Oficio de lecturas – 07 de enero – Tiempo de Navidad



OFICIO DE LECTURA – JUEVES DE LA SEMANA II – TIEMPO DE NAVIDAD
Propio del día. Salterio II.

7 de enero

Himno: AYER, EN LEVE CENTELLA

Ayer, en leve centella,
te vio Moisés sobre el monte;
hoy no basta el horizonte
para contener tu estrella.

Los magos preguntan; y ella
de un Dios infante responde
que en duras pajas se acuesta
y más se nos manifiesta
cuanto más hondo se esconde. Amén.

V. Los cielos pregonan su Justicia.
R. y todos los pueblos contemplan su gloria. 

PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías 54, 1-17

ALEGRÍA Y HERMOSURA DE LA NUEVA CIUDAD

Alégrate, la estéril, que no dabas a luz; rompe a cantar de júbilo, la que no tenías dolores: porque la abandonada tendrá más hijos que la casada -dice el Señor-. Ensancha el espacio de tu tienda, despliega sin miedo tus lonas, alarga tus cuerdas, hinca bien tus estacas: porque te extenderás a derecha e izquierda. Tu estirpe heredará las naciones y poblará ciudades desiertas.

No temas, no tendrás que avergonzarte; no te sonrojes, que no te afrentarán. Olvidarás la vergüenza de tu soltería, ya no recordarás la afrenta de tu viudez. El que te hizo te tomará por esposa: su nombre es el Señor de los ejércitos. Tu redentor es el Santo de Israel, se llama Dios de toda la tierra. Como a mujer abandonada y abatida te vuelve a llamar el Señor; como a esposa de juventud, repudiada -dice tu Dios-. Por un instante te abandoné, pero con gran cariño te reuniré. En un arrebato de ira te escondí un instante mi rostro, pero con misericordia eterna te quiero -dice el Señor, tu Redentor-.

Me sucede como en tiempo de Noé: Juré que las aguas del diluvio no volverían a cubrir la tierra; así juro no airarme contra ti ni amenazarte. Aunque se retiren los montes y vacilen las colinas, no se retirará de ti mi misericordia ni mi alianza de paz vacilará -dice el Señor, que te quiere-. ¡Oh afligida, zarandeada, desconsolada! Mira, yo mismo coloco tus piedras sobre azabaches, tus cimientos sobre zafiros; te pondré almenas de rubí, y puertas de esmeralda, y muralla de piedras preciosas. Tus hijos serán discípulos del Señor, tendrán gran paz tus hijos. Tendrás firme asiento en la justicia. Estarás lejos de la opresión, y no tendrás que temer; y lejos del terror, que no se acercará.

Si alguien te ataca, no será de parte mía; cualquiera que te ataque, contra ti se estrellará. Yo he creado al herrero, que sopla en las brasas y saca una herramienta; y yo he creado al devastador funesto: ninguna arma foro jada contra ti tendrá éxito, ninguna lengua que te acuse en juicio logrará condenarte. Esta es la herencia de los siervos del Señor, esta es la victoria que yo les doy -oráculo del Señor-.

RESPONSORIO    Cf. Is 54, 8. 10; 43, 11

R. Con misericordia eterna te quiero -dice el Señor, tu Redentor-; * no se retirará de ti mi misericordia ni mi alianza de paz vacilará.
V. Yo soy el Señor; fuera de mí no hay salvador.
R. No se retirará de ti mi misericordia ni mi alianza de paz vacilará.

SEGUNDA LECTURA

De los Sermones de san Pedro Crisólogo, obispo
(Sermón 160: PL 52, 620-622) 

AQUEL QUE QUISO NACER PARA NOSOTROS NO QUISO SER IGNORADO POR NOSOTROS

Aunque en el misterio mismo de la encarnación del Señor no faltaron claros indicios de su divinidad, la solemnidad que hoy celebramos nos descubre y revela de diversas maneras que Dios tomó naturaleza humana, para que nuestra condición mortal, siempre envuelta por las tinieblas de la ignorancia, no pierda por ignorancia lo que ha alcanzado tener y poseer sólo por gracia.

Pues aquel que quiso nacer para nosotros no quiso ser ignorado por nosotros, y por eso se nos revela, para que este gran misterio de amor no se convierta en ocasión de gran error.

Hoy los magos encuentran llorando en la cuna al que buscaban resplandeciente en las estrellas. Hoy los magos contemplan claramente entre pañales al que larga y re· signadamente buscaban en los astros, en la oscuridad de las señales.

Hoy los magos revuelven en su mente con profundo estupor lo que allí han visto: el cielo en la tierra, la tierra en el cielo, el hombre en Dios, Dios en el hombre, y a aquel a quien no puede contener el universo encerrado en un pequeño cuerpecillo. Y, al verlo, lo aceptan sin discusión, como lo demuestran sus dones simbólicos: el incienso, con el que profesan su divinidad; el oro, expresión de la fe en su realeza; la mirra, como signo de su condición mortal.

Así los gentiles, que eran los últimos, llegan a ser los primeros, ya que la fe de los magos inaugura la creencia de toda la gentilidad.

Hoy entra Cristo en las aguas del Jordán, para lavar los pecados del mundo: así lo atestigua Juan con aquellas palabras: Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Hoy el siervo prevalece sobre el Señor, el hombre sobre Dios, Juan sobre Cristo; pero prevalece en vista a obtener el perdón, no a darlo.

Hoy, como dice el salmista, la voz del Señor sobre las aguas. ¿Qué voz? Éste es mi Hijo amado, en quien tengo mis complacencias.

Hoy el Espíritu Santo se cierne sobre las aguas en forma de paloma, para que así como aquella otra paloma anunció a Noé que el diluvio había cesado en el mundo, así ahora ésta fuera el indicio por el que los hombres conocieran que había terminado el naufragio del mundo; y no lleva, como aquélla, una pequeña rama del viejo olivo, sino que derrama sobre la cabeza del nuevo progenitor la plenitud del crisma, para que se cumpla lo profetizado en el salmo: Por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido con aceite de júbilo entre todos tus compañeros.

Hoy Cristo comienza la serie de sus signos celestiales al convertir el agua en vino. Más tarde, el agua se convertirá en el sacramento de su sangre, con lo que Cristo dará, a los que beban del vaso de su cuerpo, la auténtica bebida, dando así cumplimiento a las palabras del salmista: Y mi copa rebosa.

RESPONSORIO     

R. Tres fueron los dones preciosos que los magos ofrecieron al Señor en aquel día, y que encerraban en sí tres divinos misterios: * el oro, que lo reconocía como rey poderoso; el incienso, que lo proclamaba como sumo sacerdote; y la mirra, que profetizaba su muerte y sepultura.
V. Los magos adoraron en la cuna al autor de nuestra salvación y de sus tesoros, le ofrecieron presentes, llenos de un místico simbolismo.
R. El oro, que lo reconocía como rey poderoso; el incienso, que lo proclamaba como sumo sacerdote; y la mirra, que profetizaba su muerte y sepultura.

ORACIÓN.

OREMOS,
Te pedimos, Señor, que ilumines nuestros corazones con el esplendor de tu divinidad, para que podamos pasar a través de las tinieblas de este mundo y llegar a la patria de la eterna claridad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

17:08

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