La última guerra


Vivimos en una civilización en la que la guerra es siempre un mal negocio. En nuestra época, una guerra resulta siempre más costosa que los beneficios que se puedan obtener después: siempre, sin excepción.

Ya pasaron también los siglos en los que los monarcas (fueran persas o borbónicos) sentían fijación por agregar territorios. Ese concurso por la superficie, concurso bastante primitivo, ya pasó hace tiempo.

En el siglo XXI, sea como sea el ejército de una nación, siempre tiene capacidad para hacer daño donde más le duela a la nación que le ataque. A no ser que ataque un gigante a un enano: caso de Estados Unidos-Irak, de Rusia-Ucrania, etc. Pero salvo un desnivel formidable, incluso el más débil tiene capacidad para bombardear los núcleos urbanos del adversario en mayor o menor medida.


El resultado es que nunca vale la pena una guerra. A diferencia de siglos lejanos, ha dejado de valer la pena. ¿Esto significa el final de las guerras? Por supuesto que no, siempre habrá descerebrados. Y, desgraciadamente, siempre habrá conflictos regionales. Pero, para las naciones medianas, la guerra es ya de forma evidente una locura. 

Fue tan hermoso el espíritu que hubo al final de la I Guerra Mundial: la guerra que iba a acabar con todas las guerras. Muchos creyeron estar luchando la última guerra.

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13:29

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