La liturgia diaria meditada - El Reino de Dios viene sin dejarse sentir (Lc 17,20-25) 16/11


Jueves 16 de Noviembre de 2017
Misa a elección:

Feria. Verde.
Santa Margarita de Escocia. (ML). Blanco.
Santa Gertrudis, virgen. (ML). Blanco.

Santa Margarita se casó con el rey de Escocia, Malcom III. Con su vida de oración y de ayuda a los necesitados, fue un ejemplo para toda la corte y también para la jerarquía de la Iglesia de su reino. Instó a los obispos de Escocia a reunirse en un concilio, fruto del cual se propagó en el pueblo el valor de la Eucaristía y del domingo como día del Señor. Murió en el año 1093.

Santa Gertrudis, desde pequeña vivió en la abadía benedictina de Helfta (Alemania). Fue una gran mística, y se dedicó con devoción al estudio de las Sagradas Escrituras y de los tratados de los Padres de la Iglesia. Escribió varias obras de espiritualidad, entre ellas, el Legado de la divina piedad y el Libro de la gracia especial. Murió en 1302.

Antífona de entrada         Cf. Sal 87, 3
Que mi plegaria llegue a tu presencia, Señor; inclina tu oído a mi clamor.

Oración colecta    
Dios todopoderoso y rico en misericordia, aleja de nosotros todos los males, para que, sin impedimentos en el alma y en el cuerpo, cumplamos tu voluntad con libertad de espíritu. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

O bien:         de santa Margarita
Dios nuestro, que infundiste en santa Margarita una admirable caridad hacia los pobres; concédenos, por su intercesión y a ejemplo suyo, que siempre manifestemos ante los hombres la imagen de tu bondad. Por nuestro Señor Jesucristo…

O bien:         de santa Gertrudis

Dios nuestro, que habitaste con agrado en el corazón de santa Gertrudis, virgen, disipa, por sus ruegos, las tinieblas de nuestro corazón, para que podamos experimentar con alegría tu presencia y tu acción en nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo…

Oración sobre las ofrendas       
Mira con bondad este sacrificio, Señor, y concédenos alcanzar los frutos de la pasión de tu Hijo, que ahora celebramos sacramentalmente. Él que vive y reina por los siglos de los siglos.

Antífona de comunión      Cf. Sal 22, 1-2
El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. Él me hace descansar en verdes praderas y me conduce a las aguas tranquilas.

Oración después de la comunión

Te damos gracias, Padre, por la eucaristía que nos ha alimentado; imploramos tu misericordia para que, por el Espíritu Santo, quienes recibimos la fuerza de lo alto perseveremos fielmente. Por Jesucristo, nuestro Señor.


Lectura        Sab 7, 22—8, 1
Lectura del libro de la Sabiduría.
En la Sabiduría hay un espíritu inteligente, santo, único, multiforme, sutil, ágil, perspicaz, sin mancha, diáfano, inalterable, amante del bien, agudo, libre, bienhechor, amigo de los hombres, firme, seguro, sereno, que todo lo puede, lo observa todo y penetra en todos los espíritus: en los inteligentes, los puros y hasta los más sutiles. La Sabiduría es más ágil que cualquier movimiento; a causa de su pureza, lo atraviesa y penetra todo. Ella es exhalación del poder de Dios, una emanación pura de la gloria del Todopoderoso: por eso, nada manchado puede alcanzarla. Ella es el resplandor de la luz eterna, un espejo sin mancha de la actividad de Dios y una imagen de su bondad. Aunque es una sola, lo puede todo; permaneciendo en sí misma, renueva el universo; de generación en generación, entra en las almas santas, para hacer amigos de Dios y profetas. Porque Dios ama únicamente a los que conviven con la Sabiduría. Ella, en efecto, es más radiante que el sol y supera a todas las constelaciones; es más luminosa que la misma luz, ya que la luz cede su lugar a la noche, pero contra la Sabiduría no prevalece el mal. Ella despliega su fuerza de un extremo hasta el otro, y todo lo administra de la mejor manera.
Palabra de Dios.

Comentario
En esta personificación de la sabiduría, muchos estudiosos han visto una descripción del Espíritu Santo. Meditemos las acciones que describe el texto. Todo esto hace el Espíritu Santo en nosotros, porque actúa como un soplo: alienta, empuja, dinamiza… todo lo recrea con su belleza.

Salmo 118, 89-91. 130. 135. 175
R. ¡Tu palabra, Señor, permanece para siempre!

Tu palabra, Señor, permanece para siempre, está firme en el cielo. Tu verdad permanece por todas las generaciones; tú afirmaste la tierra y ella subsiste. R.

Todo subsiste hasta hoy conforme a tus decretos, porque todas las cosas te están sometidas. La explicación de tu palabra ilumina y da inteligencia al ignorante. R.

Que brille sobre mí la luz de tu rostro, y enséñame tus preceptos. Que yo viva y pueda alabarte, y que tu justicia venga en mi ayuda. R.

Aleluya        Jn 15, 5
Aleluya. “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto”, dice el Señor. Aleluya.

Evangelio     Lc 17, 20-25
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Los fariseos le preguntaron a Jesús cuándo llegará el Reino de Dios. Él les respondió: “El Reino de Dios no viene ostensiblemente, y no se podrá decir: ‘Está aquí’ o ‘Está allí’. Porque el Reino de Dios está entre ustedes”. Jesús dijo después a sus discípulos: “Vendrá el tiempo en que ustedes desearán ver uno solo de los días del Hijo del hombre y no lo verán. Les dirán: ‘Está aquí’ o ‘Está allí’, pero no corran a buscarlo. Como el relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre cuando llegue su Día. Pero antes tendrá que sufrir mucho y será rechazado por esta generación”.
Palabra del Señor.

Comentario
La expectativa por la llegada del Reino de Dios no debe confundirse con descuidar los quehaceres presentes. Si el Reino de Dios ya está en medio de nosotros, procuremos hacerlo patente en este mundo. El Reino se manifiesta allí, donde continuamos la obra de Jesús. Y mientras ponemos manos a la obra en esto, esperamos confiadamente su manifestación plena.

Oración introductoria
Señor Jesús, para vivir unido a Ti de modo real, personal y constante, necesito alimentar esta unión por medio de la vida de gracia y la identificación de mi voluntad con la tuya, en esta meditación y durante toda mi vida. ¡Ven Espíritu Santo y haz esto posible! 

Petición
Jesús, dame la gracia de orar y de hablar contigo de corazón a corazón.

Meditación 

Hoy, los fariseos preguntan a Jesús una cosa que ha interesado siempre con una mezcla de interés, curiosidad, miedo...: ¿Cuándo vendrá el Reino de Dios? ¿Cuándo será el día definitivo, el fin del mundo, el retorno de Cristo para juzgar a los vivos y a los difuntos en el juicio final?

Jesús dijo que eso es imprevisible. Lo único que sabemos es que vendrá súbitamente, sin avisar: será «como relámpago fulgurante» (Lc 17,24), un acontecimiento repentino y, a la vez, lleno de luz y de gloria. En cuanto a las circunstancias, la segunda llegada de Jesús permanece en el misterio. Pero Jesús nos da una pista auténtica y segura: desde ahora, «el Reino de Dios ya está entre vosotros» (Lc 17,21). O bien: «dentro de vosotros».

El gran suceso del último día será un hecho universal, pero ocurre también en el pequeño microcosmos de cada corazón. Es ahí donde se ha de ir a buscar el Reino. Es en nuestro interior donde está el Cielo, donde hemos de encontrar a Jesús.

Este Reino, que comenzará imprevisiblemente “fuera”, puede comenzar ya ahora “dentro” de nosotros. El último día se configura ahora ya en el interior de cada uno. Si queremos entrar en el Reino el día final, hemos de hacer entrar ahora el Reino dentro de nosotros. Si queremos que Jesús en aquel momento definitivo sea nuestro juez misericordioso, hagamos que Él ahora sea nuestro amigo y huésped interior.

El Reino de Dios ya está entre nosotros, aunque no completamente. Está entre nosotros porque Jesús ya ha venido a la tierra y nos ha dejado su presencia. Pero todavía falta algo. Es necesario que el Reino llegue al corazón de cada hombre. Sólo entonces podremos decir que ya ha llegado en toda su plenitud.

Jesús advierte que no se trata de un reino de ejércitos, de emperadores, de palacios, etc. sino que es algo mucho más sutil, menos notorio. Es un gobierno sobre los corazones, cuya ley es la caridad y Cristo es el soberano.

Dejar que Jesús reine en mi alma significa abrirle las puertas para que Él haga lo que quiera conmigo. Y El sólo entra y se queda a vivir si encuentra un alma limpia, es decir, sin pecado. Un alma en pecado es un lugar inhabitable para Dios. Por eso decimos que hay que vivir en continua lucha con nuestro peor enemigo, que es el pecado, porque sólo él nos aleja de Dios, la meta de nuestra vida.

¡Cómo sería el mundo si todos los hombres viviesen en gracia, en amistad con Dios! ¡Qué diferentes serían las cosas si todos los países adoptaran el mandamiento de la caridad universal como ley suprema!. Entonces, sí que podríamos decir que el Reino de los cielos ha llegado a la tierra. 

Abramos la puerta al Espíritu, dejemos que Él nos guíe, dejemos que la acción continua de Dios nos haga hombres y mujeres nuevos, animados por el amor de Dios, que el Espíritu Santo nos concede. 

Un segundo pensamiento: «hay que pasar mucho para entrar en el reino de Dios». El camino de la Iglesia, también nuestro camino cristiano personal, no es siempre fácil, encontramos dificultades, tribulación. Seguir al Señor, dejar que su Espíritu transforme nuestras zonas de sombra, nuestros comportamientos que no son según Dios, y lave nuestros pecados, es un camino que encuentra muchos obstáculos, fuera de nosotros, en el mundo, y también dentro de nosotros, en el corazón. Pero las dificultades, las tribulaciones, forman parte del camino para llegar a la gloria de Dios, como para Jesús, que ha sido glorificado en la Cruz; las encontraremos siempre en la vida. No desanimarse. Tenemos la fuerza del Espíritu Santo para vencer estas tribulaciones. 

San Bernardo, en un sermón de Adviento, habla de tres venidas de Jesús. La primera venida, cuando se hizo hombre; la última, cuando vendrá como juez. Hay una venida intermedia, que es la que tiene lugar ahora en el corazón de cada uno. Es ahí donde se hacen presentes, a nivel personal y de experiencia, la primera y la última venida. La sentencia que pronunciará Jesús el día del Juicio, será la que ahora resuene en nuestro corazón. Aquello que todavía no ha llegado, es ya ahora una realidad.

Propósito
Empecemos por nuestro corazón y por nuestra casa. Que cada día Dios sea lo más imprtante en mi vida, buscar que el Reino de Dios viva en mi corazón, a través de la oración y la caridad a los demás.

Diálogo con Cristo
Jesús, ni el trabajo, ni el estudio, ni las ocupaciones cotidianas, deben ser un obstáculo para estar unido a Ti. Sólo dejando que gobiernes y ordenes mi vida, podrá venir a mí tu Reino. Reconociéndote hoy como mi Rey y Señor, todo mi día se convertirá en un medio para alabarte, para glorificarte y amarte, por medio de mi amor y servicio a los demás.

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