Lo he leído con una cierta premura, pareja al escaso interés que me ha suscitabao el evento; y con su pizca -gorda- de fuerte desconfianza. Y, en honor a la verdad, he de afirmar que mis expectativas se han visto confirmadas y con creces: para mal.
Lo primero que me ha chocado es que el “tono juvenil” -"un Jesús joven con los jóvenes"- no lo he visto: ni siquiera lo he notado en ningún momento. Es un lenguaje de “maduros y sesudos hombres de iglesia” que no me parece que lo que dicen y, sobre todo, cómo lo dicen, no solo no sea entendido sino, y como se nos ha pretendido vender en el momento actual de la Iglesia respecto a los jóvenes, será rechazado por estos. Todo lo que se dice -y cómo se dice- está al otro extremo del arco generacional juvenil. O sea, unos “carcas” de tomo y lomo, y con lenguaje de carcas, claro: para ese viaje….
Y esto pone de manifiesto -la echa abajo- el primer “motivo” del sínodo de “oir a los jóvenes y de hablarles y acompañarles con un lenguaje que entiendan". Por lo que respecta al documento, nada más lejos de la realidad. Pero claro, y como dice el clásico: “lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible". Tal cual.
Otra cosa que me ha venido a la cabeza según leía, era la vanalidad de todo lo que se recoje ahí. Es que no hay ni una sola idea de fuste, que vaya seriamente a los temas enunciados. Se pierden en un marasmo de verbalismo, lugares comunes, eslóganes pasados de moda -viejos, ya- y pseudoideas que montan un trampantojo que ni siquiera es original: recoge todo lo más manido de lo que se ha oído y leído en los últimos cinco años, más o menos.
Atufa a un verbalismo perfectamente prescindible -"las respuestas simples no nos satisfacen", sentimos que lo sagrado resulta lejano de nuestra vida cotidiana", “la Iglesia suele aparecer como demasiado severa y excesivamente moralista", “necesitamos una Iglesia acogedora y misericordiosa", “las enseñanzas controvertidas", “el rol de la mujer en la Iglesia", etc.- que nada aporta, que nada ilumina, que nada arrastra porque, en la situación actual, da la impresión de que en la Iglesia no hay ya nada que decir ni nada que aportar porque ni siquiera hay ya a dónde llevar. Y esto es lo más duro de digerir.
Oor ejemplo: se da por descontado y se asume como signo de valentía por parte de la Iglesia, afirmaciones del tipo: “los jóvenes católicos, cuyas convicciones están en conflicto con la enseñanza oficial, siguen deseando ser parte de la Iglesia". Un galimatías que afirma una cosa y su contraria y pretende acabar en una síntesis que no lo es ni esforzándose a tope.
Porque no se puede ser católico sin aceptar, con plena conciencia de ser hijo de Dios en “su” Iglesia, la “enseñanza oficial de la Iglesia", ya que no tiene otra: no la hay. Y con este planteamiento, ¿cómo se puede afirmar, como testimonio de Fe, que se quiere permanecer en Ella? Esto sólo se “explica” y solo se escribe si lo que se quiere poner sobre el tapete es que hay que cambiar la doctrina como primera premisa para “quedarse” en la Iglesia. O sea: un chantaje en toda regla. O un desatino sin más, solo comparable al papelón de la Calvo con sus declaraciones públicas tras su reunión con Parolin.
Y cuando se pretende entrarle a las causas, por ejemplo, de la desafección de tantos y tantos jóvenes respecto a la Iglesia, se queda no ya en la superficie, sino que ni siquiera se ha metido en el agua para intentar nadar un poco. Y se asume y enfoca de esta forma: “Los jóvenes que se encuentran desconectados (…), lo hacen luego de haber experimentado indiferencia, de sentirse juzgados y rechazados", algo que, simplemente es falso: la muchedumbre de jóvenes -y mayores- que han dejado de ir a Misa, por ejemplo, lo han hecho más “porque sí” que por otro motivo; sumado al ambiente familiar -padres no practicantes-, al ambiente escolar -clases de religión que matan la Fe- y, como es lógico, al ambiente eclesial: nada han recibido en las diferentes catequesis en las que han participado y nada les ha podido quedar.
Y todo el remedio que se señala es “confiar en los jóvenes": ni una sola palabra en que los jóvenes confíen en la Iglesia, en Jesucristo, en la Gracia, en Dios Padre. O sea: un “paternalismo” absoluto, fruto de un “clericalismo” ingenuo, en el que se ha abdicado de EDUCAR EN LA FE -con lo que comporta de compromiso y lucha ascéticas, que es lo que atrae-, para simplemente “acomodarse” a los signos “de los jóvenes", antes llamados “signos de los tiempos", que solo pueden traer lo que han traído estos: descristianización. Porque a Cristo ni se le escucha, ni se le muestra, ni se le trata,.
“Si no soy protagonista, no juego y no te ajunto". Es la máxima que se les pone en el cerebro y se les admite sin ninguna crítica. Pero así, ¿cómo van a madurar? Se les encierra en un infantilismo perjudicial, se les encadena -y se les condena por tanto- a ser menores de edad.., que ya se va a encargar la Iglesia de que se crean mayores y de que lo saben todo de todo, y que la vida cristiana es eso: NADA.
¿Alguien cree que este documento final del presínodo confirma en la Fe de la Iglesia a algún joven? “Los jóvenes desean asumir este desafío" [Se refiere al desafío vocacional, que se define como “vocación a la vida": ¡toma ya!] ¿Alguien cree, honradamente, que este documento, por ejemplo, va a llevar a algún joven al seminario? Y no será por no haber plazas en la inmensíima mayoría de ellos, bastantes cerrados por dentro por falta de inquilinos.
¿Cuántas veces aparece en el documento la palabra JESUCRISTO? Cuéntenlas, que se van a morir del susto.
Y no sigo. Vamos a esperar al documento firmado por el Papa y hecho, de ese modo, “magisterio".
A seguir rezando, que cada vez es más urgente por necesario.
–Todo eso ya lo he leído en su blog.
–[Qué hombre…] En 9 años llevo más de 500 articulos, y hay varios en los que he tratado del Apocalipsis en algún subtítulo. Pero esta vez, tal como está el patio, quiero exponer más ampliamente la Revelación de Jesucristo, uno de los libros más grandiosos del N. T., y quizá el más ignorado.
En la prensa diaria se dan sobre todo noticias malas de cosas ya pasadas,relativas a este mundo que es pasando. Resulta abrumador, deprimente, engañoso. Se entiende, pues, que León Bloy dijera: «Cuando quiero saber las últimas noticias, leo el Apocalipsis»: un libro luminoso, confortador, lleno de esperanza; hoy especialmente necesario en la Iglesia, entre tantos males y tantas falsificaciones de la verdadera realidad. Atendamos, pues, a la invitación del ángel: «sube aquí, y te mostraré lo que va a suceder después de esto» (Ap 4,1).
* * *
–De Cristo o del mundo
El Apocalipsis de San Juan Evangelista, el último libro del Nuevo Testamento, es al mismo tiempo una profecía y una explicación de la historia de la Iglesia. No hay libro que revele más claramente cómolos cristianos se perfeccionan, se santifican en Cristo, sufriendo al mundo con fidelidad y paciencia.
Ya lo dijo nuestro Señor Jesucristo: «Si fueseis del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, sino que yo os he elegido sacándoos del mundo, por esto el mundo os odia… Si me persiguieron a mí, también a vosotros os perseguirán» (Jn 15,19-20; +Mt 5,11-12). Y San Pablo: «el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo» (Gál 6,14).
Hoy no pocos cristianos estiman que debemos hacernos amigos del mundo, conciliándonos con él, cuanto sea posible, en «pensamientos y caminos» (cf. Is 55,8). Como si fuera posible. Pero la tesis es falsa, es mentira, y por tanto, es diabólica. Nuestra fe, directamente fundamentada en la Palabra de Dios, enseña y manda justamente lo contrario: «Adúlteros… Quien pretende ser amigo del mundo se hace enemigo de Dios» (Sant 4,4).
Estas doctrinas chocan de frente contra la ideología hoy predominante en gran parte de la Iglesia: ustedes lo ven hace ya décadas. Pero siguen siendo verdaderas, y eso es lo único que nos vale. «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (Mt 24,35). «Sabemos que somos de Dios, mientras que el mundo todo está bajo el Maligno» (1Jn 5,19), que es «mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8,44).
(Cf. José María Iraburu, De Cristo o del mundo, Fund. GRATIS DATE, Pamplona 2013, 3ªed., 233 pgs.) (( mmmm ))
–Apocalipsis de Jesucristo
Compuesto a fines del siglo I, el libro de la Revelación de Jesucristo fue escrito como libro de Consolación y de exaltación del martirio. En efecto, para confortar a las Iglesias primeras, que estaban padeciendo ya los primeros zarpazos de la Bestia imperial romana, y animar al martirio, mostrándolo como la gran victoria de Cristo en sus fieles. Ahora bien, siendo así que el mundo perseguirá siempre a la Iglesia, el Apocalipsis fue escrito para asistir y orientar en las pruebas de la historia a todas las Iglesias del presente y del futuro, también a las de hoy (+Ap 2,11; 22,16.18).
«El Apocalipsis es claramente un Evangelio», «un quinto Evangelio» (Charlier II,131. 224), una buena noticia que a los cristianos perseguidos les da Juan, «vuestro hermano y compañero de la tribulación, del reino y de la paciencia, en Jesús» (Ap 1,9). Por eso las bienaventuranzas jalonan este maravilloso texto revelado.
Son bienaventurados los que leen y guardan las palabras de este libro (1,3; 22,7), los que permanecen vigilantes y puros (16,15), los que mueren por el Señor (14,13), los que son invitados a las bodas del Cordero (19,9), y así entran para siempre en la Ciudad celeste con limpias vestiduras limpias (22,14).
Aunque no pocos puntos de este libro misterioso tienen difícil interpretación, sus revelaciones fundamentales son muy claras, y sumamente importantes a la hora de situarse en el mundo según la fe, buscando la santidad, la perfección evangélica, con la fuerza y alegría de la esperanza. El mensaje fundamental del «Apocalipsis de Jesucristo» (1,1) es éste:
Desde la victoria de la Cruz, hay una oposición permanente y durísima entre Cristo y el Dragón infernal, entre la Iglesia y la Bestia mundana, a la que ha sido dado poder en el siglo para perseguir a la descendencia de la Mujer coronada de doce estrellas. No debe, sin embargo, apoderarse de los cristianos el pánico. La victoria es ciertamente de Cristo y de aquéllos que, en la fe y la paciencia, guardan su testimonio, si es preciso con sangre.
–La Bestia del mundo moderno
Si los intérpretes del Apocalipsis han reconocido generalmente los rasgos de la Bestia mundana en el Imperio romano y en otros poderes mundanos semejantes de la época o posteriores, ¿cómo los cristianos de hoy no reconoceremos la Bestia maligna en los actuales Imperios ateizantes,que se empeñan en construir la Ciudad del mundo sin Dios y contra Cristo?
El Imperio romano era para los cristianosun perro de mal genio, con el que se podía convivir a veces, aunque en cualquier momento podía morder, comparado con el tigre del Bloque comunista o más aún con el león poderoso de los Estados occidentales apóstatas, cifrados en la riqueza y en una libertad humana sin Dios y sin Cristo, abandonada a sí misma por el liberalismo (+Ap 13,2.11). Para hacerse una idea de la ferocidad de cada una de las Bestias citadas, basta apreciar la fuerza histórica real que cada una de ellas ha mostrado para combatir y llevar a los cristianos a la apostasía. «Por sus frutos los conoceréis»
Es curioso. Los primeros apologistas cristianos –Justino, Atenágoras, Tertuliano–, en el mero hecho de componer sus apologías, todavía manifiestan una cierta esperanza de que sus destinatarios, el emperador a veces, atiendan a razones y depongan su hostilidad. Y es que los poderosos del mundo eran entonces paganos, pero no apóstatas. Los actuales, por el contrario, vienen de vuelta del cristianismo, y saben bien que gracias a que no creen o a que callan en la política su feen Cristo están donde están y pueden hacer lo que hacen.
Hoy la Bestia mundana, comparada con sus primeras encarnaciones históricas, es incomparablemente más poderosa y seductora, más inteligente en la persecución de la Iglesia, tiene muchos más cómplices, también dentro de la Iglesia, y está mucho más determinada en hacer desaparecer de la tierra a los cristianos y toda huella de la cristiandad.
–Una Bestia herida de muerte
«¡Ay de la tierra y del mar! Porque el Diablo ha bajado a vosotras con gran furor, sabiendo que le queda poco tiempo» (Ap 12,12). En efecto, la Bestia secular, a pesar de su aparente prepotencia, está siempre condenada a una muerte más o menos próxima. No es Casa edificada sobre la roca, como la Iglesia en Cristo, sino sobre la arena, y está destinada por tanto a un derrumbamiento inevitable (Mt 7,26-27).
El Cristo glorioso del Apocalipsis se manifiesta en cambio sereno y dominador, siempre imponente y victorioso. Resucitado, vencedor del pecado, del mundo y del diablo, asciende al Padre, y con Él y el Espíritu Santo «vive y reina por los siglos». En la visión de Juan,
«sus pies parecían como de metal precioso acrisolado en el horno; su voz como voz de grandes aguas; tenía en su mano derecha siete estrellas [todas las Iglesias], y de su boca salía una espada aguda de dos filos» (1,15-16). En los momentos que su providencia elige, Cristo por sus ángeles o por sí mismo derrama las copas de la ira, hiere a los paganos con la espada de su boca, captura a la Bestia, quiebra sus pies de arcilla, y la encadena por un tiempo, o la suelta por otro tiempo, o bien la arroja definitivamente con el falso profeta al lago de fuego inextinguible.
Desde los sucesos de la Cruz y la resurrección, la Bestia diabólica, a pesar de todas sus prepotencias y prestigios mundanos, está condenada a muerte, y lo sabe: avanza inexorablemente hacia ese abismo de absoluta condena. Sabe bien que a Cristo le «ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra» (Mt 28,18). Y que Él, como Rey del mundo, actúa continuamente como Salvador en la historia de la humanidad, obrando directamente o a través de sus ángeles y santos, o bien por la permisión providente de una cadena de causas malvadas, que son dejadas a su propia inercia siniestra.
–La maldad da muerte al malvado
En este mundo, el bien tiene ser, bondad y belleza, y por eso es durable. El mal, en cambio, a pesar de su aparato fascinante, apenas tiene ser, bondad ni auténtica belleza, y está destinado necesariamente a la muerte: nihil violentum durabile. El mal por su propio pensamiento y paso camina a la ruina. «La maldad da muerte al malvado» (Sal 33,22).
El Imperio comunista, por ejemplo, tan colosal y coherente en sí mismo, tan «irreversiblemente» instalado en el poder, tan capaz de durar para siempre y de apoderarse del mundo entero, tenía –como toda Bestia diabólica– los pies de hierro y barro, y no fue abatido a cañonazos o por la invasión de fuerzas extranjeras o por la irrupción de ejércitos celestiales, no. Duró solamente «hasta que una piedra se desprendió, sin intervención humana, y chocó contra los pies de hierro y barro de la estatua, haciéndola pedazos» (Dan 2,33-34.41-42; +Ap 2,27). Esto sucedió en el año de gracia de 1989, reinando, como siempre, nuestro Señor Jesucristo. Y sin que ningún kremlinólogo lo hubiera previsto. A fines del 87, por ejemplo, invitados por Gorbachov, visitaron la Unión Soviética tanto fray Betto como Leonardo y Clovis Boff, grandiosos profetas del progresismo, que no queriendo ser los últimos cristianos, vinieron a ser los últimos marxistas. Pues bien, para los hermanos Boff aquélla era «una sociedad libre, limpia, donde uno no se siente perseguido» (sic). Si tardan un poco en salir de su pasmo admirativo y no abandonan la región, se les cae encima todo el Sistema comunista en su auto-derribo. Tuvieron suerte.
Lo mismo ha sucedido con todos los Imperios bestiales del mundo. Y lo mismo sucederá al monstruoso Leviatán de las actuales democracias liberales, potentes propugnadoras del Nuevo Orden Mundial. Cuando la manipulación política y la permisividad liberal, cuando la confusión y el desorden de una sociedad partida en partidos, en facciones sistemáticamente hostiles entre sí; cuando el abuso, la corrupción, la destrucción del orden natural, la lujuria y la falta de hijos, lleven a ciertos límites la degradación de las naciones antes cristianas, y cuando a pesar de éstas y otras plagas que hoy apenas podemos imaginar, los hombres persistan en sus pecados y, más aún, «blasfemen contra Dios a causa de sus dolores y llagas, pero sin arrepentirse de sus obras» (Ap 16,11; +16,9.21), entonces la Gran Babilonia se verá consumida en el incendio de sus propios vicios.
Y todos los que la admiraban llorarán su ruina, eso sí, prudentemente, «desde lejos», llenos de estupor al ver cómo «de golpe» (18,21), «en una hora, ha sido arruinada tanta riqueza» (18,17). Allí una Bestia marxista, consumida por la miseria, se derrumbó en una hora; y aquí la Otra liberal y apóstata, podrida por las riquezas, la mentira y los peores vicios, que ahora son su orgullo, caerá también en una hora. Es igual. En uno y otro caso, la maldad da muerte al malvado.
–La victoria definitiva está próxima
A Cristo resucitado y vencedor –que es que es «el que nos ama» (Ap 1,5), «el alfa y el omega, el que es, el que era, el que viene, el Todopoderoso» (1,8)– le ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra, y todo está sujeto a su imperio irresistible. No se escandalicen, pues, los fieles, despreciados y humillados por el mundo; no pierdan el ánimo ante las persecuciones de la mala Bestia miserable, infiltrada incluso en la «Iglesia». Por el contrario, resistiéndose a la seducción de los Poderes y prestigios mundanos, asistidos por la Santísima Trinidad y la Mujer de las doce estrellas, venzamos al mundo por la fe y la paciencia, guardando fielmente la Palabra divina y el testimonio de Jesús. Y por misericordia de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, después de la muerte y de la última purificación necesaria, seremos conducidos a la Casa del Padre.
«Estos son los que vienen de la gran tribulación, y lavaron sus túnicas y las blanquearon en la sangre del Cordero… Ya no tendrán hambre, ni sed, ni caerá sobre ellos el sol, ni ardor alguno, porque el Cordero que está en medio del trono los apacentará y los guiará a las fuentes de agua de la vida. Y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos» (7,14-17; +21,3-4). «Éstos son los que guardan los preceptos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús» (12,17).
La victoria final de Cristo está próxima. Bienaventurados, dichosos los fieles, llamados a las bodas del Cordero (19,9), pues en la Ciudad santa de Dios ya no reina la mentira y el pecado, ya no hay muerte ni llanto (21,3-4), ya que el Dios luminoso de la vida ha venido a ser todo en todas las cosas (1Cor 15,28).
Pronto, muy pronto, Cristo vencerá total y definitivamente al mundo. Es uno de los mensaje principales del Apocalipsis: «Revelación de Jesucristo… para manifestar a sus siervos lo que ha de suceder pronto» (Ap 1,1; +22,7; 2,16). «Vengo pronto; mantén con firmeza lo que tienes, para que nadie te arrebate tu corona» (3,12). «Mira, vengo pronto y traigo mi recompensa conmigo, para pagar a cada uno según su trabajo» (22,12). «Sí, vengo pronto» (22,20).
«Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron… Y oí una voz fuerte que decía desde el trono:… “Mira, hago nuevas todas las cosas”» (Ap 21,1.5). Es la misma voz fuerte del Señor Dios, que dijo al principio: «Hágase la luz, y hubo luz» (Gen1,3)… Sólo el Creador del mundo puede ser su Salvador.
José María Iraburu, sacerdote
Pareciera que Madrid acaba en la M-40 como mucho. Fuera de lo que es la ciudad, poco se conoce del resto: el monasterio del Escorial, Alcalá de Henares, el Paular… Pocos los que se aventuran fuera de esos puntos conocidos. Menos áun los que se arriesgan a conocer las maravillas que atesora la sierra norte. Por otra parte, me apetecía que mis lectores, muchos de ellos además feligreses a distancia de estas parroquias, tuvieran la oportunidad de conocer estos hermosos templos, especialmente la iglesia de Braojos.
Hace poco se ha celebrado el cuarto centenario de su definitiva construcción. Un templo de enormes dimensiones, que ha sabido de diversas etapas constructivas, pero que ha sabido conservar un edificio noble que contiene una singular belleza en su sproporciones y retablos.
Cinco son los retablos barrocos que en la iglesia se conservan. Su tesoro, el situado en el lado de la epístola del transepto, en la llamada capilla de los Vargas. Es un completo retablo salido de las manos nada menos que de Gregorio Fernández, que se completa con pinturas de Vicente Carducho.
En en centro, la Asunción de la Virgen. Bajo ese excepcional relieve, que dicen de la madurez de Gregorio Fernandez, la Virgen entregando la casulla a San Ildefonso.
En el ático, San Miguel derrotando al demonio, y en la predela varios relieves entre los que destaca el de la Anunciación.
Sobre este altar se realiza cada mes la estación de adoración al Santísimo dentro de la procesion de minerva.
La nave es amplia. El retablo del altar mayor es también barroco, del primer tercio del siglo XVII. En él, presidiendo, la imagen de san Vicente mártir, titular de la parroquia. Junto a él, otros dos mártires diáconos, san Esteban y san Lorenzo.
En esta foto puede verse, a la izquierda, otro retablo barroco, el retablo del ángel de la guarda. En su ático, el ángel de la guarda custodiando a un niño. En el centro, san Sebastián, y a sus lados, san Roque y san Blas. En la predela, dos preciosas tablitas atribidas a Berruguete el viejo, que enmarcan la reliquia de San Vicente.
Al fondo del templo parroquial, bajo el coro, pueden admirarse la pila bautismal, del siglo XV, así como el crucificado también del XV.
La puerta que observamos abierta, da paso a la sala inferior de la torre, con bóveda de crucería, y donde se venera la imagen de la patrona, la Virgen del Buen Suceso. En esa capilla se celebra la eucaristía los días laborables.
Otros dos retablos barrocos se hallan en el templo parroquial en el lado del evangelio del transepto. Uno enorme, escuela de Gregorio Fernández, que cobija, entre otras cosas, una imponente imagen de la Virgen del Rosario. Otro más sencillo encierra un cuadro de mérito del famoso Cristo de Burgos.
Apenas pinceladas. Podemos reseñar el museo parroquial en el primer piso de la torre, que conserva ornamentos, orfebrería y algunas imágenes.
En este templo, de belleza extraordinaria, tengo la suerte de celebrar y rezar. Me apetecía que lo conocieran. Poco a poco iré mostrando mis otros templos. Ya me dirán qué les parece.