"A Francisco no le hacen mella las criticas" (Víctor Manuel Fernández)

Es la segunda vez en poco tiempo que mons. Víctor Manuel “Tucho” Fernández, a la sazón arzobispo y flamantisismo y magnífico rector de la Universidad católica de Buenos Aires, se ha descolgado con las mismas declaraciones. Ahora en las paginas -amarillentas por amarillas- de RD, y de la mano del Vidal, “veneno mortal", que lo entrevista y lo publica. Bien se les puede aplicar aquello de que “Dios los cría y ellos se juntan". Ellos sabrán por qué. Otros lo sospechamos nada más; o nada menos.

Con todo, es una entrevista de muchísimo calado: primero, por lo que dice; pero también por lo que no dice. Y por eso voy a recoger los momentos que, a mi modo de ver, son los más importantes. Y los glosaremos convenientemente, como tenemos por norma. Siempre con la intención clara de ayudar en estos tiempos que, como mínimo, vienen revueltos: algo así como lo que traen los tifones y huracanes del Caribe, que son de todo menos benignos.

El párrafo completo, en el que se explaya sobre el efecto de las críticas en el Papa, no tiene desperdicio: “A Francisco no le hacen mella las críticas, aunque sean tan terribles como tacharle de hereje o cismático. Críticas de las peores que se pueden decir de un papa". 

Sinceramente, son palabras que, dichas por quien es la mano izquierda del propio Papa -asesor suyo desde Aparecida, hace ya unos cuantos años-, me quitan un peso de encima. Por varios motivos.

El primero: por si alguna apreciación mía, comentado palabras o gestos de Francisco, a alguien le ha podido parecer “negativa” o “equivocada", y que podría hacerle daño, al Papa. Ya se ve que no: y me alegro infinito.

El segundo: porque, también en boca de Fernández, el Papa se crece con estas críticas, porque las ve como un signo de Iglesia “viva": la Iglesia “necesita” de las controversias para salir del sopor, para no adormecerse, para no encerrarse en sí misma, para estar siempre abierta, etc. Son todo ideas y palabras, casi textuales, tanto del propio pontífice como de mons. Víctor Manuel.

El tercero: porque aquello de “¡armen lío!” está plenamente vigente en el horizonte eclesiológico actual, en la “nueva” iglesia; claro que, en esto como en todo, lo del “lío” también depende de por quién o por dónde venga; porque ya se sabe que “no todo es blanco o negro". Las dos frases -lo del lío y lo de los colores- son de autoría papal en exclusiva.

Y cuarto: porque estas explicaciones de Fernández dejan sin argumentos a los que “se escandalizan” por las críticas al Papa, y pretenden que no se diga nada que pueda sonar a algo “negativo” o poco respetuoso; no se dan cuenta de que, con esa actitud de silencio y de silenciar, van en dirección contraria a lo que el propio Papa quiere y reclama: luego no están en la presente línea eclesiológica. Que lo sepan. El mismo Víctor Manuel acude en su ayuda -de estos últimos-, y les explica: “Tampoco se trata de defender un documento porque sí, porque es del Papa. En todo caso, si uno lo defiende tiene que mostrar las razones y los argumentos que le mueven, desde la razón también, a comprenderlo y aceptarlo".

“A sensu contrario” también vale el consejo, por supuesto: si se critica, ha de ser también con la razón, además de los argumentos teológicos y doctrinales que se puedan aducir.

Lógicamente, mons. Fernández, explica por qué no le hacen mella: “Tiene una libertad interior enorme. Creo que viene de su formación espiritual", que le “ayuda a recordar que Dios es el único absoluto. que lo demás pasa, y que hay que relativizar lo que puedan decir de uno". “Él tiene una gran confianza en Dios, siente que está respondiendo a un llamado de Dios". Así de fuerte es el Papa que tenemos. Y con una fortaleza interior -parece- a prueba de bombas.

Desde la cercanía que tiene y mantiene -dicen que está más en Roma que en Buenos Aires-, nos adentra en el interior del personaje: “El Papa es una persona de palabra simple, de lenguaje llano, de gestos más que de elucubraciones. Pero hay gente que se engaña, suponiendo que es una persona que no posee un pensamiento hondo. Lo tiene desde joven, […] A él no le gusta mostrar esa erudición (que dice Fernández la recuerdan sus alumnos: “su erudición y su profundidad"), porque piensa y dice que la realidad es superior a la idea. A veces nos entretenemos en las elucubraciones y las argumentaciones, y se nos escapa la realidad". “De todos modos -añade-, hay que saber escucharlo y saber leerlo, para reconocer, detrás de su sencillez, la hondura humana y teológica del planteo” de los temas por parte del Papa.

Como es natural, sólo desde la cercanía que mons. “Tucho” Fernandez tiene con el Romano Pontífice se puede penetrar tan profundamente en su alma. Los que estamos más lejos no podemos hacerlo. Por eso, es el mismo Francisco quien primero nos disculpa si ve que no hemos llegado hasta ahí: lo comprende perfectamente. Y le agradecemos de veras esa misericordia suya que le desborda y nos beneficia. Y hacemos votos para que siga con esa hondura humana y teológica, con esa sencillez, con esa llaneza, con esa erudición y con esos gestos que todo el mundo entiende.

El último ha sido que se publiquen en las AAS no sólo la exhortación pastoral “Amoris laetitia", sino también la concreción pastoral que de la misma hicieron los obispos del área de Buenos Aires, más la carta que de respuesta dio Francisco a uno de ellos. Todo un gesto, qué duda cabe. Claro que, el tal gesto, tiene dos interpretaciones contrapuestas. Una, la que le da Fernández: que, de este modo, ya ha respondido el Papa a todas las pegas habidas y por haber. Otra, que más parece un “¡trágala!” que una respuesta, porque con eso no ha respondido a nada. O también y como me decía mi abuela: “¡no quieres taza, pues taza y media!". ¡Ala!

Pero lo más importante de toda la entrevista -a mi modo de ver, como es natural- es lo que les escribo a continuación; porque es la visión del propio Francisco, una visión que va más allá de él mismo, una visión de iluminado, de “estar respondiendo a un llamado de Dios". Y copio: “Cuando él dice que el tiempo es superior al espacio, expresa que no interesa tanto dominar espacios, sino iniciar procesos, motivarlos, despertarlos. Porque estos procesos, después de que estemos muertos, van a seguir dando vueltas por el mundo. Como un río que corre, que aunque no lo veamos está ahí, produciendo efectos nuevos. Él está convencido de que no se trata de que él logre, en su pontificado, instalar cosas con una fuerza enorme, sino comenzar esos procesos, que irán fructificando quién sabe cómo".

¡Tal cual! Y Víctor Manuel “Tucho” Fernández, sabe de qué y de quién está hablando, porque esto no creo que sea cosecha suya personal. O sí. Por cierto, el mons. no puede hablar más claro. Y si alguno no lo entiende, tiene un problema. También puede preguntarle, por si tiene a bien contestarle.

Pero ésto, como no esté realmente el Espíritu Santo detrás, pues mejor nos coja confesados. Y rezando como nunca lo hayamos hecho: los tiempos nos lo exigen.

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04:30

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