“Jesús vio a un publicano llamado Leví, sentido al mostrador de los impuestos, y le dijo: “Sígueme”. El dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un banquete en su casa y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros”. (Lc 5,,27-32)
Dios es desconcertante:
Piensa en mí, cuando yo no pienso en él.
Se preocupa de mí, cuando yo no me preocupo de él.
Pasa a mi lado, mientras yo cuento el dinero o veo mi partido.
Me llama, cuando yo ni pienso en él.
Mateo lo experimentó muy bien.
Fíjate en la serie de verbos con Lucas describe su encuentro con Jesús:
“Jesús vió”.
“Leví sentado”.
“Sígueme”.
“Dejándolo todo”.
“Se levantó”.
“Y lo siguió”.
“Ofreció un banquete”.
Todo acontece en un día como cualquier otro.
Alguien que pasa la vida sentado contando dinero.
Alguien que pasa la vida cobrando impuestos.
Alguien que es visto por Jesús.
Alguien que es invitado a levantarse y seguirle.
Alguien que, de un momento al otro, ve cómo cambia su vida.
Alguien que, por fin se harta de estar sentado haciendo lo mismo.
Alguien que, por fin es capaz de sentirse tan feliz que lo celebra con una fiesta.
Estas son las cosas de Dios.
Vivir sentado cuando podemos ponernos en pie.
Vivir sentado cuando podemos abrir nuevos caminos.
Vivir sentado haciendo siempre lo mismo, cuando podemos hacer algo nuevo.
Vivir sentado siendo siempre el mismo, cuando podemos ser diferentes.
Y todo porque Jesús puso los ojos en él.
¡Caramba! ¿Por qué Jesús no pasa hoy a nuestro lado y nos mira?
Mejor dicho, ¿por qué no nos dejamos mirar por El?
¿Por qué hemos de vivir la vida siempre sentados haciendo lo mismo y siendo los mismos, cuando podemos hacer tantas cosas diferentes y ser nosotros distintos?
¿Por qué hemos de pensar que la vida tiene que ser siempre la misma?
¿Por qué hemos de pensar que nosotros no tenemos remedio y estamos condenados a ser los de siempre?
Todo es cuestión de que un día Jesús pase delante de nosotros.
Todo es cuestión de que un día Jesús no mire.
Todo es cuestión de que un día Jesús nos diga que ya basta de ser siempre iguales.
Todo es cuestión de que un día Jesús nos diga “levántate y ponte en camino”.
Todo es cuestión de que un día Jesús nos diga: “¡Sígueme!”
Todo es cuestión de que un día nosotros seamos capaces de dejar todo nuestro pasado, y decidamos ser otra cosa.
Hay días en que hacemos fiesta, porque es la fiesta del pueblo.
Hay días en que hacemos fiesta, porque la hace todo el mundo.
Pero hay días en que:
Hacemos fiesta porque hemos sido llamados.
Hacemos fiesta porque todo lo vemos diferente.
Hacemos fiesta porque lo hemos dejado todo sin dolernos.
Hacemos fiesta porque ahora hemos dejado de ser los de siempre.
Hacemos fiesta porque ahora hemos dejado de ser hombres sentados.
Hacemos fiesta porque ahora hemos comenzado a andar un camino nuevo.
Hacemos fiesta porque ahora le hemos visto pasar y lo hemos seguido.
Creemos que siempre tenemos que ser lo que siempre fuimos.
Creemos que es lo único que sabemos hacer.
Creemos que para nosotros no hay futuro.
¡Qué pena!
¡Cuantos futuros se pierden en el pasado!
¡Cuántos santos se pierden en lo pecadores que fuimos!
Algún día también nosotros estamos llamados a hacer fiesta.
Algún día también nosotros estamos llamados a celebrar una nueva primavera en nuestras vidas.
Señor, ¿no podías pasar hoy delante del mostrador de nuestras vidas?
Señor, ¿no podías decirnos también a nosotros que nos levantemos y le sigamos?
Señor, ¿no podíamos celebrar juntos hoy la fiesta de nuestro cambio?
Señor, ¿no podías hoy comenzar algo nuevo y diferente en nosotros?
Clemente Sobrado C. P.
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