De las canteras a Melquiades

Tengo hecho el propósito de coleccionar pequeñas meteduras de pata en las lecturas de las misas dominicales. El problema es que tengo que ir a carreras de pueblo en pueblo y cuando quiero hacerlo ya se me ha olvidado.

Para que me entiendan. Hoy mismo. Un lector proclama el salmo responsorial, evidentemente diciendo, antes de nada, y solemnemente, eso de “salmo responsorial”, a pesar de que no sé las veces que tengo dicho que eso no se dice. Vana ilusión. Pues bien, la persona que lo proclama ha decidido que el pueblo de Dios estaba tan contento, pero tan contento, que la lengua, en lugar de cantares, se les llenaba de canteras, cosa curiosa realmente donde las haya.

Tú, sentado, sin querer perder la gravedad de tu condición sacerdotal y de presidente de la celebración, empiezas a imaginar una cantera en la boca de cada israelita… Pero claro, si son varias en cada boca, tienen que ser pequeñísimas, y los operarios ni te cuento, menos que liliputienses… Jorge, no te distraigas…

Otro lector (o lectora, que aquí a correctos y giliflautas no nos gana nadie) hoy mismo ha decidido que Jesucristo es sacerdote eterno según el rito de Melquiades, en lugar de Melquisedec. Está bien la novedad. Melquisedec sabemos que era un sumo sacerdote que bendijo a Abraham. ¿Pero Melquiades? La verdad es que Melquiades hay más bien pocos. Me suena un santo papa Melquiades del siglo IV y un político de la segunda república española. Desde luego, malamente podrían ser protagonistas del rito según el cual Jesucristo es constituido sumo sacerdote.

En otro salmo responsorial alguien decidió hacer sus particulares modificaciones en el salmo 44, de forma que la reina, en lugar de estar enjoyada con oro de Ofir, nunca demasiado lejos de tierras bíblicas, estaba enjoyada con oro de París, que en tiempos de salmos apenas existía y cuyo nombre, París, desde luego parece del siglo IV. Quizá el lector o lectora (recuerden lo de la corrección y la giliflautez) pensó, por su cuenta, que puestos a enjoyar a la reina lo suyo era acudir por lo menos a Cartier. Total, veinte o veinticinco siglos de más o menos tampoco van a ninguna parte.

Me van a decir que esas cosas se arreglan preparando bien las lecturas, o con un poco de suerte hasta me van a sugerir crear un equipo de lectores y tener con ellos clases y ensayos. La teoría es perfecta y sabida. La teoría. El problema es que poca gente puede garantizar su asistencia a la misa del domingo, que depende del tiempo, que vengan o no los nietos, de que tengan que trabajar el fin de semana (demasiado frecuente en pueblos de sierra que han de aprovechar la algo mayor asistencia de gente en fin de semana) o de cualquier otra cosa. Item más, mucha gente entre semana no tiene tiempo o vive fuera y bastante hacen.

Dicho esto, aceptando algún pequeño fallo del que yo mismo no estoy exento, tengo en los tres pueblos unos cuantos lectores de toda confianza. Por tanto, lo de la colección de pequeñas meteduras de pata no es fácil porque tampoco son tantas. Eso sí, se producen y son divertidísimas, aunque la mayor parte de las veces solo me entero yo.

Finalmente, agradecer a los lectores de mis tres pueblos su dedicación, espíritu de servicio y generosidad. Y agradecer esos ratillos íntimos de diversión que me regalan cuando, por ejemplo, me llevan a imaginar a Salomón buscando una pulsera de capricho para la reina en la mejor joyería de les Champs Elysées.

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11:02

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