Esas imágenes de los obispos de una nación en los escaños de un gran coro catedralicio y las procesiones para dirigirse al rezo de las horas canónicas atraerían a periodistas. Eso haría que esas asambleas tuvieran presencia en los medios, meramente por la imagen. Y eso ayuda a que la Iglesia tenga presencia en la sociedad. Lo que está presente en los medios está presente en la sociedad. Lo que no está presente en los medios pasa a ser irrelevante. Los obispos confían mucho en la palabra, en los comunicados, en los documentos. Pero, a menudo, una imagen vale más que mil palabras. Una imagen bella de todos los obispos de una nación puede valer por un sermón.
Mi idea inicial era que se acondicionara una capilla de la archicatedral para acoger la asamblea plenaria. Antiguamente, los concilios tenían lugar en la nave central de una iglesia. Son muchos los frescos y óleos que nos muestran ese modo de organizar espacialmente una gran reunión de obispos. Una asamblea plenaria situada en el espacio medio de la catedral sería visualmente impresionante. Para que no se oyera lo que hablan, esos días habría que acotar un amplio espacio de margen alrededor del lugar de la asamblea.
Pero, aunque ésta era mi idea inicial, reconozco que no sería factible evitar que por medios técnicos se grabaran las deliberaciones. Por eso será necesario crear un espacio cerrado para estas reuniones. Pero lo importante es que la reunión tenga lugar en medio de un espacio bello que inspire sacralidad. Es una reunión de personas sagradas para tratar de temas vitales para el Reino de Dios en ese país, lo lógico es que se congreguen en un lugar que exprese el carácter propio de esa asamblea.
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