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GIOVANNA PARRAVICINI
Rusia cristiana
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“Hubo un proceso de renacimiento cristiano, ¿por qué? Porque el corazón del hombre está hecho para Dios, como decía San Agustín. Esto significa que muchas personas, después de años, décadas de persecución, todavía daban testimonio de su fe y estaban dispuestos a morir por su fe. Personas que, cuando finalmente cayó él régimen, comenzaron a construir la Iglesia y la comunidad cristiana”.
Giovanna Parravicini vive en Rusia desde los años 90 pero conoce el país desde los tiempos de la Unión Soviética. Recuerda el testimonio de muchos jóvenes como ella que fueron castigados solamente por querer expresar su fe.
GIOVANNA PARRAVICINI
Rusia cristiana
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“Encontrar a estos coetáneos, a estos jóvenes de 20 años, más o menos mi edad, que vivían con tranquilidad el ser condenados a campos de concentración o la cárcel... personas que conocí en el año 79, por ejemplo, que en los 80 sufrieron 5 años de lager y 5 de internamiento y deportación dejando quizá a su esposa que esperaba el primer hijo y sacrificaban diez años de su vida. Yo, frente a esto me he dicho: “Entonces Cristo existe, no es una idea””.
Giovanna trabaja en Rusia Cristiana, una fundación creada en 1957 en Milán por el padre Romano Scalfi, un sacerdote que pidió ser misionero en la Rusia de Stalin. Lo consiguió de forma clandestina pero al ser descubierto, tuvo prohibida durante 20 años la entrada en el país.
Rusia Cristiana tiene como objetivo mostrar al mundo la belleza de la tradición espiritual oriental y también la tragedia de los cristianos perseguidos.
Y para ello, una de las primeras iniciativas de esta organización fue traducir al ruso los libros de espiritualidad y religión, puesto que los años de persecución religiosa habían provocado un fuerte analfabetismo religioso. Los primeros volúmenes se imprimían en Italia y se enviaban a Rusia donde Giovanna los distribuía.
GIOVANNA PARRAVICINI
Rusia cristiana
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“Nuestros libros tuvieron un éxito grandísimo. Venían sacerdotes de Siberia con mochilas para llevárselos, los obispos pedían grandes cantidades. Había hambre y sed de libros”. “Los empleados de correos me miraban pensando qué hacía una italiana recibiendo paquetes continuamente. Yo les decía que eran libros religiosos. Me acuerdo que abrí un paquete para que vieran que no era nada raro. Había libros de la vida de San Francisco, era un paquete con tres o cuatro copias. Vi sus ojos llenos de expectativas. Regalé una copia a cada uno y les hice enormemente felices”.
La Iglesia católica en Rusia es una realidad minúscula de entre 300 y 500.000 fieles pero son comunidades especialmente vivas que se están convirtiendo en un punto de encuentro para el diálogo con otras iglesias.
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