el culto a la Virgen o a determinados santos, que incluía algunas misas en su propio altar. Por otro, facilitar la celebración de la eucaristía a los diversos sacerdotes que pudieran tener algún tipo de relación con la parroquia, ya que la concelebración, como hoy la entendemos, es algo bastante reciente.
En uno de mis pueblos, Braojos, sabemos, y una fuente era el libro de difuntos, que llegó a haber siete altares. Recuerdo una antigua partida en la que constaba que el difunto dejó por su alma un buen número de misas, de las cuales catorce debían ser celebradas dos en cada uno de los altares de la parroquia.
Hoy, en Braojos, hemos perdido algunos de ellos. Mantenemos, evidentemente, el altar mayor, y aún nos quedan otros cuatro. En el lado de la epístola dos: uno, el del imponente retablo de la Asunción de la Virgen, obra de Gregorio Hernández y que corona una espléndida imagen del arcángel San Miguel en lucha contra el demonio; a su lado, un sencillísimo altar en un retablito dedicado al Niño Jesús de Praga. En el lado del evangelio, otros dos: el altar del retablo dedicado a la Virgen del Rosario, y el del retablo del Cristo de Burgos. Estos altares cuánto tiempo hará que no saben de una celebración eucarística. Desde luego, desde el pre concilio. Más de cincuenta años. He decidido celebrar, alguna vez, en estos altares.
La idea surgió hace apenas unos días cuando comenzamos a rezar en mis tres pueblos, tras la misa, la oración a San Miguel Arcángel, como ha pedido el santo padre. En Braojos alguien me dijo: “pues aquí tenemos una buena imagen del arcángel San Miguel…”. Por ahí comenzó la cosa… “¿Y si un día celebrásemos la misa de San Miguel en ese altar?”. Pues hecho… Y el caso es que al otro lado del transepto está el retablo con la imagen de la Virgen del Rosario, y el caso es que este próximo domingo es su fiesta… El lunes vamos a celebrar la misa en su altar. El miércoles en el de la Asunción, donde tenemos a San Miguel en lo alto.
No sé por qué se ha despreciado absolutamente todo lo que en las parroquias se ha vivido y usado durante tantos siglos: altares, ornamentos, costumbres, oraciones, vasos sagrados… y que tan buenos resultado nos dio. Tuvimos unos años en los que la consigna parecía aquello de antes muertos que antiguos. Cualquier cosa antes que ser tachados de carcas, antiguos, conservadores o retrógrados. Por tanto, aquellas casullas antiguas ¡de guitarra, por Dios! En jamás de los jamases. ¿Eran feas, eran malas, eran anti litúrgicas? No, eran antiguas… Pues sepan que servidor, contumaz en su carcundia, de vez en cuando se sube al sencillo museo parroquial de Braojos para buscar y luego usar antiguos ornamentos en ocasiones especiales. Tenemos un terno blanco del siglo XVIII, por ejemplo, del que no me resisto a utilizar la casulla en solemnidades especiales, por ejemplo. Impacta.
Y ya, en prueba de imposibilidad de mi vuelta a la modernez, sancocho temporal y aleación del antes y ahora, respondiendo a la llamada del papa Francisco -ahora- rezamos cada día la oración a San Miguel Arcángel y alguna vez celebraremos la misa en su altar del siglo XVII -antes-. Qué cosas. O quizá sea esto la Iglesia: vivir el hoy apoyados en la tradición de lo de siempre.
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