"También en la Iglesia hay fundamentalismo" (Papa Francisco)

Lo acaba de decir el papa Francisco -hace unos pocos días- en el mismo avión que lo traía de vuelta de su periplo asiático. Y no es la primera vez que lo afirma: hará cosa de un año -más o menos- dijo exactamente lo mismo, y casi con las mismas palabras.

Y tiene toda la razón. Al menos opino igual, aunque seguro que tengo menos datos que él; no digamos “autoridad y gobierno", de las que carezco totalmente: sólo tengo mi palabra -que intento sea la de Cristo y su Iglesia-, mi intención -que espero sea lo más sana posible- y mi condición de sacerdote, que deseo vivamente desempeñar con fidelidad al servicio de todos. No tengo nada más. Ni nada menos tampoco.

¿Por qué puede Francisco denunciar “fundamentalismo” en la Iglesia Católica? Y una pregunta previa y necesaria: ¿a qué se llama -o se puede llamar- “fundamentalismo"? Vamos primero con éste interrogante.

Podríamos definirlo como “toda exigencia intransigente de sometimiento a una doctrina o práctica establecida, tenga el origen que tenga: político, religioso, ideológico, científico, etc.". Y así, vemos como en todos esos campos se da el fundamentalsmo. En castellano “tradicional” hay una palabra que lo retrata a la perfección; vamos, que lo desnuda: “¡trágala!”. Y así observamos -y sufrimos- un creciente “fundamentalismo” en todos los órdenes.

Hoy, las leyes que nos gobiernan en casi todos los países del mundo, son absolutamente fundamentalistas: tiene esa categoría del “¡trágala!", aunque nos lo vendan como “una demanda de la mayoría"; demanda que, como era más falsa que Judas y no se sostenía desde ningún punto de vista, hasta los mismos políticos han dejado de decirlo: es, “¡porque sí!", presentado siempre como “lo mejor en este momento", por supuesto. O es “porque lo mandan los jefes del NOM". Bueno, esto último no lo dicen -ni lo presentan de ningún modo- pero no hace ni falta: es la pura verdad.

Ahí están desde el aborto, hasta el “matrimonio homosex", pasando por la “ideología de género", o el adoctrinamiento -salvaje, cruel e inhumano- de los niños desde su más tierna infancia, sea en el ámbito que sea. Por señalar lo ultimísimo -lo acabo de leer- ahí está la Cifuentes disponiendo que las ONGs que no acepten la ideología de género no van a recibir ni un duro de la Comunidad: que no es suya, pero la maneja como si lo fuera. Y ahí están los señores obispos de España proclamando que la proposición de ley por parte del gobierno para ir implantando esas ideologías es, sin dudarlo ni un segundo, “fundamentalismo". Tal cual. ¡Muy bien por los obispos! ¡Sí, señor!

En el campo religioso, dos apuntes: el “fundamentalismo religioso” moderno nació en EEUU -allá por los años de la Iª GM-, y en el ámbito de una corriente protestante minoritaria que pretendía volver a la interpretación prácticamente literal de la Biblia. Y en los últimos años y en el ámbito musulmán, estamos asistiendo a un fortísimo movimiento religioso y político -inseparables los dos “mundos"-, que pretende restaurar la pureza islámica mediante la aplicación estricta de la ley coránica en todo el mundo.

El campo ideológico, todo él, está trufado de fundamentalismo, porque toda ideología es o, al menos, participa de esta connotación: como las ideologías se construyen para “matar” la verdad y sustituirla por “convicciones” o “eslóganes” para influir en las personas y en la misma sociedad, sólo lo pueden hacer desde el “¡trágala!". Usen los métodos que usen, sean éstos más o menos sofisticados; a veces son muy burdos, cuando no -lisa y llanamente- un verdadero “lavado de cerebro". Lo más último: llevar a los niños a ser “homosexs” ya desde la guardería.

Y lo mismo pasa en el campo científico, cuando se pretenden imponer corrientes “científicas” fabricadas en los despachos, por los que corre el dinero a conveniencia de parte; y va desde la negación “científica” de la existencia de Dios, hasta tratar a la persona humana como a una vaca: en medicina, por ejemplo.

Creo que, con lo traído hasta aquí, está suficientemente explicado lo que es y supone el fundamentalismo. Añadir, que los intentos fundamentalistas, al pretender “matar” la verdad y el bien que son las constantes antropológicas que definen lo humano, no respetan la dignidad de la persona, a la que todas las ciencias, todas las creencias y todas las religiones deben servir; pues deben estar a su disposición para llevar y ayudar a toda persona a ser lo que es: persona.

Pero es patente también que el fundamentalismo no se limita al plano de “las ideas": las “usa", y para ello articula el lenguaje a su conveniencia: sobran ejemplos. Pero lo propio, y a lo que van las ideologías fundamentalistas, es a “la praxis", a la práctica: “a tomar el poder domeñando masas, sociedades y personas". Y usa TODOS los “métodos” que le sirvan, hasta llegar, incluso, al terrorismo más salvaje.

El terrorismo “ideológico” justifica -y por eso lleva- al terrorismo “material". Se empieza matando la verdad y el bien y se acaba matando a la persona, a la que defienden, sostienen y dan sentido esa misma verdad y ese mismo bien.

En la Iglesia Católica, san Juan Pablo II nos dejó escrito que “si la Iglesia no sirve al hombre, no sirve para nada"; algo que la misma Iglesia y todos sus hijos sólo podemos aprender en/del Señor -¡nunca del mundo!-, porque “sólo Cristo revela al hombre lo que es el hombre". Y nadie más. Los demás intentos, vengan de donde vengan, siempre serán parciales, por definición. Cuando no “interesados".

¿Por qué el Papa puede alzar la voz para alertar de “fundamentalismo” en la misma Iglesia Católica? Pues porque lo hay. ¡Y de qué manera! Si lo ha dicho es por algo.

Personalmente veo que en la Iglesia hay personas y corrientes que se pasan varios pueblos. Y en ambos extremos del arco. Unos, no dudan en afirmar, por ejemplo, que la única Misa válida es la del “vetus ordo", por llamarla de una manera reconocible, cuando no es así. Otros, no dudan en afirmar que si el Papa ha tosido, esa tos es auténtico Magisterio. (Perdón por la broma, pero lo digo como “parábola"); o pretenden -van a por ello, con todo- que hay que hacer otra iglesia, una iglesia “nueva", porque ésta está ya más que obsoleta.

¿Por qué lo ha dicho el Papa? Creo que se ha lanzado a denunciar esta “desviación” del fundamentalismo porque no es católica. Tenga el signo que tenga, venga de un lado o del otro. Y creo acercarme a su pensamiento afirmando que lo que denuncia es que no puede ponerse la doctrina por encima de la persona, no puede aplicarse la doctrina sin más, sin estudiar bien los casos personales, las circunstancias y motivaciones.

Mucho menos puede usarse la doctrina para darle en el cogote a la gente: lo de “martillo de herejes” está muy desacreditado. Porque la Doctrina, toda la doctrina -y los Mandamientos, y todos los Sacramentos, y la misma Iglesia entera- está al servicio de la persona; y no al revés. Y por lo mismo, todos los reglamentos, las disposiciones y la disciplina eclesial o de las familias religiosas: todo debe estar al servicio de la persona, que es con la que se identifica Jesucristo: por la que ha muerto y por quien se queda -en su Iglesia- en medio de nosotros, y para siempre.

Lógicamente, eso no quiere decir que “¡viva la Pepa!” y que “¡ancha es Castilla!". Para nada. Lo que es pecado es pecado: nada ha cambiado porque no puede cambiar. La Fe es la misma. El Credo es el mismo. Y los Sacramentos igual. Y la Iglesia, la de Cristo, la única verdadera: Santa, Católica y Apostólica. Y Romana, por supuesto.

¿Que hay personas y corrientes que pretenden que ya no es así? Bueno, es su problema. De ahí la obligación moral -que puede ser grave, y más con los tiempos que corren-, de formarnos bien en la Doctrina, en la Fe: con los Evangelios, con el Catecismo, consultando a los sacerdotes -religiosos o seculares- que más confianza nos den, nuestras dudas doctrinales o de conciencia. Porque tenemos que distinguir el trigo de la cizaña, lo bueno de lo malo, lo regular de lo irregular, la Fe de las herejías, y la Iglesia de lo que no lo es.

La Iglesia Católica -que es Cristo-, es el primado de la persona. Por eso no puede haber nunca aceptación no ya de nada que la destroce, como el divorcio o la homosexualidad; ni siquiera nada que le disminuya un ápice su dignidad, que es la de Cristo: porque le hemos costado toda su Sangre, toda su Vida.

De ahí la necesidad de defender no sólo la verdad y el bien -el mejor y, en el fondo, el único verdadero servicio a la persona- sino, y con mayor motivo, el Bien -sólo Dios es bueno- y la Verdad: la que nos hace libres y, por tanto, la que nos salva: Cristo.

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16:06

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