Lunes 04 de Enero de 2016
De la feria. Blanco
Tiempo de Navidad.
Antífona de entrada
El día santo brilló para nosotros. Vengan, pueblos, y adoren al Señor porque una gran luz descendió sobre la tierra.
Oración colecta
Señor, Dios nuestro, concede a tu pueblo la inquebrantable firmeza de la fe, para que, confesando que tu Hijo unigénito, eterno como tú en la gloria, nació de la Virgen Madre como hombre verdadero, nos veamos libres de los males presentes y alcancemos los gozos eternos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
Oración sobre las ofrendas
Recibe, Señor, nuestros dones en los que se realiza un admirable intercambio para que, al ofrecerte lo que nos diste, merezcamos recibirte a ti mismo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión Jn 1, 14
Nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Oración después de la comunión
Concédenos, Dios todopoderoso, que la eficacia de los santos misterios fortalezca constantemente nuestra vida. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Lectura 1Jn 3, 7-10
Lectura de la primera carta de san Juan.
Hijos míos, que nadie los engañe: el que practica la justicia es justo, como Dios mismo es justo. Pero el que peca procede del diablo, porque el diablo es pecador desde el principio. Y el Hijo de Dios se manifestó para destruir las obras del diablo. El que ha nacido de Dios no peca, porque el germen de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque ha nacido de Dios. Los hijos de Dios y los hijos del diablo se manifiestan en esto: el que no practica la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano.
Palabra de Dios.
Comentario
Nos extraña la expresión “no puede pecar” porque nuestra propia experiencia nos dice que, aunque bautizados en el Espíritu, frecuentemente pecamos. La carta aquí denomina “pecado” a la actitud del rechazo frontal a Dios, rechazo que impide amar a los hermanos. Este pecado obstruye toda relación y cierra toda posibilidad de amor.
Sal 97, 1. 7-9
R. ¡El Señor manifestó su victoria!
Canten al Señor un canto nuevo, porque él hizo maravillas: su mano derecha y su santo brazo le obtuvieron la victoria. R.
Resuene el mar y todo lo que hay en él, el mundo y todos sus habitantes; aplaudan las corrientes del océano, griten de gozo las montañas al unísono. R.
Griten de gozo delante del Señor, porque él viene a gobernar la tierra: Él gobernará al mundo con justicia, y a los pueblos con rectitud. R.
Aleluya Heb 1, 1-2
Aleluya. Después de haber hablado a nuestros padres por medio de los profetas, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo. Aleluya.
Evangelio Jn 1, 35-42
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Estaba Juan Bautista con dos de sus discípulos y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: “Este es el Cordero de Dios”. Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús. Él se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó: “¿Qué quieren?”. Ellos le respondieron: “Rabbí –que traducido significa Maestro–, ¿dónde vives?”. “Vengan y lo verán”, les dijo. Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde. Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro. Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo: “Hemos encontrado al Mesías”, que traducido significa Cristo. Entonces lo llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: “Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas”, que traducido significa Pedro.
Palabra del Señor.
Comentario
Jesús nos invita a estar con él. Y una vez que tenemos esta experiencia de vida, no podemos dejar de contarla. No transmitimos ni una idea ni una doctrina, sino que invitamos al encuentro con una persona: Jesucristo vivo.
Oración introductoria
Yo también quiero tener un encuentro contigo en esta oración. Sólo quiero buscarte a Ti Señor, aleja toda distracción y preocupación que me desvíe y ayúdame a tener un encuentro personal con tu amor.
Petición
Cordero de Dios, dame la gracia de encontrarte y nunca más dejarte.
Meditación
1.- Llamada. Decimos que la vocación es la respuesta a una llamada, que el hombre recibe de parte de Dios. Quien toma la iniciativa es el que llama, el Señor. Esto se observa claramente en la primera lectura donde el “convocado” es un adolescente inexperto que vive en una época en que “era rara la palabra de Yahvé”. Dios se fijó en un muchacho, no en el sacerdote Elí, porque Dios prefiere a los pequeños tal como había cantado Ana, madre de Samuel.
La llamada es pura gracia, don que Dios da. Él se fija en ti y te llama por tu nombre como a Samuel. Te está diciendo primero que te ama; después, que cuenta contigo; al fin, pide tu colaboración para que trabajes por el Reino, que ayudes al hermano necesitado, que compartas el dolor del que está enfermo o excluido, que seas instrumento de paz, que hagas de tu profesión un servicio, que proclames con tu vida la Buena Noticia e incluso que lo dejes todo por El. Es hermoso saber que Dios “te ha soñado” desde el principio de una manera, que espera mucho de ti, pero que respeta tu libertad. El sólo quiere que seas feliz haciendo felices a los demás.
Dios no llama sólo una vez en la vida. Su llamada se mantiene a lo largo de toda tu vida. Te puede llamar también a través de los hermanos. Son las mediaciones que Dios utiliza para darnos a conocer su sueño. Hay vocaciones que han nacido y se han desarrollado a la luz de la realidad que nos interpela y del ejemplo de personas cercanas cuya vida “nos edifica”. Ese, al menos, fue mi caso. Pero sólo oye la voz aquel que está atento, o que busca como los dos discípulos. Es entonces cuando Dios te dice “Ven y verás”. Ellos fueron y vieron donde vivía y se quedaron con él. Fueron unos privilegiados. San Agustín sospecha que la experiencia tuvo que ser maravillosa: “¡Qué día tan feliz y qué noche deliciosa pasaron!, ¿quién podrá decirnos lo que oyeron de boca del Señor? Edifiquemos y levantemos también nosotros una casa en nuestro corazón a donde venga él a hablar con nosotros y a enseñarnos”.
2.- Discernimiento. Tras la llamada hay un discernimiento para aclarar mejor por dónde tenemos que ir. No es fácil, por eso necesitamos como Samuel alguien que nos acompañe. Samuel fue a ver a Elí. Los dos discípulos acudieron a Juan, que les mostró a Jesús “que pasaba”. El paso de Jesús por nuestra propia historia personal no es fácil de apreciar. Muchos como Herodes y el joven rico también se cruzaron con él, pero no fueron capaces de escucharle y de seguirle.
Hoy decimos que hay menos vocaciones para la vida religiosa o el sacerdocio. Yo creo que Dios sigue llamando, pero no sabemos escucharle porque hay mucho ruido a nuestro alrededor. Todo lo relacionado con la vocación necesita de mucha oración, reflexión y consejo. No siempre percibimos la Palabra con claridad. En toda vocación hay mucho de búsqueda, pero en muchas ocasiones Dios nos da la luz a través de experiencias y de personas que nos iluminan.
3.- Respuesta. Una vez que sentimos con cierta seguridad que Dios nos llama entra en juego la respuesta por parte del hombre/mujer. Las respuestas de Samuel y de los dos discípulos fueron modélicas: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”, “Fueron, vieron y se quedaron”.
¡Qué generosidad y que amor demostraron! No sabían bien lo que implicaba su decisión, pero se han dejado seducir, se han enamorado de Dios. Andrés, uno de los discípulos comunica su alegría a su hermano Simón: “Hemos encontrado al Mesías” y lo llevó a Jesús.
La felicidad que da el sentir la gracia de la llamada y el vivir de cerca la experiencia de Jesucristo te lleva a comunicarlo. Nosotros, que seguimos a Jesús, también debemos mostrarlo a los demás, debemos ser “andreses”. No tengamos miedo el Señor nos dará a conocer la misión que nos encomienda, como a Pedro, y nos dará la fuerza para realizarla.
Propósito
Si yo he ha experimentado el amor de Dios en mi alma, tratar que los demás también puedan gozar de este maravilloso encuentro.
Diálogo con Cristo
Gracias por permitirme encontrarte en esta oración. Ahora, Señor y Padre mío, no dejes que me encandile con las tentaciones del mundo. Realmente quiero responder a tu llamado y cumplir cabalmente tu voluntad, aunque me cueste. Permite que mi testimonio de vida sea un puente para que otros también te sepan buscar y encontrar.
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