octubre 2018

15:23

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En esta página trato de exprear lo que pienso, lo que aspiro a lograr y también mis mejores recuerdos, los paisajes y personas que añoro y mis deseos de crecimiento y amistad. Está abierta a todos los que aspiran al crecimiento personal y a la mejora del mundo

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12:56

Lo he leído con una cierta premura, pareja al escaso interés que me ha suscitabao el evento; y con su pizca -gorda- de fuerte desconfianza. Y, en honor a la verdad, he de afirmar que mis expectativas se han visto confirmadas y con creces: para mal.

Lo primero que me ha chocado es que el “tono juvenil” -"un Jesús joven con los jóvenes"- no lo he visto: ni siquiera lo he notado en ningún momento. Es un lenguaje de “maduros y sesudos hombres de iglesia” que no me parece que lo que dicen y, sobre todo, cómo lo dicen, no solo no sea entendido sino, y como se nos ha pretendido vender en el momento actual de la Iglesia respecto a los jóvenes, será rechazado por estos. Todo lo que se dice -y cómo se dice- está al otro extremo del arco generacional juvenil. O sea, unos “carcas” de tomo y lomo, y con lenguaje de carcas, claro: para ese viaje….

Y esto pone de manifiesto -la echa abajo- el  primer “motivo” del sínodo de “oir a los jóvenes y de hablarles y acompañarles con un lenguaje que entiendan". Por lo que respecta al documento, nada más lejos de la realidad. Pero claro, y como dice el clásico: “lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible". Tal cual.

Otra cosa que me ha venido a la cabeza según leía, era la vanalidad de todo lo que se recoje ahí. Es que no hay ni una sola idea de fuste, que vaya seriamente a los temas enunciados. Se pierden en un marasmo de verbalismo, lugares comunes, eslóganes pasados de moda -viejos, ya- y pseudoideas que montan un trampantojo que ni siquiera es original: recoge todo lo más manido de lo que se ha oído y leído en los últimos cinco años, más o menos.

Atufa a un verbalismo perfectamente prescindible -"las respuestas simples no nos satisfacen", sentimos que lo sagrado resulta lejano de nuestra vida cotidiana", “la Iglesia suele aparecer como demasiado severa y excesivamente moralista", “necesitamos una Iglesia acogedora y misericordiosa", “las enseñanzas controvertidas", “el rol de la mujer en la Iglesia", etc.- que nada aporta, que nada ilumina, que nada arrastra porque, en la situación actual, da la impresión de que en la Iglesia no hay ya nada que decir ni nada que aportar porque ni siquiera hay ya a dónde llevar. Y esto es lo más duro de digerir.

Oor ejemplo: se da por descontado y se asume como signo de valentía por parte de la Iglesia, afirmaciones del tipo: “los jóvenes católicos, cuyas convicciones están en conflicto con la enseñanza oficial, siguen deseando ser parte de la Iglesia". Un galimatías que afirma una cosa y su contraria y pretende acabar en una síntesis que no lo es ni esforzándose a tope.

Porque no se puede ser católico sin aceptar, con plena conciencia de ser hijo de Dios en “su” Iglesia, la “enseñanza oficial de la Iglesia", ya que no tiene otra: no la hay. Y con este planteamiento, ¿cómo se puede afirmar, como testimonio de Fe, que se quiere permanecer en Ella? Esto sólo se “explica” y solo se escribe si lo que se quiere poner sobre el tapete es que hay que cambiar la doctrina como primera premisa para “quedarse” en la Iglesia. O sea: un chantaje en toda regla. O un desatino sin más, solo comparable al papelón de la Calvo con sus declaraciones públicas tras su reunión con Parolin.

Y cuando se pretende entrarle a las causas, por ejemplo, de la desafección de tantos y tantos jóvenes respecto a la Iglesia, se queda no ya en la superficie, sino que ni siquiera se ha metido en el agua para intentar nadar un poco. Y se asume y enfoca de esta forma: “Los jóvenes que se encuentran desconectados (…), lo hacen luego de haber experimentado indiferencia, de sentirse juzgados y rechazados", algo que, simplemente es falso: la muchedumbre de jóvenes -y mayores- que han dejado de ir a Misa, por ejemplo, lo han hecho más “porque sí” que por otro motivo; sumado al ambiente familiar -padres no practicantes-, al ambiente escolar -clases de religión que matan la Fe- y, como es lógico, al ambiente eclesial: nada han recibido en las diferentes catequesis en las que han participado y nada les ha podido quedar.

Y todo el remedio que se señala es “confiar en los jóvenes": ni una sola palabra en que los jóvenes confíen en la Iglesia, en Jesucristo, en la Gracia, en Dios Padre. O sea: un “paternalismo” absoluto, fruto de un “clericalismo” ingenuo, en el que se ha abdicado de EDUCAR EN LA FE -con lo que comporta de compromiso y lucha ascéticas, que es lo que atrae-, para simplemente “acomodarse” a los signos “de los jóvenes", antes llamados “signos de los tiempos", que solo pueden traer lo que han traído estos: descristianización. Porque a Cristo ni se le escucha, ni se le muestra, ni se le trata,.

“Si no soy protagonista, no juego y no te ajunto". Es la máxima que se les pone en el cerebro y se les admite sin ninguna crítica. Pero así, ¿cómo van a madurar? Se les encierra en un infantilismo perjudicial, se les encadena -y se les condena por tanto- a ser menores de edad.., que ya se va a encargar la Iglesia de que se crean mayores y de que lo saben todo de todo, y que la vida cristiana es eso: NADA.

¿Alguien cree que este documento final del presínodo confirma en la Fe de la Iglesia a algún joven? “Los jóvenes desean asumir este desafío"  [Se refiere al desafío vocacional, que se define como “vocación a la vida": ¡toma ya!] ¿Alguien cree, honradamente, que este documento, por ejemplo, va a llevar a algún joven al seminario? Y no será por no haber plazas en la inmensíima mayoría de ellos, bastantes cerrados por dentro por falta de inquilinos.

¿Cuántas veces aparece en el documento la palabra JESUCRISTO? Cuéntenlas, que se van a morir del susto.

Y no sigo. Vamos a esperar al documento firmado por el Papa y hecho, de ese modo, “magisterio".

A seguir rezando, que cada vez es más urgente por necesario.

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Ayer hablaba de ese gran centro de amor a la Virgen María que es El Pilar. Baste dar unos pequeños datos, la misa los días de diario es a las siguientes horas: 8,00 - 9,00 - 10,00 - 11,00 - 12,00 - 13,00 y 17,00 - 18,00 - 19,00 - 20,00. A cualquier hora del día, sin interrupción hay un servicio permanente de sacerdotes en el confesonario. 

El influjo benéfico de este santuario en la ciudad solo en el cielo lo conoceremos. El trasiego de zaragozanos que pasan un momento a decirle algo a la Virgen es bien visible.

Hace unos posts hablaba de la teología que hay en el interior de las mentes de algunos clérigos. Qué duda cabe que desde los años 70 se produjo un desprecio del mismo concepto de templo, de liturgia, de culto magnificente. Los extremismos ya han pasado, pero todo aquello dejó unas repercusiones que llegan hasta nuestros días.

Os ofrezco ahora un excelente vídeo acerca de lo políticamente correcto, es realmente formidable:



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Miércoles 01 de Noviembre de 2018
Todos los Santos
(S). Blanco

Jornada nacional de oración por la santificación del pueblo argentino y la glorificación de sus siervos de Dios.

En la Iglesia de Oriente, en el siglo IV, se comenzó a celebrar la memoria de todos los mártires. Luego, esta celebración se amplió a todos los santos para recordar y honrar a todos los hombres y mujeres, conocidos o no, que vivieron su vida en santidad. El papa Bonifacio IV estableció la solemnidad en forma definitiva en el año 610.

Antífona de entrada         
Alegrémonos todos en el Señor al celebrar esta solemnidad en honor de todos los santos. Los ángeles se regocijan por esta solemnidad y alaban al Hijo de Dios.

Oración colecta     
Dios todopoderoso y eterno, que nos concedes celebrar en una sola fiesta los méritos de todos tus santos; te rogamos que, por las súplicas de tantos intercesores, derrames sobre nosotros la ansiada plenitud de tu misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas        
Recibe con agrado, Señor, las ofrendas que te presentamos en honor de todos tus santos, y concédenos experimentar la fraterna solicitud por nuestra salvación, de quienes han alcanzado ya la felicidad eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión        Mt 5, 8-10
Felices los que tiene el corazón puro, porque verán a Dios. Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los cielos.

Oración después de la comunión
Te adoramos, Dios admirable, fuente única de santidad, e imploramos tu misericordia para que, santificados por tu amor, pasemos de esta mesa de los peregrinos al banquete eterno de tu Reino. Por Jesucristo, nuestro Señor.

1ª Lectura    Apoc 7, 2-4. 9-14
Lectura del libro del Apocalipsis.
Yo, Juan, vi a un ángel que subía del Oriente, llevando el sello del Dios vivo. Y comenzó a gritar con voz potente a los cuatro ángeles que habían recibido el poder de dañar a la tierra y al mar: “No dañen a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los servidores de nuestro Dios”. Oí entonces el número de los que habían sido marcados: eran 144.000 pertenecientes a todas las tribus de Israel. Después de esto, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas. Estaban de pie ante el trono y delante del Cordero, vestidos con túnicas blancas; llevaban palmas en la mano y exclamaban con voz potente: “¡La salvación viene de nuestro Dios que está sentado en el trono, y del Cordero!”. Y todos los ángeles que estaban alrededor del trono, de los ancianos y de los cuatro seres vivientes, se postraron con el rostro en tierra delante del trono, y adoraron a Dios, diciendo: “¡Amén! ¡Alabanza, gloria y sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza a nuestro Dios para siempre! ¡Amén!”. Y uno de los ancianos me preguntó: “¿Quiénes son y de dónde vienen los que están revestidos de túnicas blancas?”. Yo le respondí: “Tú lo sabes, Señor”. Y él me dijo: “Estos son los que vienen de la gran tribulación; ellos han lavado sus vestiduras y las han blanqueado en la sangre del Cordero”.
Palabra de Dios.

Comentario
Esta descripción nos muestra a los santos, que están ante el trono de Dios. Allí se encuentran los que pertenecen a “las doce tribus de Israel” y los que provienen de todas las naciones de la tierra. Con la vestidura blanca que recibimos en el bautismo, nosotros también esperamos llegar a cantar algún día ante el trono de Dios.

Salmo 23, 1-6
R. ¡Benditos los que buscan al Señor!

Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella, el mundo y todos sus habitantes, porque él la fundó sobre los mares, él la afirmó sobre las corrientes del océano. R.

¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor y permanecer en su recinto sagrado? El que tiene las manos limpias y puro el corazón; el que no rinde culto a los ídolos ni jura falsamente. R.

Él recibirá la bendición del Señor, la recompensa de Dios, su Salvador. Así son los que buscan al Señor, los que buscan tu rostro, Dios de Jacob. R.

2ª Lectura    1Jn 3, 1-3
Lectura de la primera carta de san Juan.
Queridos hermanos: ¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente. Si el mundo no nos reconoce, es porque no lo ha reconocido a él. Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. El que tiene esta esperanza en él, se purifica, así como él es puro.
Palabra de Dios.

Comentario
Hay muchos santos en este mundo que viven como hijos e hijas de Dios. Su condición aún no se ha manifestado plenamente, porque en esta tierra siempre habrá males y pecados que impidan que se vea claramente su santidad. A pesar de ello, quienes sabemos que somos amados por Dios, queremos hacer presente su amor en el mundo.

Aleluya        Mt 11, 28
Aleluya. “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré”, dice el Señor. Aleluya.

Evangelio     Mt 4, 25—5, 12
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Seguían a Jesús grandes multitudes, que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la Transjordania. Al ver la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo: “Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices los afligidos, porque serán consolados. Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios. Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron”.
Palabra del Señor.

Comentario
“Manso tiene, con mucha frecuencia, el sentido de pobre. Es una manera de representar a quienes están bien dispuestos para reconocer y aceptar la pobreza del rey mesías, según los proyectos insondables y muchas veces desconcertantes de Dios. La mansedumbre es puesta por Jesús como expresión del camino para acceder al reino definitivo”.

Oración introductoria 
Señor, gracias por indicarme tan claramente el camino para poder alcanzar la dicha, la alegría que me hará saltar de contento por toda la eternidad. Guía mi oración para que este día esté orientando hacia mi meta final. 

Petición 
Dios mío, que las bienaventuranzas sean mi criterio de vida, mi forma de pensar y de comportarme. 

Meditación 

1. Una muchedumbre inmensa que nadie podía contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua. Podemos aplicar muy bien esta frase del Apocalipsis a todas aquellas personas que, durante su vida, fueron un ejemplo admirable de santidad, aunque su nombre no figure en ningún calendario, ni santoral religioso. Seguro que todos nosotros conocemos a alguna de estas personas, familiares, amigas o simplemente conocidas, que durante su vida fueron para nosotros ejemplo de bondad y santidad. Hoy, fiesta de todos los santos, queremos dedicarles nuestro recuerdo, nuestra oración y nuestra admiración. Sí, queremos dedicar esta fiesta al recuerdo de tantas personas anónimas que testimoniaron con el ejemplo de su vida su fe religiosa. Madres y padres que trabajaron en el anonimato de la casa, o del campo, o de la empresa, regalando sudor y amor, pendientes siempre de la familia y del trabajo y de la sociedad. Empleados y jornaleros fieles y cumplidores, mujeres explotadas y generosas, pobres luchadores y valientes, cristianos, en definitiva, que supieron hacer de su fe el motor y la palanca para luchar con amor contra el mal y la injusticia. Todos ellos supieron renunciar a muchas diversiones justas y a muchos gastos superfluos, a muchas comodidades y a muchos descansos, para conseguir así, con el ejemplo de su fe, y con una lucha valiente, que su familia y la sociedad en la que vivían pudieran tener una vida más digna y más de acuerdo con los designios de Dios. Su lucha y su esfuerzo no fueron muchas veces debidamente reconocidos, ni mucho menos recompensados. Vivieron y murieron anónimamente; podemos afirmar que su vida fue, en muchos casos, un sacrificio, un lento martirio aceptado por amor, que sólo floreció y fructificó después de la muerte. Si la vida del cristiano es siempre una lucha contra el mal, la vida de estos santos anónimos fue, sin duda, una lucha que mereció la aprobación y recompensa por parte de Dios. La vida de estos santos anónimos, cuyo recuerdo hoy celebramos, debe servirnos de guía y estímulo a todos los que ahora queremos seguir luchando con las armas del evangelio contra la injusticia y contra el mal en el mundo.

2. La victoria es de nuestro Dios. La muchedumbre inmensa que nadie podría contar, de toda nación, raza y lengua han vencido ya a la muerte y gozan, con sus vestiduras blancas y con palmas en sus manos, de la presencia de Dios. Son, como venimos diciendo, los santos anónimos a quienes las fuerzas del mal, los enemigos de Dios, les maltrataron, les hicieron sufrir una gran tribulación, pero ellos supieron luchar contra el mal, resistieron, no se acobardaron, y con la fuerza que Dios les dio vencieron al mal. Es el triunfo de Dios, la victoria del bien sobre el mal. Los santos anónimos, como la muchedumbre del Apocalipsis, no tienen nombres conocidos, ni hazañas escritas en la historia, pero están vivos y triunfantes ante Dios. Ellos nos invitan a la lucha y al esfuerzo, al amor y a la generosidad, a la defensa de los auténticos valores del evangelio; ellos son un canto a la esperanza, a la victoria final de nuestro Dios.

3. Ahora somos hijos de Dios. Los cristianos llamamos todos los días a Dios Padre nuestro y nos gusta creer que somos sus hijos. Lo difícil es vivir como auténticos hijos de Dios. Porque la carne, que es débil, se rebela constantemente contra el espíritu, el cuerpo nos arrastra y nos empuja hacia los placeres materiales y, en muchos momentos, actuamos más como hijos de la carne que como hijos de Dios. Así es nuestra pobre realidad. Pero es verdad que somos hijos de Dios y nuestro deber es trabajar cada día para comportarnos como tales. En el plano de nuestra conducta diaria, el vivir como hijos de Dios es más una tarea a realizar, que una realidad ya conquistada. Nuestra vocación es vivir como hijos de Dios, pero cada día comprobamos la enorme distancia que nos queda por recorrer para conseguirlo.

4. De ellos es el reino de los cielos. La razón primera y última por la que pueden considerarse bienaventurados los pobres, los que lloran, los sufridos, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz y los perseguidos por causa de la justicia, es porque de ellos es el reino de los cielos. Pero yo creo que no debemos poner, sin más, el reino de los cielos en la otra vida y decirles a los que sufren y a los perseguidos por causa de la justicia que tengan paciencia en esta vida, porque la felicidad les llegará después en la otra. Yo creo que Jesús de Nazaret y su Padre, nuestro Padre Dios, quieren que todas las personas seamos felices también aquí, mientras vivimos. Y no hay duda de que si todos nos comportáramos y viviéramos como auténticos hijos de Dios, viviríamos de verdad felices y bienaventurados también aquí en la tierra. Por eso, lo que tenemos que hacer los cristianos, si de verdad queremos que el reino de Dios empiece a realizarse ya en esta vida, es vivir nosotros como auténticos hijos de Dios y trabajar arduamente para que el mundo en el que vivimos sea un poco más bueno cada día. Es nuestra tarea de cada día, que debemos llevar a cabo con la gracia de Dios.

Propósito 
Hoy en día el mensaje de Jesús en la Montaña sigue plenamente vigente. ¡Sólo se necesitan almas nobles, valientes y generosas que quieran ser auténticamente felices y quieran poner por obra su mensaje! Serán realmente dichosas. Y el mundo cambiará. 

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Este día se celebran a todos los millones de personas que han llegado al cielo, aunque sean desconocidos para nosotros. Santo es aquel que ha llegado al cielo, algunos han sido canonizados y son por esto propuestos por la Iglesia como ejemplos de vida cristiana.

Comunión de los santos

La comunión de los santos, significa que ellos participan activamente en la vida de la Iglesia, por el testimonio de sus vidas, por la transmisión de sus escritos y por su oración. Contemplan a Dios, lo alaban y no dejan de cuidar de aquellos que han quedado en la tierra. La intercesión de los santos significa que ellos, al estar íntimamente unidos con Cristo, pueden interceder por nosotros ante el Padre. Esto ayuda mucho a nuestra debilidad humana.

Su intercesión es su más alto servicio al plan de Dios. Podemos y debemos rogarles que intercedan por nosotros y por el mundo entero.

Aunque todos los días deberíamos pedir la ayuda de los santos, es muy fácil que el ajetreo de la vida nos haga olvidarlos y perdamos la oportunidad de recibir todas las gracias que ellos pueden alcanzarnos. Por esto, la Iglesia ha querido que un día del año lo dediquemos especialmente a rezar a los santos para pedir su intercesión. Este día es el 1ro. de noviembre.

Este día es una oportunidad que la Iglesia nos da para recordar que Dios nos ha llamado a todos a la santidad. Que ser santo no es tener una aureola en la cabeza y hacer milagros, sino simplemente hacer las cosas ordinarias extraordinariamente bien, con amor y por amor a Dios. Que debemos luchar todos para conseguirla, estando conscientes de que se nos van a presentar algunos obstáculos como nuestra pasión dominante; el desánimo; el agobio del trabajo; el pesimismo; la rutina y las omisiones.
Se puede aprovechar esta celebración para hacer un plan para alcanzar la santidad y poner los medios para lograrlo:

¿Como alcanzar la santidad?

- Detectando el defecto dominante y planteando metas para combatirlo a corto y largo plazo.
- Orando humildemente, reconociendo que sin Dios no podemos hacer nada.
- Acercándonos a los sacramentos.

Un poco de historia

La primera noticia que se tiene del culto a los mártires es una carta que la comunidad de Esmirna escribió a la Iglesia de Filomelio, comunicándole la muerte de su santo obispo Policarpo, en el año156. Esta carta habla sobre Policarpo y de los mártires en general. Del contenido de este documento, se puede deducir que la comunidad cristiana veneraba a sus mártires, que celebraban su memoria el día del martirio con una celebración de la Eucaristía. Se reunían en el lugar donde estaban sus tumbas, haciendo patente la relación que existe entre el sacrificio de Cristo y el de los mártires

La veneración a los santos llevó a los cristianos a erigir sobre las tumbas de los mártires, grandes basílicas como la de San Pedro en la colina del Vaticano, la de San Pablo, la de San Lorenzo, la de San Sebastián, todos ellos en Roma. 

Las historias de los mártires se escribieron en unos libros llamados Martirologios que sirvieron de base para redactar el Martirologio Romano, en el que se concentró toda la información de los santos oficialmente canonizados por la Iglesia.

Cuando cesaron las persecuciones, se unió a la memoria de los mártires el culto de otros cristianos que habían dado testimonio de Cristo con un amor admirable sin llegar al martirio, es decir, los santos confesores. En el año 258, San Cipriano, habla del asunto, narrando la historia de los santos que no habían alcanzado el martirio corporal, pero sí confesaron su fe ante los perseguidores y cumplieron condenas de cárcel por Cristo.

Más adelante, aumentaron el santoral con los mártires de corazón. Estas personas llevaban una vida virtuosa que daba testimonio de su amor a Cristo. Entre estos, están san Antonio (356) en Egipto y san Hilarión (371) en Palestina. Tiempo después, se incluyó en la santidad a las mujeres consagradas a Cristo.

Antes del siglo X, el obispo local era quien determinaba la autenticidad del santo y su culto público. Luego se hizo necesaria la intervención de los Sumos Pontífices, quienes fueron estableciendo una serie de reglas precisas para poder llevar a cabo un proceso de canonización, con el propósito de evitar errores y exageraciones.

El Concilio Vaticano II reestructuró el calendario del santoral:

Se disminuyeron las fiestas de devoción pues se sometieron a revisión crítica las noticias hagiográficas (se eliminaron algunos santos no porque no fueran santos sino por la carencia de datos históricos seguros); se seleccionaron los santos de mayor importancia (no por su grado de santidad, sino por el modelo de santidad que representan: sacerdotes, casados, obispos, profesionistas, etc.); se recuperó la fecha adecuada de las fiestas (esta es el día de su nacimiento al Cielo, es decir, al morir); se dio al calendario un carácter más universal (santos de todos los continentes y no sólo de algunos). 

Categorías de culto católico

Los católicos distinguimos tres categorías de culto:

- Latría o Adoración: Latría viene del griego latreia, que quiere decir servicio a un amo, al señor soberano. El culto de adoración es el culto interno y externo que se rinde sólo a Dios.

- Dulía o Veneración: Dulía viene del griego doulos que quiere decir servidor, servidumbre. La veneración se tributa a los siervos de Dios, los ángeles y los bienaventurados, por razón de la gracia eminente que han recibido de Dios. Este es el culto que se tributa a los santos. Nos encomendamos a ellos porque creemos en la comunión y en la intercesión de los santos, pero jamás los adoramos como a Dios. Tratamos sus imágenes con respeto, al igual que lo haríamos con la fotografía de un ser querido. No veneramos a la imagen, sino a lo que representa.

- Hiperdulía o Veneración especial: Este culto lo reservamos para la Virgen María por ser superior respecto a los santos. Con esto, reconocemos su dignidad como Madre de Dios e intercesora nuestra. Manifestamos esta veneración con la oración e imitando sus virtudes, pero no con la adoración.

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OFICIO DE LECTURA - TODOS LOS SANTOS. (SOLEMNIDAD) - TIEMPO ORDINARIO


De la Solemnidad.


SEGUNDA LECTURA



De los Sermones de san Bernardo, abad
(Sermón 2: Opera omnia, edición cisterciense, 5 [1968], 364-368 )

APRESURÉMONOS HACIA LOS HERMANOS QUE NOS ESPERAN

¿De qué sirven a los santos nuestras alabanzas, nuestra glorificación, esta misma solemnidad que celebramos? ¿De qué les sirven los honores terrenos, si reciben del Padre celestial los honores que les había prometido verazmente el Hijo? ¿De qué les sirven nuestros elogios? Los santos no necesitan de nuestros honores, ni les añade nada nuestra devoción. Es que la veneración de su memoria redunda en provecho nuestro, no suyo. Por lo que a mí respecta, confieso que, al pensar en ellos, se enciende en mí un fuerte deseo.

El primer deseo que promueve o aumenta en nosotros el recuerdo de los santos es el de gozar de su compañía, tan deseable, y de llegar a ser conciudadanos y compañeros de los espíritus bienaventurados, de convivir con la asamblea de los patriarcas, con el grupo de los profetas, con el senado de los apóstoles, con el ejército incontable de los mártires, con la asociación de los confesores, con el coro de las vírgenes, para resumir, el de asociarnos y alegrarnos juntos en la comunión de todos los santos. Nos espera la Iglesia de los primogénitos, y nosotros permanecemos indiferentes; desean los santos nuestra compañía, y nosotros no hacemos caso; nos esperan los justos, y nosotros no prestamos atención.

Despertémonos, por fin, hermanos; resucitemos con Cristo, busquemos las cosas de arriba, pongamos nuestro corazón en las cosas del cielo. Deseemos a los que nos desean, apresurémonos hacia los que nos esperan, entremos a su presencia con el deseo de nuestra alma. Hemos de desear no sólo la compañía, sino también la felicidad de que gozan los santos, ambicionando ansiosamente la gloria que poseen aquellos cuya presencia deseamos. Y esta ambición no es mala, ni incluye peligro alguno el anhelo de compartir su gloria.

El segundo deseo que enciende en nosotros la conmemoración de los santos es que, como a ellos, también a nosotros se nos manifieste Cristo, que es nuestra vida, y que nos manifestemos también nosotros con él, revestidos de gloria. Entretanto, aquel que es nuestra cabeza se nos representa no tal como es, sino tal como se hizo por nosotros, no coronado de gloria, sino rodeado de las espinas de nuestros pecados. Teniendo a aquel que es nuestra cabeza coronado de espinas, nosotros, miembros suyos, debemos avergonzarnos de nuestros refinamientos y de buscar cualquier púrpura que sea de honor y no de irrisión. Llegará un día en que vendrá Cristo, y entonces ya no se anunciará su muerte, para recordarnos que también nosotros estamos muertos y nuestra vida está oculta con el. Se manifestará la cabeza gloriosa y, junto con él, brillarán glorificados sus miembros, cuando transfigurará nuestro pobre cuerpo en un cuerpo glorioso semejante a la cabeza, que es él.

Deseemos, pues, esta gloria con un afán seguro y total. Mas, para que nos sea permitido esperar esta gloria y aspirar a tan gran felicidad, debemos desear también en gran manera la intercesión de los santos, para que ella nos obtenga lo que supera nuestras fuerzas.

RESPONSORIO    Ap 19, 5. 6; Sal 32, 1

R. Alabad al Señor, sus siervos todos, los que le teméis, pequeños y grandes; * porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
V. Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos.
R. Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.

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06:38

 Cristo - Río de Janeiro, 1931

–Todo eso ya lo he leído en su blog.

–[Qué hombre…] En 9 años llevo más de 500 articulos, y hay varios en los que he tratado del Apocalipsis en algún subtítulo. Pero esta vez, tal como está el patio, quiero exponer más ampliamente la Revelación de Jesucristo, uno de los libros más grandiosos del N. T., y quizá el más ignorado.

    En la prensa diaria se dan sobre todo noticias malas de cosas ya pasadas,relativas a este mundo que es pasando. Resulta abrumador, deprimente, engañoso. Se entiende, pues, que León Bloy dijera: «Cuando quiero saber las últimas noticias, leo el Apocalipsis»: un libro luminoso, confortador, lleno de esperanza; hoy especialmente necesario en la Iglesia, entre tantos males y tantas falsificaciones de la verdadera realidad. Aten­damos, pues, a la invitación del ángel: «sube aquí, y te mostraré lo que va a suce­der después de esto» (Ap 4,1).

* * *

–De Cristo o del mundo

    El Apocalipsis de San Juan Evangelista, el último libro del Nuevo Testamento, es al mismo tiempo una profecía y una explicación de la historia de la Iglesia. No hay libro que revele más claramente cómolos cristianos se perfeccionan, se santifican en Cristo, sufriendo al mundo con fidelidad y pa­ciencia.

Ya lo dijo nuestro Señor Jesucristo: «Si fueseis del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, sino que yo os he elegido sacándoos del mundo, por esto el mundo os odia… Si me persiguieron a mí, también a vosotros os perseguirán» (Jn 15,19-20; +Mt 5,11-12). Y San Pablo: «el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo» (Gál 6,14).

Hoy no pocos cristianos estiman que debemos hacernos amigos del mundo, conciliándonos con él, cuanto sea posible, en «pensamientos y caminos» (cf. Is 55,8). Como si fuera posible. Pero la tesis es falsa, es mentira, y por tanto, es diabólica. Nuestra fe, directamente fundamentada en la Palabra de Dios, enseña y manda justamente lo contrario: «Adúlteros… Quien pretende ser amigo del mundo se hace enemigo de Dios» (Sant 4,4).

Estas doctrinas chocan de frente contra la ideología hoy predominante en gran parte de la Iglesia: ustedes lo ven hace ya décadas. Pero siguen siendo verdaderas, y eso es lo único que nos vale. «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (Mt 24,35). «Sabemos que somos de Dios, mientras que el mundo todo está bajo el Maligno» (1Jn 5,19), que es «mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8,44).

(Cf. José María Iraburu, De Cristo o del mundo, Fund. GRATIS DATE, Pamplona 2013, 3ªed., 233 pgs.) ((  mmmm   ))

 

–Apocalipsis de Jesucristo

    Compuesto a fines del siglo I, el libro de la Revelación de Jesucristo fue escrito como libro de Consolación y de exaltación del martirio. En efecto, para confortar a las Iglesias primeras, que estaban padeciendo ya los pri­meros zarpazos de la Bestia imperial ro­mana, y animar al martirio, mostrándolo como la gran victoria de Cristo en sus fieles. Ahora bien, siendo así que el mundo perseguirá siempre a la Iglesia, el Apocalipsis fue escrito para asistir y orientar en las pruebas de la historia a todas las Iglesias del pre­sente y del futuro, también a las de hoy (+Ap 2,11; 22,16.18).

    «El Apocalipsis es claramente un Evangelio», «un quinto Evangelio» (Charlier II,131. 224), una buena noticia que a los cristianos perseguidos les da Juan, «vuestro hermano y com­pañero de la tribu­lación, del reino y de la paciencia, en Jesús» (Ap 1,9). Por eso las biena­venturanzas jalo­nan este maravilloso texto revelado.

    Son bienaventurados los que leen y guardan las palabras de este libro (1,3; 22,7), los que permane­cen vigilantes y puros (16,15), los que mue­ren por el Señor (14,13), los que son in­vitados a las bodas del Cordero (19,9), y así entran para siempre en la Ciudad celeste con limpias vestiduras limpias (22,14).

Aunque no pocos puntos de este libro misterioso tienen difícil interpretación, sus revela­ciones fundamentales son muy claras, y sumamente importantes a la hora de situarse en el mundo según la fe, buscando la santidad, la perfección evangélica, con la fuerza y alegría de la esperanza. El mensaje fundamental del «Apocalipsis de Jesucristo» (1,1) es éste:

Desde la victoria de la Cruz, hay una opo­sición permanente y durísima entre Cristo y el Dragón infernal, entre la Iglesia y la Bes­tia mundana, a la que ha sido dado poder en el siglo para perse­guir  a la descendencia de la Mujer coronada de doce estrellas. No debe, sin embargo, apode­rarse de los cristianos el pánico. La victoria es ciertamente de Cristo y de aquéllos que, en la fe y la paciencia, guardan su testimo­nio, si es preciso con sangre.

   

–La Bestia del mundo moderno

    Si los intérpretes del Apocalipsis han reconocido generalmente los rasgos de la Bestia mundana en el Im­perio romano y en otros poderes mundanos semejantes de la época o posteriores, ¿cómo los cristianos de hoy no reconoceremos la Bestia maligna en los actuales Imperios ateizantes,que se empeñan en construir la Ciudad  del mundo sin Dios y contra Cristo?

    El Imperio romano era para los cristianosun perro de mal genio, con el que se podía con­vivir a veces, aunque en cualquier mo­mento podía morder, comparado con el tigre del Blo­que comunista o más aún con el león poderoso de los Estados occidentales após­tatas, cifra­dos en la riqueza y en una liber­tad humana sin Dios y sin Cristo, abandonada a sí misma por el liberalismo (+Ap 13,2.11). Para hacerse una idea de la ferocidad de cada una de las Bestias citadas, basta apre­ciar la fuerza histórica real que cada una de ellas ha mostrado para combatir y llevar a los cristianos a la apostasía. «Por sus frutos los conoceréis»

Es curioso. Los primeros apologistas cristianos –Justino, Atenágoras, Tertuliano–, en el mero he­cho de componer sus apologías, todavía manifiestan una cierta esperanza de que sus destinatarios, el em­perador a veces, atiendan a razones y depongan su hostilidad. Y es que los poderosos del mundo eran entonces paganos, pero no apóstatas. Los actuales, por el contrario, vienen de vuelta del cristianismo, y saben bien que gracias a que no creen o a que callan en la política su feen Cristo están donde están y pueden hacer lo que hacen

    Hoy la Bestia mundana, comparada con sus primeras encarnaciones históricas, es in­comparablemente más poderosa y seductora, más inteligente en la persecu­ción de la Iglesia, tiene muchos más cóm­plices, también dentro de la Iglesia, y está mucho más determinada en hacer desaparecer de la tierra a los cristianos y toda huella de la cristiandad.

 

–Una Bestia herida de muerte

    «¡Ay de la tierra y del mar! Porque el Diablo ha bajado a vosotras con gran furor, sa­biendo que le queda poco tiempo» (Ap 12,12). En efecto, la Bestia secular, a pesar de su aparente prepotencia, está siempre conde­nada a una muerte más o menos próxima. No es Casa edificada sobre la roca, como la Iglesia en Cristo, sino sobre la arena, y está destinada por tanto a un derrumbamiento inevitable (Mt 7,26-27).

    El Cristo glorioso del Apo­calipsis se manifiesta en cambio sereno y domi­nador, siempre imponente y victorioso. Resucitado, vencedor del pecado, del mundo y del diablo, asciende al Padre, y con Él y el Espíritu Santo «vive y reina por los siglos». En la visión de Juan,

    «sus pies pa­recían como de metal precioso acrisolado en el horno; su voz como voz de grandes aguas; tenía en su mano derecha siete estre­llas [todas las Iglesias], y de su boca salía una espada aguda de dos filos» (1,15-16). En los momentos que su providencia elige, Cristo por sus ángeles o por sí mismo de­rrama las copas de la ira, hiere a los pa­ganos con la espada de su boca, captura a la Bestia, quiebra sus pies de arcilla, y la enca­dena por un tiempo, o la suelta por otro tiempo, o bien la arroja definitivamente con el falso pro­feta al lago de fuego inextinguible.

    Desde los sucesos de la Cruz y la resurrección, la Bestia diabólica, a pesar de todas sus prepotencias y prestigios mundanos, está condenada a muerte, y lo sabe: avanza inexorable­mente hacia ese abismo de absoluta condena. Sabe bien que a Cristo le «ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra» (Mt 28,18). Y que Él, como Rey del mundo, actúa conti­nuamente como Salvador en la historia de la humanidad, obrando directamente o a través de sus ángeles y san­tos, o bien por la permisión providente de una cadena de causas malvadas, que son dejadas a su propia inercia siniestra.

 

La maldad da muerte al malvado

    En este mundo, el bien tiene ser, bondad y belleza, y por eso es durable. El mal, en cambio, a pesar de su aparato fascinante, apenas tiene ser, bondad ni au­téntica belleza, y está destinado necesariamente a la muerte: nihil violentum durabile. El mal por su propio pensamiento y paso camina a la ruina. «La maldad da muerte al mal­vado» (Sal 33,22).

    El Imperio comunista, por ejemplo, tan colosal y coherente en sí mismo, tan «irreversiblemente» instalado en el poder, tan capaz de durar para siempre y de apoderarse del mundo entero, tenía –como toda Bestia diabólica– los pies de hierro y barro, y no fue abatido a cañona­zos o por la invasión de fuerzas extranjeras o por la irrupción de ejércitos celestiales, no. Duró solamente «hasta que una piedra se desprendió, sin intervención humana, y chocó contra los pies de hierro y barro de la estatua, haciéndola pedazos» (Dan 2,33-34.41-42; +Ap 2,27). Esto sucedió en el año de gra­cia de 1989, reinando, como siempre, nuestro Señor Jesucristo. Y sin que ningún kremlinólogo lo hubiera previsto. A fines del 87, por ejemplo, invitados por Gorbachov, visitaron la Unión Soviética tanto fray Betto como Leonardo y Clovis Boff, grandiosos profetas del progresismo, que no queriendo ser los últimos cristianos, vinieron a ser los últimos marxistas. Pues bien, para los hermanos Boff aquélla era «una sociedad libre, limpia, donde uno no se siente perseguido» (sic). Si tardan un poco en salir de su pasmo admirativo y no abandonan la región, se les cae encima todo el Sis­tema comunista en su auto-derribo. Tuvieron suerte.

Lo mismo ha sucedido con todos los Imperios bes­tiales del mundo. Y lo mismo sucederá al monstruoso Le­viatán de las actuales democracias liberales, potentes propugnadoras del Nuevo Orden Mundial. Cuando la manipulación política y la permisividad liberal, cuando la confusión y el desorden de una sociedad partida en partidos, en facciones sistemáticamente hostiles entre sí; cuando el abuso, la corrupción, la destrucción del orden natural, la lujuria y la falta de hijos, lleven a ciertos límites la degradación de las na­ciones antes cristianas, y cuando a pesar de éstas y otras plagas que hoy apenas podemos imaginar, los hom­bres persistan en sus pecados y, más aún, «blasfemen contra Dios a causa de sus dolores y llagas, pero sin arrepentirse de sus obras» (Ap 16,11; +16,9.21), entonces la Gran Babilonia se verá con­sumida en el incen­dio de sus propios vicios.

Y todos los que la admiraban llorarán su ruina, eso sí, pru­dentemente, «desde lejos», llenos de estupor al ver cómo «de golpe» (18,21), «en una hora, ha sido arruinada tanta riqueza» (18,17). Allí una Bestia marxista, consumida por la miseria, se de­rrumbó en una hora; y aquí la Otra liberal y apóstata, podrida por las riquezas, la mentira y los peores vicios, que ahora son su orgullo, caerá también en una hora. Es igual. En uno y otro caso, la maldad da muerte al malvado.

 

–La victoria definitiva está próxima

    A Cristo resucitado y vencedor –que es que es «el que nos ama» (Ap 1,5), «el alfa y el omega, el que es, el que era, el que viene, el Todopoderoso» (1,8)– le ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra, y todo está sujeto a su im­perio irresistible. No se escandalicen, pues, los fieles, despreciados y humillados por el mundo; no pierdan el ánimo ante las per­secuciones de la mala Bestia miserable, infiltrada incluso en la «Iglesia». Por el contrario, resistién­dose a la seducción de los Poderes y presti­gios mundanos, asistidos por la Santísima Trinidad y la Mujer de las doce estrellas, venzamos al mundo por la fe y la paciencia, guar­dando fielmente la Pala­bra divina y el testimonio de Jesús. Y por misericordia de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, después de la muerte y de la última purificación necesaria, seremos conducidos a la Casa del Padre.

«Estos son los que vienen de la gran tribulación, y lavaron sus túnicas y las blanquearon en la sangre del Cordero… Ya no tendrán hambre, ni sed, ni caerá sobre ellos el sol, ni ardor alguno, porque el Cordero que está en medio del trono los apacentará y los guiará a las fuentes de agua de la vida. Y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos» (7,14-17; +21,3-4). «Éstos son los que guardan los preceptos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús» (12,17).

La vic­toria final de Cristo está próxima. Bienaventurados, dichosos los fieles, llamados a las bodas del Cordero (19,9), pues en la Ciudad santa de Dios ya no reina la mentira y el pecado, ya no hay muerte ni llanto (21,3-4), ya que el Dios lumi­noso de la vida ha venido a ser todo en todas las cosas (1Cor 15,28).

Pronto, muy pronto, Cristo vencerá total y definitivamente al mundo. Es uno de los mensaje principales del Apocalipsis: «Revelación de Jesu­cristo… para manifestar a sus siervos lo que ha de suceder pronto» (Ap 1,1; +22,7; 2,16). «Vengo pronto; mantén con firmeza lo que tienes, para que nadie te arrebate tu co­rona» (3,12). «Mira, vengo pronto y traigo mi recompensa conmigo, para pagar a cada uno según su trabajo» (22,12). «Sí, vengo pronto» (22,20).

«Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron… Y oí una voz fuerte que decía desde el trono:… “Mira, hago nuevas todas las cosas”» (Ap 21,1.5). Es la misma voz fuerte del Señor Dios, que dijo al principio: «Hágase la luz, y hubo luz» (Gen1,3)… Sólo el Creador del mundo puede ser su Salvador.

 

José María Iraburu, sacerdote

 

Índice de Reforma o apostasía

 

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03:14

Pareciera que Madrid acaba en la M-40 como mucho. Fuera de lo que es la ciudad, poco se conoce del resto: el monasterio del Escorial, Alcalá de Henares, el Paular… Pocos los que se aventuran fuera de esos puntos conocidos. Menos áun los que se arriesgan a conocer las maravillas que atesora la sierra norte. Por otra parte, me apetecía que mis lectores, muchos de ellos además feligreses a distancia de estas parroquias, tuvieran la oportunidad de conocer estos hermosos templos, especialmente la iglesia de Braojos.

Hace poco se ha celebrado el cuarto centenario de su definitiva construcción. Un templo de enormes dimensiones, que ha sabido de diversas etapas constructivas, pero que ha sabido conservar un edificio noble que contiene una singular belleza en su sproporciones y retablos.

Cinco son los retablos barrocos que en la iglesia se conservan. Su tesoro, el situado en el lado de la epístola del transepto, en la llamada capilla de los Vargas. Es un completo retablo salido de las manos nada menos que de Gregorio Fernández, que se completa con pinturas de Vicente Carducho. 

En en centro, la Asunción de la Virgen. Bajo ese excepcional relieve, que dicen de la madurez de Gregorio Fernandez, la Virgen entregando la casulla a San Ildefonso.

En el ático, San Miguel derrotando al demonio, y en la predela varios relieves entre los que destaca el de la Anunciación. 

Sobre este altar se realiza cada mes la estación de adoración al Santísimo dentro de la procesion de minerva.

La nave es amplia. El retablo del altar mayor es también barroco, del primer tercio del siglo XVII. En él, presidiendo, la imagen de san Vicente mártir, titular de la parroquia. Junto a él, otros dos mártires diáconos, san Esteban y san Lorenzo. 

En esta foto puede verse, a la izquierda, otro retablo barroco, el retablo del ángel de la guarda. En su ático, el ángel de la guarda custodiando a un niño. En el centro, san Sebastián, y a sus lados, san Roque y san Blas. En la predela, dos preciosas tablitas atribidas a Berruguete el viejo, que enmarcan la reliquia de San Vicente.

Al fondo del templo parroquial, bajo el coro, pueden admirarse la pila bautismal, del siglo XV, así como el crucificado también del XV.

La puerta que observamos abierta, da paso a la sala inferior de la torre, con bóveda de crucería, y donde se venera la imagen de la patrona, la Virgen del Buen Suceso. En esa capilla se celebra la eucaristía los días laborables.

Otros dos retablos barrocos se hallan en el templo parroquial en el lado del evangelio del transepto. Uno enorme, escuela de Gregorio Fernández, que cobija, entre otras cosas, una imponente imagen de la Virgen del Rosario. Otro más sencillo encierra un cuadro de mérito del famoso Cristo de Burgos. 

Apenas pinceladas. Podemos reseñar el museo parroquial en el primer piso de la torre, que conserva ornamentos, orfebrería y algunas imágenes.

En este templo, de belleza extraordinaria, tengo la suerte de celebrar y rezar. Me apetecía que lo conocieran. Poco a poco iré mostrando mis otros templos. Ya me dirán qué les parece. 

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“San Josemaría nos dijo: con que os parezcáis un poco a vuestros padres ya vais bien. Y me parece que es un modelo, un desafío muy estimulante”
La parroquia San Josemaría Escrivá de Valencia acogió recientemente la conferencia “Una familia feliz” sobre el matrimonio Alvira, que vivió el ideal de matrimonio cristiano como camino de santidad según aprendieron del fundador del Opus Dei, y que actualmente se encuentra en proceso de beatificación.

Mª Isabel, licenciada en Historia, doctora en Filosofía por la Sorbona de París e hija del Paquita y Tomás, expuso la historia de su vida familiar y la relación cotidiana de sus padres tanto con sus hijos como con su entorno, con la que pretendió transmitir la manera entregada y cercana del matrimonio de vivir la fe y el espíritu del Opus Dei.
A través de fotografías familiares, cartas de sus padres y su propio testimonio, Mª Isabel Alvira relató el día a día del matrimonio de origen aragonés formado por Tomás Alvira y Paquita Domínguez, casados en junio de 1939. “Lo que me parece interesante es que ellos no solo pensaron que tenían que responder al plan de Dios, sino que también entendieron que el mensaje de San Josemaría era una entrega total en el matrimonio”, señaló la conferenciante, cosa que, apuntó también, fue un pensamiento adelantado a su tiempo, ya que en la época esa entrega total a Dios solo se relacionaba con el celibato.

Un amor conyugal que se desbordaba hacia los demás

Tomás Alvira, que se dedicó a la investigación en ciencias y a la enseñanza durante toda su vida, conoció a San Josemaría Escrivá por primera vez el 1 de septiembre de 1937, y aplicó junto con su mujer la idea transmitida por el fundador del Opus Dei de la posibilidad de alcanzar la santidad en la vida cotidiana, en su caso dentro del matrimonio. “Tenían un amor por Dios que se traslucía en su amor conyugal, y ese amor se desbordaba hacia los demás”, explicó Mª Isabel Alvira, quien remarcó la importancia de las relaciones de amistad que sus padres cultivaron con todo tipo de personas: colegas, vecinos, alumnos… Todos ellos con un recuerdo muy especial de la pareja por la preocupación que demostraban por los demás y el ambiente familiar que creaban a su paso.
“Los llaman matrimonio feliz, y no cabe duda de que lo fueron”, declaró la actual docente y doctora en Filosofía, “porque ellos tenían una paz y alegría permanentes, vivían con Dios”. Mª Isabel Alvira destacó especialmente esa alegría y esa fe que experimentaban con naturalidad en su hogar, a través del modo de vida que transmitían sus padres, su amor a la Eucaristía, a la Virgen o su agradecimiento permanente a Dios.

Un ambiente de libertad en la educación

La descendiente de los Alvira explicó que era tal el amor entre ellos, que nunca los vio discutir, y mostró a través de documentos gráficos cómo su padre, por ejemplo, dejaba plasmados los sentimientos hacia su mujer en sus dedicatorias en cartas y tarjetas de felicitación. Tomás Alvira también dejó escrita la expresión del ejemplo y la alegría que transmitía su familia: “No sé si habrá gente más feliz que nosotros. Más me parecería increíble”.
“También tenían una preocupación muy grande por vivir la humildad y que sus hijos tuvieran clara la importancia de esta virtud”, reveló la ponente, quien al mismo tiempo recordó que en su casa siempre se respiró un ambiente de libertad en la educación. “Nunca nos obligaron a nada, y no hacían sermones. Ellos rezaban el rosario y estábamos invitados”. Además, a través de varias anécdotas, Mª Isabel Alvira trasladó la manera en que les enseñaban a ella y a sus hermanos, más a través de una pedagogía indirecta que de la imposición, método que su padre también aplicó en su carrera docente.
La conferenciante también aclaró que, aunque hubo dificultades en su familia, la esperanza de sus padres y su amor les empujaba a una lucha constante. “Todo es un asunto de amor y caridad, y ahí se concreta la santidad, no en los fenómenos extraordinarios”, aseguró la hija del matrimonio. De hecho, narró algunas de las dificultades que había padecido la pareja a lo largo de su vida, como la expedición que su padre realizó con San Josemaría a través de los Pirineos para reunirse con su familia durante la Guerra Civil, o el fallecimiento prematuro de su hijo mayor a la edad de 5 años. Momentos que superaron, según comentó Mª Isabel Alvira, gracias a que “veían la mano de Dios en todo”.

Cartas de personas agradecidas por los favores del matrimonio Alvira

Tomás Alvira, que pidió la admisión en el Opus Dei en 1947, y Paquita Domínguez, que se unió en 1952, tuvieron nueve hijos y murieron en 1992 y 1994, respectivamente. Su proceso de beatificación se abrió en el año 2009 y actualmente se encuentra en la fase romana, según anunció Mª Isabel Alvira durante la charla.
En otro momento afirmó también que llegan muchas cartas de personas agradecidas por favores que han recibido tras acudir a la intercesión de sus padres, especialmente relacionados con dificultades para tener hijos. Como ejemplos simpáticos, contó de un matrimonio keniata que ha bautizado a su hijo con el nombre de “Tomás Alvira”, para que quedase claro a quién debía que naciera sano contra todo pronóstico. Y una niña francesa bautizada como “Paquita” por sus padres. “San Josemaría nos dijo: con que os parezcáis un poco a vuestros padres ya vais bien. Y me parece que es un modelo, un desafío muy estimulante”, concluyó la hija del matrimonio Alvira.
A la charla siguió un turno de preguntas en el que los asistentes, que llenaron el salón de actos de la parroquia a pesar de la previsión de lluvias, cuestionaron a Mª Isabel Alvira sobre asuntos como la forma de sus padres de corregirles cuando eran pequeños, cómo se enfrentaron estos a la muerte de su hijo mayor o sobre el proceso de beatificación del matrimonio, entre otros.
Este acto, que se enmarca dentro de la programación organizada por la parroquia con motivo del 90 aniversario de la fundación del Opus Dei, pretende dar a conocer algunas figuras que están en proceso de beatificación y santificación y que son ejemplo de vida cristiana.
Fuente: opusdei.org.

Juan Ramón Domínguez Palacios
http://enlacumbre2028.blogspot.com.es

-Dime, ¿cuanto pesa un copo de nieve?-preguntó un colibrí a un paloma
-Nada -fue la respuesta.
-Si es así, he de contarte una historia -dijo el colibrí-. Me posé en la rama de un pino, cerca de su tronco. Empezaba a nevar. No era la nieve de una fuerte tempestad, era como un sueño, sin ninguna herida ni violencia. 

Como no tenía nada que hacer, empecé a contar los copos mientras caían sobre las ramas de mi tronco. El número exacto fue de 3.741.952. Cuando cayó sobre la rama el siguiente copo (sin peso, como tu dices) la rama se rompió.
Dicho esto, el colibrí levantó el vuelo.
Continúa…
La paloma, una autoridad en la materia desde el tiempo de Noé, se paró a reflexionar y, pasados unos minutos, se dijo: “Quizá tan sólo sea necesaria la colaboración de una persona más para que la solidaridad se abra camino en el mundo”.
De Kurt Kauter
anecdonet.com
Juan Ramón Domínguez Palacios
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Juliet Ashton es articulista en prensa y escritora británica, que al término de la Segunda Guerra Mundial, está buscando tema para su próximo libro. Lo encontrará gracias al intercambio de cartas con un desconocido porquero que vive en una de las islas del Canal de la Mancha, Guernsey, cuando tiene noticias de la existencia de la Sociedad Literaria del Pastel de Piel de Patata, un club de libros nacido por casualidad en el contexto bélico, pero que afianzó de modo inesperado la pasión por la lectura entre sus componentes.
Una deliciosa película, canto a la amistad, al amor y a las tertulias literarias, a la lectura y la escritura. Adapta un libro de Mary Ann Shaffer. Su formato original, el intercambio epistolar de la protagonista con diversos componentes de la sociedad literaria a que alude el título, ha sido convenientemente adaptado.

Mike Newell recupera aquí su mejor forma con una trama enmarcada en una situación histórica bastante desconocida, la ocupación nazi de parte de territorio británico durante la Segunda Guerra Mundial, las islas del Canal. La trama rebosa humanidad, y habla de la importancia de la camaradería y la confianza, el estrechamiento de lazos, la gozada de compartir una velada. También aborda el amor, que puede surgir inesperadamente, y juega al contraste entre la vida acelerada de la urbe londinense, y la tranquilidad campestre. (Almudí JD). Decine21: AQUÍ
Juan Ramón Domínguez Palacios
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