“Vinieron unos y le preguntaron a Jesús: Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?” Jesús les contestó: “¿Es que pueden ayunar los amigos del novio, mientras el novio está con ellos? Mientras en novio está con ellos, no pueden ayunar. Llegará un día en se llevarán al novio; aquel día sí que ayunarán”. (Mc 2,18-22)
En la espiritualidad del Pueblo de Dios, e incluso en la vida consagrada hemos fomentado demasiado que el camino para llegar y agradar a Dios
Es la penitencia.
Es el ayuno.
Las privaciones.
Los castigos al cuerpo.
Es la idea e imagen que tenemos de Dios. Un Dios:
al que le encanta el sufrimiento.
que se alimenta de nuestras privaciones.
que parece disfrutar cuando nos ve con hambre.
que está feliz cuando nos ve rezar con garbanzos bajo las rodillas.
que quiere vernos privados de aquello que nos gusta.
El Dios que nos revela Jesús es muy distinto.
Es el Dios “novio”.
Es el Dios “boda”.
Es el Dios “alegría”.
Es el Dios “felicidad”.
Es el Dios “fiesta”.
No es precisamente esa la espiritualidad del Papa Francisco: “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por El son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”. “No os dejéis robar la alegría”.
Jesús no niega el valor ascético del ayuno.
Pero él no ha venido a anunciarnos una religión de privaciones.
El ha venido a anunciarnos la religión de la fiesta.
El ha venido a anunciarnos la religión de la alegría.
La alegría saber:
que Dios no es alguien lejano.
que Dios es alguien que está con nosotros.
que Dios vive en nuestra propia vida.
que la fe es creer en el Dios que nos ama y habita en nosotros.
que la fe es creer que Dios es nuestra fiesta.
que la fe es creer que Dios es gracia, amor, comprensión, perdón, misericordia.
que la fe es creer que Dios es “alianza”, “boda” con nosotros.
que la fe es creer que Dios es comunión con nosotros.
que la fe es creer que Dios es novio y enamorado de nosotros.
Tan enamorado que “nos entregó a su propio Hijo”.
El verdadero ayuno:
Será consecuencia de nuestra fidelidad a su amor.
Será consecuencia de nuestro testimonio de fidelidad ante los hombres.
Será consecuencia de nuestra fidelidad al Evangelio.
Al margen de los cuarenta días de ayuno en el desierto, Jesús, hasta donde sabemos, no volvió a ayunar.
Ni nos pidió que ayunásemos.
Pero sí nos pidió seguirle a El con todas las consecuencias.
Seguirle a él hasta el final, incluso si es preciso dar nuestra vida.
Pero es amar como él nos ama.
Nuestra fe cristiana no es un estómago vacío.
Nuestra fe cristiana no es morirnos de hambre.
Nuestra fe cristiana es fiesta.
Nuestra fe cristiana es alegría.
Nuestra fe cristiana es boda.
Nuestra fe cristiana es pascua.
Nuestra fe cristiana es amor.
Nuestra fe cristiana es la alegría de dar la vida por los demás.
Clemente Sobrado C. P.
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