2015

23:30

#LaudesFrayNelson para la Solemnidad de la Virgen María, Madre de Dios

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19:54

“El Señor habló a Moisés. “Di a Aarón y a sus hijos: “Esta es la fórmula con que bendeciréis a los israelitas: “El Señor te bendiga y te proteja ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor, El Señor se fije en ti y te conceda la paz”. (Nm 6,22-27)

María Madre de Dios

Comenzamos el año con la fiesta de Santa María, Madre de Dios.
María, la bendición de Dios a los hombres.
María, “la bendita entre todas las mujeres”.
María, la que nos bendijo a todos regalándonos a Jesús.
Dios que le dice a Moisés cómo nos hemos de bendecir los unos a los otros.
Todos somos bendecidos de Dios.
Y todos somos bendición para todos los hombres.

Es lindo comenzar el año con la “bendición”.
El mismo año que comenzamos ya es una bendición de Dios.
Y debiera ser el año el que todos vivamos “bendiciéndonos”.
Es posible que, aún sin pensarlo hayamos regalado muchas bendiciones.
“¡Feliz Año Nuevo!”
¿Cuántas veces lo hemos dicho esta noche?
Pero no es suficiente.
Todo el año debiéramos vivir bendiciéndonos mutuamente.

Bendecir es decir cosas buenas a los demás.
“El Señor te bendiga y te proteja”.
“ilumine su rostro sobre ti”,
“te conceda su favor”.
“se fije en ti y te conceda la paz”.

Bendecir es:
Decir cosas bonitas los unos a los otros.
Desear cosas buenas a todos.
Sonreír cada día a los demás para hacerles sentir bien.
Es desear que Dios se fije en ti cada día.
Es desear que Dios te ayude y proteja cada día.
Es desear que Dios ilumine su rostro sobre ti cada día.
Es desear que Dios te conceda sus favores cada día.

Una manera bonita de comenzar cada día.
Bonita manera de comenzar el día los esposos.
Bonita manera de comenzar el día los padres.
Bonita manera de comenzar el día los hijos.
Bonita manera de comenzar el día los hermanos.
Bonita manera de comenzar el día los vecinos.
Está bien eso de “Buenos días”.
Pero ¿no necesitaremos algo más.
Comenzar el día deseándonos una vida mejor hoy.
Comenzar el día sintiendo que Dios se fija en nosotros.
Comenzar el día que ilumina su rostro sobre el nuestro y nuestro se embellece.
Comenzar el día sabiendo que somos los favoritos de Dios.
Comenzar el día sabiendo que nos concede la paz a través de nuestra paz.

No digamos que el mundo está mal.
Digamos que no sabemos leerlo.
No digamos que sabemos entendernos.
Digamos que el mundo es triste, si nosotros no sabremos sonreírnos.
No digamos que es difícil vivir como pareja si no vivimos con la bendición de cada día.

¿Cómo será el año que comenzamos?
Depende de las “bendiciones” que nos demos.
Vivir diciéndonos cosas buenas es vivir como Dios que cada día nos bendice.
María es “la bendita” de Dios.
Nosotros somos los “benditos” de Dios.
Nosotros somos los “benditos” de los demás.

Clemente Sobrado C. P.

Archivado en: Ciclo C, Maria, Navidad



Hoy he cenado en casa de la familia de la sacristana de mi última parroquia. Mesa larga, niños correteando, jovencitas consultando los mensajes de sus móviles, cuatro generaciones reunidas, tíos, primos, bisnietos vivaces. Me he marchado pronto tras la medianoche, como es habitual en mí.
Respecto al post de ayer, muchas personas me repiten que a ellos les gusta tocar el papel, sentir el libro en la mano. En mi caso prefiero sentarme en mi cómodo sillón del ordenador, totalmente ergonómico, ante una pantalla grande, colocada a la altura de los ojos, leer el libro con u tamaño en las letras que resultaría excesivo si se tratara de un libro físico, y escuchar una bonita música mientra leo.
No es ya, por tanto, sólo el objeto físico. Es la postura del cuerpo, el no cansarse mientras uno lee, la música, muchas cosas. Y eso sin contar con que he leído gruesos libros enteros leídos por la voz artificial del ordenador, desde la primera página a la última.

Sea dicho de paso, la versión de la Biblia en español más fiel al original es la Biblia de Jerusalén, sin lugar a dudas. Hubo otra mejor, pero dejó de editarse.
Bueno, empieza un nuevo año y ya tenemos un rascacielos incendiado.

17:38


Viernes 01 de Enero de 2016
Santa María, Madre de Dios. (S). Blanco.
Octava de la Natividad del Señor.

Tres celebraciones se unen en este día: honramos a María como Madre de Dios, recordamos la circuncisión de Jesús al octavo día de nacido, y realizamos la Jornada mundial por la paz. 

“Al afirmar el dogma de María Madre de Dios, Dios mismo queda al descubierto no como una idea desencarnada, un ideal de santidad extra-mundana, una eternidad separada de la historia, sino como la Vida originaria que se encarna por María en la carne concreta de la historia. Por eso, buscar a Dios es descubrir su presencia en la misma historia y realidad humana, en los acontecimientos que va realizando dentro de la historia. Esto es lo que manifiesta el Concilio de Éfeso (año 431) con el dogma cristiano de la Theotokos (en griego: la que pare a Dios o alumbradora de Dios).

Antífona de entrada         
Te saludamos, santa Madre de Dios, porque diste al mundo al Rey que gobierna para siempre el cielo y la tierra.

O bien:         cf. Is 9, 1. 5; Lc 1, 33
Hoy brillará la luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el Señor; él será llamado Dios admirable, Príncipe de la paz, Padre para siempre, y su reino no tendrá fin.

Oración colecta     
Dios nuestro, que por la fecunda virginidad de María otorgaste a los hombres la salvación eterna, concédenos experimentar la intercesión de aquella por quien recibimos al Autor de la vida, Jesucristo, tu Hijo. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas        
Dios nuestro, que con tu bondad comienzas y perfeccionas toda obra buena, concede que, así como nos alegramos en la fiesta de Santa María, Madre de Dios, al celebrar la aurora de la salvación, podamos también gozar de la plenitud de tu gracia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión        Heb 13, 8
Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y lo será para siempre.

Oración después de la comunión
Señor y Dios nuestro, hemos recibido con alegría los sacramentos celestiales; te pedimos que nos ayuden a alcanzar la vida eterna a cuantos nos gloriamos de proclamar a María, siempre Virgen, Madre de tu Hijo y Madre de la Iglesia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

1ª Lectura    Núm 6, 22-27
Lectura del libro de los Números.
El Señor dijo a Moisés: “Habla en estos términos a Aarón y a sus hijos: Así bendecirán a los israelitas. Ustedes les dirán: ‘Que el Señor te bendiga y te proteja. Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te muestre su gracia. Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la paz’. Que ellos invoquen mi nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré”.
Palabra de Dios.

Comentario
Palabras de bendición para comenzar el año. Con el sacerdocio de Cristo que todos hemos recibido el día de nuestro bautismo, pongamos en práctica este don de intercesión, e invoquemos la paz sobre nuestros seres queridos.

Sal 66, 2-3. 5-6. 8
R. El Señor tenga piedad y nos bendiga.

El Señor tenga piedad y nos bendiga, haga brillar su rostro sobre nosotros, para que en la tierra se reconozca su dominio, y su victoria, entre las naciones. R.

Que canten de alegría las naciones, porque gobiernas a los pueblos con justicia y guías a las naciones de la tierra. El Señor tenga piedad y nos bendiga. R.

¡Que los pueblos te den gracias, Señor; que todos los pueblos te den gracias! Que Dios nos bendiga, y lo teman todos los confines de la tierra. R.

2ª Lectura    Gál 4, 4-7
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Galacia.
Hermanos: Cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la ley, para redimir a los que estaban sometidos a la ley y hacernos hijos adoptivos. Y la prueba de que ustedes son hijos, es que Dios infundió en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios llamándolo: ¡Abbá!, es decir: ¡Padre! Así, ya no eres más esclavo, sino hijo, y por lo tanto, heredero por la gracia de Dios.
Palabra de Dios.

Comentario
Un hijo, nacido de mujer, viene a hacerse solidario con todo el género humano. Por él recibimos este regalo inmenso: somos hijos e hijas de Dios, somos parte de la familia de Dios. Esta condición nos compromete a vivir hoy aquí en la tierra la comunión de amor de la Trinidad.

Aleluya        Heb 1, 1-2
Aleluya. Después de haber hablado a nuestros padres por medio de los profetas, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo. Aleluya.

Evangelio     Lc 2, 16-21
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Los pastores fueron rápidamente adonde les había dicho el ángel del Señor, y encontraron a María, a José y al recién nacido acostado en un pesebre. Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño, y todos los que los escuchaban, quedaron admirados de lo que decían los pastores. Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón. Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido. Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el ángel antes de su concepción.
Palabra del Señor.

Comentario
La Palabra de Dios no es mero sonido; la Palabra de Dios es un acontecimiento. Guardar la Palabra en el corazón es al mismo tiempo adquirir discernimiento sobre los hechos de la vida. María, que recibió la Palabra y la dejó fecundar en ella, nos presenta esta actitud constante de escuchar la Palabra y discernir los acontecimientos en los cuales Dios va realizando su obra.

Oración introductoria 
Gracias, Señor, por permitir que inicie este año buscando tener un momento de intimidad contigo en la oración. Invoco a tu santísima Madre para que me ayude a contemplar su ejemplo y virtudes. Ruego al Espíritu Santo que infunda en mí su luz y fortaleza para crecer en la humildad de los pastores. 

Petición 
Señor, ayúdame a incrementar mi amor por María. 

Meditación  

1.- Cuando Dios habla.- “El Señor habló a Moisés…” (Nm 6, 22).- Qué verdad es que, como dice la epístola a los Hebreos, Dios habló muchas veces y de muchas maneras a los hombres a lo largo y lo ancho de la Historia. Resulta asombroso que El se acerque hasta el hombre y le hable para comunicarle cuanto de un modo o de otro contribuye a su salvación… Algunos filósofos han dicho que Dios es un Ser tan alto y sublime que es falso que se digne intervenir en la vida de los hombres. Eso es una verdad a medias, lo cual es la peor de las mentiras.
Es verdad que Dios es sublime, trascendente, muy distinto de nosotros. Pero ello no quiere decir que se desentienda de sus criaturas, que no pueda ni quiera comunicarse con el hombre. Al contrario, precisamente por la grandeza de su amor, por la inmensidad de su sabiduría, ha querido perdonar al hombre su pecado y hacerlo hijo suyo. Y para estar muy junto a nosotros, se hecho carne en el seno de una virgen y ha nacido pequeño, para que así su cercanía sea amable y atractiva.

2.- Con la confianza y el abandono de un niño. “Así que ya no eres esclavo, sino hijo…” (Ga 4, 7) El que está en pecado es un esclavo del demonio. Por eso es llamado Príncipe de este mundo, porque tiene dominio sobre quienes se apartan de Dios y de su bendita Ley, dejándose llevar de sus malas inclinaciones. Es una esclavitud a veces sutil, dando incluso la impresión de que el pecador goza de libertad absoluta, haciendo en cada momento lo que le da la gana. Pero es mentira, no hace lo que quiere sino lo que sus inclinaciones le sugieren, aunque ello sea algo que va en contra de los demás o de sí mismo.
Esa es la realidad que la experiencia nos da a conocer. Si el hombre se abandona a sus instintos, acaba convirtiéndose en un ser egoísta y cruel, que sólo busca su provecho personal e inmediato… Pero Dios ha querido que su Hijo sea hijo de mujer, para que nosotros, los nacidos de mujer, seamos hijos de Dios. Así lo atestigua en nuestro interior la fuerza del Espíritu Santo que nos impulsa de modo irresistible a decir ¡Padre!, con toda la confianza y el abandono que un niño pequeño tiene con su padre.

3.- El silencio clamoroso de María.“Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (Lc 2, 19) La Virgen estaba ruborizada y llena de asombro. Ella guardó silencio cuando el Arcángel le anunció de parte de Dios que sería la madre del Redentor. Ella lo creyó firmemente, pero no se atrevió a decir nada, ni siquiera San José. Era algo tan íntimo y tan grandioso que lo guardaba celosamente en su interior, callada y serena ante el Misterio que en su seno tomaba cuerpo. Pero el Señor irá desvelando su secreto. Primero será San José quien en sueños se entera del prodigio de la Encarnación del Verbo.
Luego Isabel descubrirá que ante ella está la Madre del Mesías y la llamará bendita entre las mujeres. Más tarde serán los pastores quienes en la noche llegarán con sus ofrendas y sus cantos. Ellos contarán que los Ángeles les han anunciado el nacimiento de aquel Niño, el Rey de Israel. Luego Simeón y Ana… La Madre de Jesús callaba y lo contemplaba todo en lo más íntimo de su ser, sin encontrar palabras para expresar sus sentimientos, sin poder decir nada que expresara su entrañable y profunda dicha.

Propósito 
Si queremos salir de estas Navidades “glorificando y alabando a Dios por todo lo que hemos visto y oído” y de habernos encontrado con Cristo niño, hace falta desprendimiento de nosotros mismos, humildad y oración. Y así, todos los que nos escuchen se maravillarán de las cosas que les decimos. 

Diálogo con Cristo 
Gracias, Señor, porque hoy me muestras la fe de la Virgen, que meditaba todos los acontecimientos en su corazón. Y los pastores, qué gran lección de humildad y de amor. No preguntan, no cuestionan, con sencillez aceptan el anuncio y salen maravillados después de contemplar a Jesús. Permite, Señor, que en este nuevo año sepa cultivar la unión contigo en la oración, para que pueda verte en todos los acontecimientos. Para ello sé que se necesita más que el deseo o la buena intención, tengo que hacer una opción radical por la oración, que me lleve a dedicarte lo mejor de mi tiempo.

17:09


Pregunta:  “¿Cómo puede ser María la madre de Dios, si Dios ya existía antes de que ella naciera?”. 

Respuesta: 

En el diccionario encontramos que “madre” es la mujer que engendra. Se dice que es madre del que ella engendró. Si aceptamos que María es madre de Jesús y que El es Dios, entonces María es Madre de Dios. 

No se debe confundir entre el tiempo y la eternidad. María, obviamente, no fue madre del Hijo eternamente. Ella comienza a ser Madre de Dios cuando el Hijo Eterno quiso entrar en el tiempo y hacerse hombre como nosotros. Para hacerse hombre quiso tener madre. Gálatas 4:4: “al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer”. Dios se hizo hombre sin dejar de ser Dios, por ende María es madre de Jesús, Dios y hombre verdadero. 

Entonces, María es Madre de Dios, no porque lo haya engendrado en la eternidad sino porque lo engendró hace 2000 años en la Encarnación. Dios no necesitaba una madre pero la quiso tener para acercarse a nosotros con infinito amor. Dios es el único que pudo escoger a su madre y, para consternación de algunos y gozo de otros, escogió a la Santísima Virgen María quién es y será siempre la Madre de Dios.

Cuando la Virgen María visitó a su prima Isabel, esta, movida por el Espíritu Santo le llamó “Madre de mi Señor”. El Señor a quien se refiere no puede ser otro sino Dios. (Cf. Lucas 1, 39-45).
La verdad de que María es Madre de Dios es parte de la fe de todos los cristianos ortodoxos (de doctrina recta). Fue proclamada dogmáticamente en el Concilio de Efeso, en el año 431 y es el primer dogma Mariano.

Antecedentes de la controversia sobre la maternidad divina de María Santísima: 

Los errores de Nestorio

En el siglo V, Nestorio, Patriarca de Constantinopla afirmaba los siguientes errores: 
Que hay dos personas distintas en Jesús, una divina y otra humana. 

Sus dos naturalezas no estaban unidas. 
Por lo tanto, María no es la Madre de Dios pues es solamente la Madre de Jesús hombre. 
Jesús nació de María solo como hombre y más tarde “asumió” la divinidad, y por eso decimos que Jesús es Dios. 

Vemos que estos errores de Nestorio, al negar que María es Madre de Dios, niegan también que Jesús fuera una persona divina.

La doctrina referente a María está totalmente ligada a la doctrina referente a Cristo. Confundir una es confundir la otra. Cuando la Iglesia defiende la maternidad divina de María esta defendiendo la verdad de que, su hijo, Jesucristo es una persona divina. 

En esta batalla doctrinal, San Cirilo, Obispo de Alejandría, jugó un papel muy importante en clarificar la posición de nuestra fe en contra de la herejía de Nestorio. En el año 430, el Papa Celestino I en un concilio en Roma, condenó la doctrina de Nestorio y comisionó a S. Cirilo para que iniciara una serie de correspondencias donde se presentara la verdad.

Concilio de Efeso

En el año 431, se llevó a cabo el Concilio de Efeso donde se proclamó oficialmente que María es Madre de Dios. (Ver: Theotokos).

“Desde un comienzo la Iglesia enseña que en Cristo hay una sola persona, la segunda persona de la Santísima Trinidad. María no es solo madre de la naturaleza, del cuerpo pero también de la persona quien es Dios desde toda la eternidad. Cuando María dio a luz a Jesús, dio a luz en el tiempo a quien desde toda la eternidad era Dios. Así como toda madre humana, no es solamente madre del cuerpo humano sino de la persona, así María dio a luz a una persona, Jesucristo, quien es ambos Dios y hombre, entonces Ella es la Madre de Dios” -Concilio de Efeso

La ortodoxia (doctrina recta) enseña:
-Jesús es una persona divina (no dos personas)
-Jesús tiene dos naturalezas: es Dios y Hombre verdaderamente.
-María es madre de una persona divina y por lo tanto es Madre de Dios.

María es Madre de Dios. Este es el principal de todos los dogmas Marianos, y la raíz y fundamento de la dignidad singularísima de la Virgen María.
María es la Madre de Dios, no desde toda la eternidad sino en el tiempo.

El dogma de María Madre de Dios contiene dos verdades:
1) María es verdaderamente madre: Esto significa que ella contribuyó en todo en la formación de la naturaleza humana de Cristo, como toda madre contribuye a la formación del hijo de sus entrañas.

2) María es verdaderamente madre de Dios: Ella concibió y dio a luz a la segunda persona de la Trinidad, según la naturaleza humana que El asumió.

El origen Divino de Cristo no le proviene de María. Pero al ser Cristo una persona de naturalezas divina y humana. María es tanto madre del hombre como Madre del Dios. María es Madre de Dios, porque es Madre de Cristo quien es Dioshombre.

La misión maternal de María es mencionada desde los primeros credos de la Iglesia. En el Credo de los Apóstoles: “Creo en Dios Padre todopoderoso y en Jesucristo su único hijo, nuestro Señor que nació de la Virgen María”.
El título Madre de Dios era utilizado desde las primeras oraciones cristianas. En el Concilio de Efeso, se canonizo el título Theotokos, que significa Madre de Dios. A partir de ese momento la divina maternidad constituyó un título único de señorío y gloria para la Madre de Dios encarnado. La Theotokos es considerada, representada e invocada como la reina y señora por ser Madre del Rey y del Señor.

Más tarde también fue proclamada y profundizada por otros concilios universales, como el de Calcedonia(451) y el segundo de Constantinopla (553).

En el siglo XIV se introduce en el Ave María la segunda parte donde dice: “Santa María Madre de Dios” Siglo XVIII, se extiende su rezo oficial a toda la Iglesia.

El Papa Pío XI reafirmó el dogma en la Encíclica Lux Veritatis (1931).

La Madre de Dios en el VAT II: este concilio replantea en todo el alcance de su riqueza teológica en el más importante de sus documentos, Constitución dogmática sobre la Iglesia, (Lumen Gentium). En este documento se ve la maternidad divina de María en dos aspectos:

1) La maternidad divina en el misterio de Cristo.
2) La maternidad divina en el misterio de la Iglesia.

“Y, ciertamente, desde los tiempos mas antiguos, la Sta. Virgen es venerada con el título de Madre de Dios, a cuyo amparo los fieles suplicantes se acogen en todos sus peligros y necesidades…. Y las diversas formas de piedad hacia la Madre de Dios que la Iglesia ha venido aprobando dentro de los limites de la sana doctrina, hacen que, al ser honrada la Madre, el Hijo por razón del cual son todas las cosas, sea mejor conocido, amado, glorificado, y que, a la vez, sean mejor cumplidos sus mandamientos” (LG #66)

En el Credo del Pueblo de Dios de Pablo VI (1968): “Creemos que la Bienaventurada María, que permaneció siempre Virgen, fue la Madre del Verbo encarnado, Dios y salvador nuestro”

En 1984 consagra J.P.II el mundo entero al I.C. de María, a través de toda la oración de consagración repite: “Recurrimos a tu protección, Santa Madre de Dios”

María por ser Madre de Dios transciende en dignidad a todas las criaturas, hombres y ángeles, ya que la dignidad de la criatura está en su cercanía con Dios. Y María es la más cercana a la Trinidad. Madre del Hijo, Hija del Padre y Esposa del Espíritu.

“El Conocimiento de la verdadera doctrina católica sobre María, será siempre la llave exacta de la comprensión del misterio de Cristo y de la Iglesia”

17:09


OFICIO DE LECTURA – DIA VII INFRAOCTAVA DE NAVIDAD – TIEMPO DE NAVIDAD
De la solemnidad. Jornada mundial se la paz. Día de Precepto

1 de enero

SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS. (SOLEMNIDAD) 

Himno: DE LA RAÍZ DE JESÉ

De la raíz de Jesé
dio la vara bella flor,
fecundo parto ha tenido
sin mengua de su pudor.
Feliz recibe el pesebre
a quien la luz fabricó,
con el Padre hizo los cielos
y está entre pañales hoy.
Al mundo le ha dado leyes
y diez esas leyes son,
y al hacerse hombre no quiso
romper la ley, la cumplió.
Ha nacido ya la luz,
muere la muerte, y huyó
la noche, venid, oh pueblos,
que María trajo a Dios.
A ti, Jesús, de la Virgen
nacido, gloria y honor,
con el Padre y el Paráclito,
sempiterna adoración. Amén.

V. La Palabra se hizo carne. Aleluya.
R. y puso su morada entre nosotros. Aleluya. 
PRIMERA LECTURA
De la carta a los Hebreos 2, 9-17
CRISTO ES SEMEJANTE EN TODO A SUS HERMANOS
Hermanos: A Jesús, a quien Dios puso momentáneamente bajo los ángeles, lo vemos ahora coronado de gloria y de honor por haber padecido la muerte. Así, por amorosa dignación de Dios, gustó la muerte en beneficio de todos.
Pues como quisiese Dios, por quien y para quien son todas las cosas, llevar un gran número de hijos a la gloria, convenía ciertamente que perfeccionase por medio del sufrimiento al que iba a guiarlos a la salvación, ya que tanto el que santifica como los que son santificados tienen un mismo origen. Por esta razón no se avergüenza de llamarlos hermanos, cuando dice: «Anunciaré tu nombre a mis hermanos; cantaré en la asamblea tus loores.» Y también: «Pondré en él mi confianza.» Y en otro lugar: «Aquí estoy con mis hijos, los hijos que Dios me ha dado.»
Así pues, como los hijos participan de la carne y de la sangre, también él entró a participar de las mismas, para reducir a la impotencia, por su muerte, al que retenía el imperio de la muerte, es decir, al demonio, y librar a los que por temor a la muerte vivían toda su vida sometidos a esclavitud. Él no vino, ciertamente, en auxilio de los ángeles, sino en auxilio de la descendencia de Abraham. Por eso debía ser semejante en todo a sus hermanos, para poderse apiadar de ellos y ser fiel pontífice ante Dios, a fin de expiar los pecados del pueblo.
RESPONSORIO    Lc 1, 28
R. Dichosa eres, Virgen María, que llevaste en tu seno al Creador del universo. * Engendraste al que te creó y permaneces virgen para siempre.
V. Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo.
R. Engendraste al que te creó y permaneces virgen para siempre.
SEGUNDA LECTURA
De las Cartas de san Atanasio, obispo
(Carta a Epicteto, 5-9: PG 26, 1058. 1062-1066)
EL VERBO TOMÓ DE MARÍA UN CUERPO SEMEJANTE AL NUESTRO
El Verbo de Dios tomó la descendencia de Abraham, como dice el Apóstol; por eso debía ser semejante en todo a sus hermanos, asumiendo un cuerpo semejante al nuestro. Por eso María está verdaderamente presente en este misterio, porque de ella el Verbo asumió como propio aquel cuerpo que ofreció por nosotros. La Escritura recuerda este nacimiento, diciendo: Lo envolvió en pañales; alaba los pechos que amamantaron al Señor y habla también del sacrificio ofrecido por el nacimiento de este primogénito. Gabriel había ya predicho esta concepción con palabras muy precisas; no dijo en efecto: «Lo que nacerá en ti», como si se tratara de algo extrínseco, sino de ti, para indicar que el fruto de esta concepción procedía de María.
El Verbo, al recibir nuestra condición humana y al ofrecerla en sacrificio, la asumió en su totalidad, y luego nos revistió a nosotros de lo que era propio de su persona, como lo indica el Apóstol: Esto corruptible tiene que vestirse de incorrupción, y esto mortal tiene que vestirse de inmortalidad.
Estas cosas no se realizaron de manera ficticia, como algunos pensaron -lo que es inadmisible-, sino que hay que decir que el Salvador se hizo verdaderamente hombre y así consiguió la salvación del hombre íntegro; pues esta nuestra salvación en modo alguno fue algo ficticio ni se limitó a solo el cuerpo, sino que en el Verbo de Dios se realizó la salvación del hombre íntegro, es decir, del cuerpo y del alma.
Por lo tanto, el cuerpo que el Señor asumió de María era un verdadero cuerpo humano, conforme lo atestiguan las Escrituras; verdadero, digo, porque fue un cuerpo igual al nuestro. Pues María es nuestra hermana, ya que como todos nosotros es hija de Adán.
Lo que dice Juan: La Palabra se hizo carne, tiene un sentido parecido a lo que se encuentra en una expresión similar de Pablo, que dice: Cristo se hizo maldición por nosotros. Pues de la unión íntima y estrecha del Verbo con el cuerpo humano se siguió un inmenso bien para el cuerpo de los hombres, porque de mortal que era llegó a ser inmortal, de animal se convirtió en espiritual y, a pesar de que había sido plasmado de tierra, llegó a traspasar las puertas del cielo.
Pero hay que afirmar que la Trinidad, aun después de que el Verbo tomó cuerpo de María, continuó siendo siempre la Trinidad, sin admitir aumento ni disminución; ella continúa siendo siempre perfecta y debe confesarse como un solo Dios en Trinidad, como lo confiesa la Iglesia al proclamar al Dios único, Padre del Verbo.
RESPONSORIO     
R. No hay alabanza digna de ti, virginidad inmaculada y santa. * Porque en tu seno has llevado al que ni el cielo puede contener.
V. Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre.
R. Porque en tu seno has llevado al que ni el cielo puede contener.
Himno: SEÑOR, DIOS ETERNO
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
santo Espíritu de amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día,
como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.
La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.
Sé su pastor,
y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado. 
ORACIÓN.
OREMOS,
Señor Dios, que por la maternidad virginal de María has dado a los hombres los tesoros de la salvación, haz que sintamos la intercesión de la Virgen Madre, de quien hemos recibido al autor de la vida, Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

13:38

#CompletasFrayNelson para las Primeras Vísperas de la Solemnidad

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12:38

La inundación contagiosa del mal, y sobre todo el atractivo incomparable del bien, nos llaman a ser ágiles para salir al encuentro del Señor, y para luego anunciarlo.

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Homilía para la Solemnidad de Santa María Madre de Dios 2016.-

 

El Señor te bendiga y te proteja

Haga resplandecer su rostro sobre ti

Y te conceda su favor.

Que el Señor te mire con benevolencia

Y te conceda la Paz

Esta bendición solemne tiene al menos dos mil cuatrocientos años y expresa una aspiración que está siempre latente en el corazón de cada persona de buena voluntad, una aspiración, sin embargo, frecuentemente frustrada.

Esta noche cerramos, como decía un autor anónimo, un volumen más del libro de nuestra vida, cuando comenzamos ese libro, al inicio del año pasado, podíamos hacer con él lo que quisiéramos, un poema, una pesadilla, una blasfemia, un sistema, una oración, etcétera. Pero el “podíamos” se ha resuelto en lo estrictamente hecho, como mundo, como Iglesia, como familia, como individuos. Y quizás en ese libro además de todas las cosas buenas, hay pecados, hay errores, en definitiva hay falta de Paz.

Razón de más para volvernos a la gruta de Belén y encontrar todo como le fue anunciado a los pastores: “encontraron a María, a José y al Niño, recostado en el pesebre”, el origen de nuestra fe cristiana nos da derecho, entre tanta falta de paz, a la ternura, del mayor milagro: un hijo, una madre, un padre que hace las veces de Dios.

Celebramos la Solemnidad de Santa María Madre de Dios. Se le ha dado ese título en el nuevo calendario litúrgico revisado. La denominación pone claramente de manifiesto que se trata de una fiesta de Nuestra Señora, y que tiene por objeto honrar su maternidad divina con la solemnidad conveniente. Antes de cambiarse el título en 1969, se conocía la fiesta como la “Circuncisión de nuestro Señor”. También se conmemora esto, la imposición del nombre de Jesús al niño de María, pero el objeto principal de la fiesta es la maternidad virginal de María, contemplada a la luz de la navidad.

De hecho, la liturgia de este día tuvo siempre un marcado carácter mariano, de manera que el cambio de título sirve casi exclusivamente para explicar lo que estaba implícito en la misa y en el oficio de la octava de navidad. Los historiadores de la liturgia saben, desde hace mucho tiempo, que esta fiesta del 1 de enero es, sorprendentemente, la celebración más antigua en honor de Nuestra Señora en la liturgia romana. Las antífonas, que exaltan la maternidad divina de María, están tomadas del oficio antiguo y han sido utilizadas durante varios siglos. He aquí un bello ejemplo, tomado de Laudes:

«La madre ha dado a luz al rey, cuyo nombre es eterno; la que lo ha engendrado tiene al mismo tiempo el gozo de la maternidad y la gloria de la virginidad: un prodigio tal no se ha visto nunca, ni se verá de nuevo. Aleluya.»

Los padres griegos aplicaron a María el título Theotokos (portadora de Dios) ya en el siglo III. Los concilios de Éfeso y de Calcedonia defendieron este título. En Occidente, María fue venerada de forma similar como Dei Genitrix (Madre de Dios). En el antiguo canon romano es conmemorada como la “siempre virgen madre de Jesucristo nuestro Señor y Dios”.

En palabras del beato Pablo VI, “el tiempo de navidad es una conmemoración prolongada de la maternidad divina, virginal y salvífica de aquella cuya virginidad inviolada dio el Salvador al mundo”. La fiesta de hoy es un resumen y una exaltación de este misterio. Tiene por finalidad “exaltar la singular dignidad que este misterio reporta a la santa Madre a través de la cual recibimos al Autor de la vida”. (Marialis cultus, 5).

En el texto del Evangelio, que hemos proclamado, vemos a los pastores llegar a Belén y encontrar no solamente al recién nacido acostado en un pesebre, sino también a María y a José –la sagrada familia que hemos celebrado el domingo.

Estos humildes pastores representan a toda la humanidad. Ellos son los primeros, después de María y José, en ver a Jesús. Ellos prefiguran los discípulos y los apóstoles, así como a todos los pequeños que reciben su mensaje. Después de haber visto, ellos cuentan todo lo que les fue anunciado en relación a este niño. Lo que ellos vieron (un pequeño niño en el lugar donde comen los animales) confirma lo que les fue anunciado (que ese pequeño niño es el Salvador). “Y todo el mundo se maravillaba de lo que ellos contaban”. Ellos son los primeros predicadores, enseñan lo que les fue revelado, y que es objeto de fe. Pero ellos vieron también con sus ojos lo anunciado.

María es la primera a quien los pastores cuentan lo anunciado por los ángeles. Esto se agrega a lo que el arcángel Gabriel le había dicho de su Hijo, y también las profecías de Isabel. San Lucas dice que “ella conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón”. Lo que Ella conserva no son solamente las “palabras”, sino palabras que son realizadas, “hechos”, entonces son “acontecimientos”, según el sentido fuerte de la expresión en griego rématos. Los pastores pueden entonces partir dando alabanzas a Dios por todo lo que han visto y oído.

Evidentemente el acontecimiento principal que María medita en su corazón, y sobre el cual ella vuelve sin cesar, es el hecho que la Palabra se ha hecho carne en ella; que ella ha dado a luz, como se lo había anunciado Gabriel, al hijo del Altísimo, que envuelto y acostado en un pesebre es “el primogénito” – no sólo su primogénito-, sino el Primogénito del Padre eterno, el primero de una multitud de hermanos

Lucas termina su relato con la mención rápida de la circuncisión: las primeras gotas de sangre derramada ya presagian la muerte en la cruz, como el pesebre prefigura la Eucaristía. María guarda estas cosas en su corazón y las medita tomando entonces una nueva dimensión. Cuando Jesús le dice a María, mostrándole a Juan, en ese momento, como aquí los pastores hoy representan a toda la humanidad – “Ahí tienes a tu hijo”, entonces entenderá que Ella ha dado a luz al Primogénito del Padre eterno – el primogénito de una multitud de hermanos- ella también se convirtió en la madre de todos ellos. Ella se convirtió en nuestra madre en el momento en que ella se convirtió en la madre de Dios.

El primer día del año también se celebra desde el 1 de enero de 1968 por voluntad del beato Pablo VI, el “Día Mundial de Oración por la Paz”. Pidamos a Santa María, la madre del Príncipe de la Paz, que traiga la paz en este nuevo año, especialmente a todos los países donde los niños son actualmente víctimas de la guerra y de todas las miserias causadas por el pecado y el egoísmo. Pidamos a la Virgen Madre, que tan completamente se abrió a Dios y a los otros, que nos conceda a todos sus hijos, a todas las culturas, aceptarnos los unos a los otros y ayudarnos, de modo que todas las naciones formen una gran familia con Dios como Padre y creador, y Santa María, como Madre, hermana y modelo. Es un desafío en este año de la misericordia crecer en bondad y buen trato y agradecer tanto que tenemos y que otros, tal vez, no tienen y hacer misericordias espirituales y corporales. Que la Madre de Dios interceda para que estas palabras proféticas y de bendición de la Sagrada Escritura se realicen en nuestras vidas en este año Jubilar 2016:

El Señor te bendiga y te proteja

Haga resplandecer su rostro sobre ti

Y te conceda su favor.

Que el Señor te mire con benevolencia

Y te conceda la Paz


11:53

Pidamos a Dios que seamos sensibles al paso del Espíritu Santo para reconocer dónde viene Cristo nuestro Salvador.

 https://dl.dropboxusercontent.com/u/15652/homilias_mp3/20160102.mp3

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