La liturgia diaria meditada – «Hijo, tus pecados te son perdonados» (Mc 2, 1-12) 15/01



Viernes 15 de Enero de 2016
De la feria
Verde

Antífona de entrada         
He visto sentarse sobre el trono celestial a un hombre, a quien los ángeles adoran, mientras cantan a una voz: “Este es aquel cuyo poder permanece para siempre”.

Oración colecta     
Dios nuestro, atiende con amor los deseos y plegarias de tu pueblo, para conocer lo que debemos hacer y poner en práctica lo que nos enseñas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas        
Que te sea agradable, Señor, la ofrenda de tu pueblo; que ella nos alcance la santidad y nos obtenga lo que confiadamente pedimos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión        Sal 35, 10
Señor, en ti está la fuente de la vida, y por tu luz vemos la luz.

O bien:          cf. Jn 10, 10
Dice el Señor: “Yo he venido para que tengan Vida, y la tengan en abundancia”.

Oración después de la comunión
Dios todopoderoso, concede, a quienes has alimentado con tus sacramentos, servirte con una vida santa. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Lectura        1Sam 8, 4-7. 10-22a
Lectura del primer libro de Samuel.
Se reunieron todos los ancianos de Israel y acudieron a Samuel en Ramá. “Tú ya eres viejo”, le dijeron, “y tus hijos no siguen tus pasos. Ahora danos un rey para que nos gobierne, como lo tienen todas las naciones”. A Samuel le disgustó que le dijeran: “Danos un rey para que nos gobierne”, y oró al Señor. El Señor dijo a Samuel: “Escucha al pueblo en todo lo que ellos digan, porque no es a ti a quien rechazan: me rechazan a mí, para que no reine más sobre ellos”. Samuel comunicó todas las palabras del Señor al pueblo que le pedía un rey, diciendo: “Este será el derecho del rey que reinará sobre ustedes. Él tomará a los hijos de ustedes, los destinará a sus carros de guerra y a su caballería, y ellos correrán delante de su carro. Los empleará como jefes de mil y de cincuenta hombres, y les hará cultivar sus campos, recoger sus cosechas, y fabricar sus armas de guerra y los arneses de sus carros. Tomará a las hijas de ustedes como perfumistas, cocineras y panaderas. Les quitará a ustedes los mejores campos, viñedos y olivares, para dárselos a sus servidores. Exigirá el diezmo de los sembrados y las viñas, para entregarlo a sus eunucos y a sus servidores. Les quitará sus mejores esclavos, sus bueyes y sus asnos, para emplearlos en sus propios trabajos. Exigirá el diezmo de los rebaños, y ustedes mismos serán sus esclavos. Entonces, ustedes clamarán a causa del rey que se han elegido, pero aquel día el Señor no les responderá”. El pueblo se negó a escuchar la voz de Samuel, e insistió: “¡No! Habrá un rey sobre nosotros, y así seremos como todas las naciones. Nuestro rey nos juzgará, saldrá al frente de nosotros y combatirá en nuestros combates”. Samuel escuchó todas las palabras del pueblo y las repitió en presencia del Señor. El Señor dijo a Samuel: “Escúchalos y dales un rey”.
Palabra de Dios.

Comentario
Las palabras del profeta Samuel presentan la triste experiencia de lo que puede ocurrir con los gobernantes: que se olviden del señorío de Dios y pretendan volverse dueños de la tierra y de la gente. Los profetas mantendrán siempre esta mirada crítica sobre los gobernantes, denunciando las ocasiones en que se aparten de la voluntad de Dios y abusen de su poder.

Sal 88, 16-19
R. ¡Cantaré eternamente tu misericordia, Señor!

¡Feliz el pueblo que sabe aclamarte! Ellos caminarán a la luz de tu rostro; se alegrarán sin cesar en tu Nombre, serán exaltados a causa de tu justicia. R.

Porque tú eres su gloria y su fuerza; con tu favor, acrecientas nuestro poder. Sí, el Señor es nuestro escudo, el Santo de Israel es realmente nuestro rey. R.

Aleluya        Lc 7, 16
Aleluya. Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo. Aleluya.

Evangelio     Mc 2, 1-12
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Jesús volvió a Cafarnaún y se difundió la noticia de que estaba en la casa. Se reunió tanta gente, que no había más lugar ni siquiera delante de la puerta, y él les anunciaba la Palabra. Le trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres. Y como no podían acercarlo a él, a causa de la multitud, levantaron el techo sobre el lugar donde Jesús estaba, y haciendo un agujero descolgaron la camilla con el paralítico. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: “Hijo, tus pecados te son perdonados”. Unos escribas que estaban sentados allí pensaban en su interior: “¿Qué está diciendo este hombre? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?”. Jesús, advirtiendo en seguida que pensaban así, les dijo: “¿Qué están pensando? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: ‘Tus pecados te son perdonados’, o ‘Levántate, toma tu camilla y camina’? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados”, dijo al paralítico: “Yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”. Él se levantó en seguida, tomó su camilla y salió a la vista de todos. La gente quedó asombrada y glorificaba a Dios, diciendo: “Nunca hemos visto nada igual”.
Palabra del Señor.

Comentario
El pasaje de ayer nos mostraba la confianza del leproso en Jesús. El episodio de hoy pone de manifiesto “la fe de esos hombres”, como dice el evangelio. Fe en Jesús y sensibilidad hacia el paralítico: estas dos condiciones provocaron el milagro. Este pasaje nos interpela para que ejerzamos nuestra solidaridad de manera intrépida y decidida; así muchos paralíticos podrán ponerse de pie.

Oración introductoria
Padre y Señor mío, bien conoces mi fragilidad y lo difícil que me es guardar silencio y apartarme de las distracciones durante mi meditación. Permite que tu Espíritu Santo me lleve ante Ti, como lo logró el paralítico, y que sepa ser dócil a tu gracia.

Petición
Señor, ¡sáname!, para que sea tu discípulo y misionero. 

Meditación 

Hoy vemos nuevamente al Señor rodeado de un gentío: «Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio» (Mc 2,2). Su corazón se deshace ante la necesidad de los otros y les procura todo el bien que se puede hacer: perdona, enseña y cura a la vez. Ciertamente, les dispensa ayuda a nivel material (en el caso de hoy, lo hace curando una enfermedad de parálisis), pero —en el fondo— busca lo mejor y primero para cada uno de nosotros: el bien del alma.

Jesús-Salvador quiere dejarnos una esperanza cierta de salvación: Él es capaz, incluso, de perdonar los pecados y de compadecerse de nuestra debilidad moral. Antes que nada, dice taxativamente: «Hijo, tus pecados te son perdonados» (Mc 2,5). Después, lo contemplamos asociando el perdón de los pecados —que dispensa generosa e incansablemente— a un milagro extraordinario, “palpable” con nuestros ojos físicos. Como una especie de garantía externa, como para abrirnos los ojos de la fe, después de declarar el perdón de los pecados del paralítico, le cura la parálisis: «‘A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’. Se levantó y, al instante, tomando la camilla, salió a la vista de todos» (Mc 2,11-12).

Este milagro lo podemos revivir frecuentemente nosotros con la Confesión. En las palabras de la absolución que pronuncia el ministro de Dios («Yo te absuelvo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo») Jesús nos ofrece nuevamente —de manera discreta— la garantía externa del perdón de nuestros pecados, garantía equivalente a la curación espectacular que hizo con el paralítico de Cafarnaum.

Ahora comenzamos un nuevo tiempo ordinario. Y se nos recuerda a los creyentes la urgente necesidad que tenemos del encuentro sincero y personal con Jesucristo misericordioso. Él nos invita en este tiempo a no hacer rebajas ni descuidar el necesario perdón que Él nos ofrece en su Iglesia.

Los familiares del paralítico buscaban la salud para el cuerpo de un pariente. Jesús le dio más y le otorgó también la del alma, mucho más valiosa. 

Propósito
En mi oración, pedir a Dios que aumente mi fe.

Diálogo con Cristo
Sólo Tú puedes devolver a nuestras vidas el estado de gracia. Sólo Tú curas nuestras heridas con el bálsamo de tu amor. ¡Qué afortunados somos, pues no tenemos que desmantelar tejados para obtener tu perdón! 

17:15

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