Hoy he enseñado a algunas guías de “Alcalá Turismo y más” algunos aspectos de la antigua vida canonical de la catedral. Las guías suelen saber todos los pormenores del monumento que enseñan. Es algo que me sorprende cuando visito catedrales de España, el altísimo nivel de conocimiento que tienen.
Cuando se tiene ese nivel, siempre se agradece que alguien te diga algo nuevo. Yo, por lo menos, lo agradezco mucho.
Para que os hagáis una idea del poderío que tuvo la Iglesia Magistral, en 1479, en tiempos del arzobispo Carrillo, la iglesia contaba con doce canónigos y seis racioneros.
En tiempos de Cisneros contaba con 79 clérigos: un abad, 15 dignidades, 12 canónigos, 12 prebendas, 7 raciones, 8 capellanías perpetuas, 12 oficios (o lugares corales).
A este número, el cardenal Guillermo añadió otras 17 canonjías y prebendas, 12 raciones sine cura y otras 4 capellanías móviles ad nutum. Sencillamente impresionante. Ese templo era todo un microcosmos clerical. Un espacio sacro sin una sola bombilla, iluminado por la luz natural, las velas y las lámparas de aceite. Una isla sagrada en mitad de un pueblo lleno de fe. Los que entraban por la puerta de visita rezaban dentro, más o menos, pero rezaban.
Ahora las catedrales europeas yacen como inmensas osamentas de dinosaurios de lo que otrora fueron seres vivos. Su corazón sigue latiendo. Pero un grupito de ancianas en dos o tres misas diarias no tiene nada que ver con la fuerza y la gloria que llenó esos espacios. Estamos a veinte años de que esos grupos de ancianas desparezcan. El culto quedará reducido a las misas dominicales. Es el fin de las catedrales en medio de una sociedad que ya está a punto de ser postcristiana. En España solo el 15% de las bodas se celebran con el rito católico. Ya me gustaría que ese 15% de jóvenes fueran verdaderamente creyentes, aunque no practicaran. Las cosas están todavía peor.
Siempre lo he dicho que en estoy totalmente seguro de que en mi vida veré la expropiación de todas las catedrales. Ése será un fenómeno general en Europa.
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