abril 2018

14:33

Durante estas últimas semanas hemos estado pendientes del desenlace de un drama: la muerte, anunciada, de un niño pequeño, hijo de unos padres muy jóvenes que se han desvivido por cuidarlo y por defenderlo.

Cabe decir aquello que “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”. Pecado y gracia. Mal y misericordia. Ceguera y visión. La vida, y la muerte, es un poco todo eso. Pero yo estoy cada vez más convencido de que la misericordia pone un límite al mal. Lo cual es lógico, porque Dios es el Señor de todo. Y, por consiguiente, pone freno al mal. Puede parecer que el mal lo invade todo, pero nunca logra realmente invadirlo todo.

Ante la última batalla del “pequeño gladiador”, he de confesar que pocas veces recé tanto para que se produjese un milagro. Pero el milagro no se produjo, o sí, seguramente sí, pero no como yo lo deseaba en un primer momento. Yo deseaba que ese niño, ese gladiador, se curase del todo, para que públicamente se viese que no nos está reservada, a ninguno de nosotros, la última palabra sobre nada. Ni tampoco a los médicos ni a los jueces. Que ya dan miedo, médicos y jueces, cuando van muy sobrados en “ultimidades”.

Los médicos y los jueces dan miedo, mucho, pero una opinión pública que, con los votos, da el poder a los que legislan y juzgan, da casi más miedo. Porque esa opinión, traducida en votos – al final todo es cuestión de números – se convierte, antes o después en ley. Y la ley obliga. Y puede obligar a cometer, por acción u omisión, los peores excesos.

Y esos excesos dan miedo. Da miedo que triunfe una razón sin sentimientos, sin afectos, una razón de la pura – sola – funcionalidad. Da mucho miedo.

Da miedo que triunfe – en un caso penal – una razón que solo es razón porque el más fuerte – el Estado – la apoya.

Da miedo una democracia que pasa por encima de los derechos más básicos, como es el de unos padres a cuidar a su hijo.

Todo eso da mucho miedo. No es razonable, no es digno de la razón humana, ofrecer como única alternativa a unos padres matar, por sofocación, hambre y sed, a su hijo. No es razonable que, ante esas opciones, unos padres no puedan optar por otras alternativas razonables.

No se trata de salvar la vida de un enfermo a cualquier precio. Se trata de cuidar del mejor modo, a cualquier precio, a un enfermo.

Que un Hospital, que unos médicos, que un Estado, que un poder judicial, no hayan permitido pensar que quizá sea bueno dejar que unos padres busquen, con garantías, unos cuidados para su hijo enfermo, que ni eso se permita, es muy preocupante. Es escandaloso.

Estamos en una tiranía. Sometidos al dogma del que manda. Sin que sea posible, siquiera, discrepar. Esto es espantoso.

Pero la batalla de estos jóvenes padres ejemplares y de su precioso gladiador no ha sido, en absoluto, en vano. No es necesario garantizar la curación de un enfermo. Se hará lo que se pueda. Pero un enfermo no es una “cosa”; es una persona, por muy enfermo que esté. La lógica del amor es la más realista de todas; se niega a quedarse en la superficie – en el cálculo de gastos – y apunta a lo esencial: una persona tiene dignidad y no precio.

Debemos, nosotros, despertar del sueño. O despertamos o nos sumergen a todos en un sueño sin mañana.

Y la mayoría no tenemos a padres jóvenes y combativos como, honradamente, lo han sido los del pequeño gladiador.

Bien por él, precioso niño, y bien por sus padres.

Guillermo Juan Morado

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En la foto, aparece la entrada en El Pilar del arzobispo de Zaragoza, cuando tomó posesión de la sede. Toma de posesión que sigue ciertas particularidades de ese lugar. 

Aunque no fue un escrito improvisado, percibí que el ciclo de toma de posesión de un obispo (ese escrito de mi cosecha), dividido en tres días, quedaba demasiado bajo de entidad en su tercer y último día.

El presente post sirva para completar esas disquisiciones que a tantos aburrirán, pero que estoy convencido de que esta es una ceremonia que tiene muchas posibilidades de hacerse, bien con mis sugerencias, bien con las de otros mucho más preparados que yo. Muchas otras cosas que sugiero, reconozco que tienen poquísimas posibilidades de llevarse a cabo. Pero mi ciclo de toma posesión (con los cambios que se consideren pertinentes) sí que pienso que se tomarán en consideración en una futura reforma de ese rito. O, por lo menos, me alegra pensar que alguien la tendrá en cuenta.

Aunque los que tengan buena memoria recordarán que en mi escrito distingo entre la ceremonia de toma de posesión (que sucede al entrar en la catedral por primera vez) y el ciclo de toma de posesión (que se divide en tres días).

La ceremonia de ese último día quedaría como sigue:

Solemne oración de los fieles por el obispo
El obispo, el primer día, antes de la toma de posesión ha orado en tres capillas de la catedral: adorando al Santísimo Sacramento, venerando a la Virgen María y pidiendo la intercesión de los santos. En esta última ceremonia del tercer día, las oraciones se realizan en cuatro capillas para completar así el número siete, que representa que el obispo ha orado en toda la catedral, pidiendo ayuda a todos los santos. Y es que cada capilla tiene el simbolismo de pedir en concreto la ayuda de un santo o de varios. Lo lógico es que estas siete capillas, más ricas o más sencillas, se hallen todas en un estado digno.

Esta ceremonia tiene un carácter nocturno. Su momento adecuado es entre la cena y el descanso nocturno. La procesión sale de la sacristía y se dirige a la primera capilla. La procesión muestra a unos clérigos revestidos con capa pluvial, a otros con alba y estola; y a otros con sotana y roquete. Los canónigos irán revestidos con sus hábitos propios.

En la primera capilla, el obispo vuelto hacia el clero y el pueblo fiel allí congregado, con el báculo en la mano, les dirige estas palabras, leyéndolas o improvisándolas:

--Hermanos, os pido humildemente que oréis por mí, para que el Señor me haga más digno para este oficio que voy a desempeñar. Orad para que me conceda las virtudes y aptitudes convenientes para ejercer esta función.

Tras esto se volverá hacia la imagen que preside la capilla y se recitan las primeras siete peticiones por el obispo. Se recitan, pero la contestación es cantada. Tras las peticiones, unos veinte laicos se colocan alrededor del obispo y poniéndole la mano sobre la espalda, hombros y pecho, no sobre la cabeza, oran en silencio por él. En ese momento, el obispo lleva la mitra y el báculo.

Se dirigen a la segunda capilla, donde se hacen otras siete peticiones por el obispo. Todos orando en la misma dirección, hacia el santo que preside la capilla. Tras ellas, el obispo se vuelve hacia los congregados. Esta vez son los religiosos designados los que se ponen alrededor de él y oran del mismo modo que en la primera capilla.

En la tercera capilla, tras otras siete peticiones por el obispo, oran los diáconos. Todo igual que las veces anteriores. Si faltaran diáconos, lo cual puede suceder en algún lugar, pueden unirse las personas dedicadas a la caridad.

En la cuarta capilla, oran los presbíteros. Aquí puede no haber peticiones para no alargar la ceremonia. Tras ella, el obispo, vuelto hacia el santo titular de la capilla, hace la oración final por parte del obispo. Desde allí, en procesión, se dirigen hacia el coro de canónigos, donde tendrá el rezo de completas. Los presentes pueden dirigirse procesionalmente hacia una imagen de la Virgen María, para cantar allí el cántico final a la Virgen María. Allí acaba todo y el clero se dirigirá en procesión a la sacristía.

Por si a alguien le interesa, todas estas ceremonias están en mi libroEx Scriptorio.

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06:57




Martes 16 de Mayo de 2017

V de Pascua
Blanco


Martirologio Romano: En Praga, en Bohemia, san Juan Nepomuceno, presbítero y mártir, que por defender la Iglesia sufrió muchas injurias por parte del rey Venceslao IV y, expuesto a tormentos y torturas, aún respirando fue arrojado al río Moldava († 1393).


Antífona de entrada          Apoc 19, 5; 12, 10
Alaben a nuestro Dios, todos los que lo temen, pequeños y grandes; porque llegó la salvación, el poder y el reino. Aleluya.


Oración colecta     
Dios nuestro, que en la resurrección de Cristo nos renuevas para la vida eterna, concede a tu pueblo perseverar en la fe y en la esperanza, y nunca dudar del cumplimiento de tus promesas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.


Oración sobre las ofrendas        
Recibe, Señor, las ofrendas de tu Iglesia desbordante de alegría, y después de haberle concedido el motivo de un gozo tan grande, concédele participar de la felicidad eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.


Antífona de comunión        Rom 6, 8
Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él. Aleluya.


Oración después de la comunión
Padre, mira con bondad a tu pueblo y, ya que lo has renovado con los sacramentos de la vida eterna, concédele alcanzar la gloria de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor.


Lectura        Hech 14, 19-28
Lectura de los Hechos de los Apóstoles.
Algunos judíos de Antioquía y de Iconio vinieron a Listra y lograron convencer a la multitud. Entonces apedrearon a Pablo y, creyéndolo muerto, lo arrastraron fuera de la ciudad. Pero él se levantó y, rodeado de sus discípulos, regresó a la ciudad. Al día siguiente, partió con Bernabé rumbo a Derbe. Después de haber evangelizado esta ciudad y haber hecho numerosos discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía de Pisidia. Confortaron a sus discípulos y los exhortaron a perseverar en la fe, recordándoles que es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios. En cada comunidad establecieron presbíteros y, con oración y ayuno, los encomendaron al Señor en el que habían creído. Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia. Luego anunciaron la Palabra en Perge y descendieron a Atalía. Allí se embarcaron para Antioquía, donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para realizar la misión que acababan de cumplir. A su llegada, convocaron a los miembros de la Iglesia y les contaron todo lo que Dios había hecho con ellos y cómo había abierto la puerta de la fe a los paganos. Después permanecieron largo tiempo con los discípulos.
Palabra de Dios.


Comentario
Esta primera misión entre los paganos llega a su fin. Pablo y Bernabé vuelven a Antioquía, al punto del cual salieron, es decir, a la comunidad que los envió. Con ese grupo humano, deben compartir y evaluar la tarea realizada, como misioneros de la Buena Noticia. Este es también hoy nuestro desafío como miembros de la Iglesia, compartir los frutos espirituales de los que el Señor nos hace parte.


Salmo 144, 10-13ab. 21
R. ¡Que tus fieles manifiesten tu gloria, Señor!


Que todas tus obras te den gracias, Señor, y tus fieles te bendigan; que anuncien la gloria de tu reino y proclamen tu poder. R.


Así manifestarán a los hombres tu fuerza y el glorioso esplendor de tu reino: Tu reino es un reino eterno, y tu dominio permanece para siempre. R.


Mi boca proclamará la alabanza del Señor: Que todos los vivientes bendigan su santo Nombre. Que tus amigos manifiesten la gloria de tu reino, desde ahora y para siempre. R.


Aleluya        cf. Lc 24, 46. 26
Aleluya. El Mesías debía sufrir, y resucitar de entre los muertos para entrar en su gloria. Aleluya.


Evangelio     Jn 14, 27-31a
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos: “Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman! Me han oído decir: ‘Me voy y volveré a ustedes’. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean. Ya no hablaré mucho más con ustedes, porque está por llegar el Príncipe de este mundo: Él nada puede hacer contra mí, pero es necesario que el mundo sepa que yo amo al Padre y obro como él me ha ordenado”.
Palabra del Señor.


Comentario
Esta paz que Jesús nos da es un estado de bienestar integral, en que todo nuestro ser se encuentra en armonía. Él nos regala la paz, nosotros simplemente tenemos que disponer el corazón y recibirla. Vaciemos el corazón de las perturbaciones, los temores y las cosas vanas, y dejemos que Jesús nos inunde con su paz.


Oración introductoria 
Jesucristo, ahora que voy a iniciar esta meditación, te quiero pedir la gracia necesaria de experimentar un amor tan grande como el que tuvieron los primeros apóstoles, en el cenáculo. Concédeme amarte de tal manera que también yo busque la voluntad del Padre, para que crea en tus palabras, porque en verdad tú obras en unión con el Padre. 


Petición 
¡Señor, que cada vez logre escuchar con mayor atención tu mensaje de paz y que lo viva en lo más personal e íntimo del corazón! 


Meditación  


Hoy, Jesús nos habla indirectamente de la cruz: nos dejará la paz, pero al precio de su dolorosa salida de este mundo. Hoy leemos sus palabras dichas antes del sacrificio de la Cruz y que fueron escritas después de su Resurrección. En la Cruz, con su muerte venció a la muerte y al miedo. No nos da la paz «como la da el mundo» (cf. Jn 14,27), sino que lo hace pasando por el dolor y la humillación: así demostró su amor misericordioso al ser humano.


En la vida de los hombres es inevitable el sufrimiento, a partir del día en que el pecado entró en el mundo. Unas veces es dolor físico; otras, moral; en otras ocasiones se trata de un dolor espiritual..., y a todos nos llega la muerte. Pero Dios, en su infinito amor, nos ha dado el remedio para tener paz en medio del dolor: Él ha aceptado “marcharse” de este mundo con una “salida” sufriente y envuelta de serenidad.


¿Por qué lo hizo así? Porque, de este modo, el dolor humano —unido al de Cristo— se convierte en un sacrificio que salva del pecado. En la Cruz de Cristo, el mismo sufrimiento humano ha quedado redimido. Jesucristo sufre con serenidad porque complace al Padre celestial con un acto de costosa obediencia, mediante el cual se ofrece voluntariamente por nuestra salvación.


Un autor desconocido del siglo II pone en boca de Cristo las siguientes palabras: «Mira los salivazos de mi rostro, que recibí por ti, para restituirte el primitivo aliento de vida que inspiré en tu rostro. Mira las bofetadas de mis mejillas, que soporté para reformar a imagen mía tu aspecto deteriorado. Mira los azotes de mi espalda, que recibí para quitarte de la espalda el peso de tus pecados. Mira mis manos, fuertemente sujetas con clavos en el árbol de la cruz, por ti, que en otro tiempo extendiste funestamente una de tus manos hacia el árbol prohibido».


Cristo viene a traernos un mensaje de paz, pero nos advierte desde el inicio que no es la paz que da el mundo. En efecto para el mundo la paz se concibe muchas veces en no estar en guerra, en no tener alguien que venga a disturbar dentro del ambiente en el que nos encontramos. Cristo en cambio habla de una paz más profunda, de aquella capaz de dar una tranquilidad profunda. Dice que no nos inquietemos en el corazón porque él ha vencido al mundo; en efecto la paz surge de la consciencia de que con Cristo nos mantendremos salvos en el alma. 


Y la sabiduría de Cristo está en que el mensaje de paz nos lo da antes de anunciarnos la venida del príncipe de este mundo, es decir la del demonio como enemigo del alma y de la verdad. Por lo mismo Jesús nos invita a confiar, porque ello implicará algunas persecuciones, algunas críticas por ser seguidores de Cristo. Pero el demonio en sí no tiene ningún poder sobre Cristo. 


Que hermoso momento para darnos ese mensaje de paz; justo antes de subir al Padre y de enviarnos al consolador. Así la paz se convierte en parte de su testamento, porque está a punto de partir al Padre y quiere que estemos tranquilos, llenos de confianza en las enseñanzas que nos ha dejado a lo largo de su predicación, pues la vivencia de las mismas serán el origen de la paz, porque en el confronto con la vivencia según el mundo, tal vez traerán dificultades, pero la paz que inunda el corazón es mucho más profunda que la que pueda ofrecer la mentalidad del mundo, el mundo que es en primer lugar el egoísmo que llevamos dentro y no tanto la materialidad que nos rodea. 


Cristo trae la paz para nosotros como seguidores de él, nos da su mensaje en un momento de grande intimidad, pero a la vez tenemos que ser conscientes que si nos da ese regalo es para transmitirlo a los demás, por tanto como cristianos nos convertimos en verdaderos propagadores de la paz. El mundo y quienes nos rodean esperan que nosotros cristianos vivamos de acuerdo a los criterios de nuestro Señor y en la medida en que demos a los demás esa paz se dirá entonces como se dijo de los primeros cristianos: "Mirad cómo se aman y cómo están dispuestos a dar la vida unos por otros." 


Propósito 
En el día de hoy buscaré transmitir serenidad a quienes me rodean, teniendo presente que Cristo está a mi lado y quiere que de verdad tenga paz en mi corazón. 


Diálogo con Cristo 
Señor Jesús, muchas veces me has permitido experimentar la paz del alma, de verdad que no te has dejado ganar en generosidad. Otras veces me he visto sumido en la angustia y desesperación por no actuar de cara a ti, por no buscar tu voluntad, sino mis propios caprichos y maneras de pensar. Te pido la gracia de tenerte siempre presente, dame la fe necesaria para tenerte siempre a mi lado y para no buscar otra paz distinta a la tuya, por muy buena que parezca. 


MISA DE SAN JOSÉ OBRERO



Antífona de entrada          Sal 127, 1-2

Feliz el que teme al Señor y sigue sus caminos. Comerás del fruto de tu trabajo, serás feliz y todo te irá bien. Aleluya.



Oración colecta     



Dios nuestro, creador de todas las cosas, que llamas al género humano a colaborar en tu obra creadora, concédenos, por la protección y el ejemplo de san José, realizar plenamente las tareas que nos confías y alcanzar la recompensa prometida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas        

Señor, fuente de misericordia, mira las ofrendas que te presentamos en la conmemoración de san José, y concédenos, por tu bondad, que sirvan de protección para los que te invocan. Por Jesucristo, nuestro Señor.



Antífona de comunión        cf. Col 3, 17

Todo lo que puedan decir o hacer, háganlo siempre en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre. Aleluya.



Oración después de la comunión



Saciados con el pan del cielo, te suplicamos, Padre, que, a ejemplo de san José, podamos gozar siempre de tu paz, dando testimonio del amor que infundes en nuestros corazones. Por Jesucristo, nuestro Señor.



MISA DE SAN JOSÉ OBRERO: LECTURAS



Lectura        Col 3, 14-15. 17. 23-24

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Colosas.



Hermanos: Sobre todo, revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección. Que la paz de Cristo reine en sus corazones: esa paz a la que han sido llamados, porque formamos un solo Cuerpo. Y vivan en la acción de gracias. Todo lo que puedan decir o realizar, háganlo siempre en nombre del Señor Jesús, dando gracias por él a Dios Padre. Cualquiera que sea su trabajo, háganlo de todo corazón, teniendo en cuenta que es para el Señor y no para los hombres. Sepan que el Señor los recompensará, haciéndolos sus herederos. Ustedes sirven a Cristo, el Señor.

Palabra de Dios.



Sal 89, 2-4. 12-14. 16

R. El Señor haga prosperar la obra de nuestras manos.

Antes que fueran engendradas las montañas, antes que nacieran la tierra y el mundo, desde siempre y para siempre, tú eres Dios. R.



Tú haces que los hombres vuelvan al polvo, con sólo decirles: “Vuelvan, seres humanos”. Porque mil años son ante tus ojos como el día de ayer, que ya pasó, como una vigilia de la noche. R.



Enséñanos a calcular nuestros años para que nuestro corazón alcance la sabiduría. ¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo…? Ten compasión de tus servidores. R.



Sácianos enseguida con tu amor, y cantaremos felices toda nuestra vida. Que tu obra se manifieste a tus servidores, y que tu esplendor esté sobre tus hijos. R.



Aleluya        Sal 67, 20

Aleluya. ¡Bendito sea el Señor, el Dios de nuestra salvación! Él carga con nosotros día tras día. Aleluya.



Evangelio     Mt 13, 54-58

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.



Jesús al llegar a su pueblo, se puso a enseñar a la gente en la sinagoga, de tal manera, que todos estaban maravillados. “¿De dónde le vienen –decían– esta sabiduría y ese poder de hacer milagros? ¿No es este el hijo del carpintero? ¿Su madre no es la que llaman María? ¿Y no son parientes suyos Santiago, José, Simón y Judas? ¿Y acaso no viven entre nosotros todas sus parientas? ¿De dónde le vendrá todo esto?”. Y Jesús era para ellos un motivo de escándalo. Entonces les dijo: “Un profeta es despreciado solamente en su pueblo y en su familia”. Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la falta de fe de esa gente.





Palabra del Señor.

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06:22
Fiesta instituida por Pío XII el 1 de mayo de 1955, para que -como dijo el mismo Pío XII a los obreros reunidos aquel día en la Plaza de San Pedro - "el humilde obrero de Nazaret, además de encarnar delante de Dios y de la Iglesia la dignidad del obrero manual, sea también el próvido guardián de vosotros y de vuestras familias". 
San José, descendiente de reyes, entre los que se cuenta David, el más famoso y popular de los héroes de Israel, pertenece también a otra dinastía, que permaneciendo a través de los siglos, se extiende por todo el mundo.
Hoy celebramos la fiesta de san José obrero. Es un día festivo para descansar del trabajo cotidiano, y celebramos la Fiesta del Trabajo. Los trabajadores y sus sindicatos suelen aprovechar este día para hacer sus reivindicaciones en defensa de sus derechos. La Iglesia nos pone, hoy, el ejemplo de san José, el carpintero de Nazaret, que fue un modelo de trabajo para sostener su familia y desarrollar su oficio. Ésta es la forma normal de vivir en este mundo, ganándonos el pan de cada día con el sudor de nuestro trabajo. Los derechos humanos nos dicen que toda persona tiene derecho a un trabajo digno y bien remunerado. Es así como cumplimos con nuestros deberes y nos ganamos el salario que nos corresponde. San Ambrosio dice que «es un homicidio negar a un hombre el salario que necesita para vivir». Hoy, la Iglesia reza por el mundo del trabajo, para que todo trabajador pueda cumplir sus deberes y vivir con dignidad.
El mismo Evangelio nos presenta a Jesús como «hijo del carpintero» (Mt 13,56), en su pueblo de Nazaret donde se crió y donde vivió la mayor parte de los años de su vida terrenal. A pesar de todo, la gente de Nazaret no llegó a conocer la persona de Jesús. Se creían que lo conocían, pero nada sabían de Él. Por esto, no se podían explicar de dónde le venía la sabiduría y el poder de hacer milagros.
Hoy celebramos al padre nutricio de Jesús, justo y humilde carpintero de Nazaret, que pasa la vida no sólo en la meditación y la oración, sino también en las fatigas de su artesanía. José es el símbolo de la prudencia, del silencio, de la generosidad, de la dignidad y de la aplicación en el trabajo; también lo es de los derechos y de los deberes respecto del trabajo.
San José fue un auténtico obrero en el pleno sentido de la palabra, y el único hombre que compartió con el Hijo de Dios la tarea de todos los días.
Recordamos hoy a todos los trabajadores de nuestra patria y del mundo, pidiendo al cielo para que sean instrumento de paz, de evangelización, de serena inteligencia, de valor y de confianza en sí mismos, de esperanzas de bien y de fervientes voluntad, dignos y sin retaceos en la hermandad de los hombres. Hoy la Iglesia recuerda, en el día de los trabajadores, a san José, obrero.

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06:22
OFICIO DE LECTURA - MARTES DE LA SEMANA V - TIEMPO PASCUAL
Del Propio del tiempo. Salterio I. 
SEGUNDA LECTURA
Del Comentario de san Cirilo de Alejandría, obispo, sobre el evangelio de san Juan

(Libro 10, 2: PG 74, 331-334)


YO SOY LA VID, VOSOTROS LOS SARMIENTOS

El Señor -queriendo enseñarnos la necesidad que tenemos de estar unidos a él por el amor, y el gran provecho que nos proviene de esta unión- se da a sí mismo el nombre de vid, y llama sarmientos a los que están injertados y como introducidos en él, y han sido hechos ya partícipes de su misma naturaleza por la comunicación del Espíritu Santo (ya que es el santo Espíritu de Cristo quien nos une a él).


La adhesión de los que se allegan a la vid es una adhesión de voluntad y de propósito, la unión de la vid con nosotros es una adhesión de afecto y de naturaleza. Movidos por nuestro buen propósito, nos allegamos a Cristo por la fe y, así, nos convertimos en linaje suyo, al obtener de él la dignidad de la adopción filial. En efecto, como dice san Pablo, quien se une al Señor es un espíritu con él.
Del mismo modo que el Apóstol, en otro lugar de la Escritura, da al Señor el nombre de base y fundamento (ya que sobre él somos edificados y somos llamados piedras vivas y espirituales, formando un sacerdocio sagrado, para ser morada de Dios en el Espíritu, y no existe otro modo con que podamos ser así edificados, si no tenemos a Cristo por fundamento), aquí también, en el mismo sentido, el Señor se da a sí mismo el nombre de vid, como madre y educadora de sus sarmientos.
Hemos sido regenerados por él y en él, en el Espíritu, para que demos frutos de vida, no de aquella vida antigua y ya caduca, sino de aquella otra que consiste en la novedad de vida y en el amor para con él. Nuestra permanencia en este nuevo ser depende de que estemos en cierto modo injertados en él, de que permanezcamos tenazmente adheridos al santo mandamiento nuevo que se nos ha dado, y nos toca a nosotros conservar con solicitud este título de nobleza, no permitiendo en absoluto que el Espíritu que habita en nosotros sea contristado en lo más mínimo, ya que por él habita Dios en nosotros.
El evangelista Juan nos enseña sabiamente de qué modo estamos en Cristo y él en nosotros, cuando dice: En esto conocemos que permanecemos en él y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu.
En efecto, del mismo modo que la raíz comunica a las ramas su misma manera de ser, así también el Verbo unigénito de Dios infunde en los santos un cierto parentesco de naturaleza con Dios Padre y consigo mismo, otorgando el Espíritu y una santidad omnímoda, principalmente, a aquellos que están unidos a él por la fe, a quienes impulsa a su amor, infundiendo en ellos el conocimiento de toda virtud y bondad.

RESPONSORIO    Jn 15, 4. 16
R. Permaneced en mí y yo permaneceré en vosotros: * como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no está unido a la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Aleluya.

V. Yo os he elegido para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto sea permanente.

R. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no está unido a la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Aleluya.

Dios nuestro, que por la resurrección de Cristo nos restituyes el derecho de entrar en la vida eterna, fortifica la fe y la esperanza de tu pueblo, para que esperemos siempre confiadamente la realización de todo aquello que nos tienes prometido. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.

R. Demos gracias a Dios.

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OFICIO DE LECTURA - MARTES DE SEMANA V - TIEMPO PASCUAL
Propio del Tiempo. Salterio I
Himno: QUE DOBLEN LAS CAMPANAS JUBILOSAS


Que doblen las campanas jubilosas,

y proclamen el triunfo del amor,
y llenen nuestras almas de aleluyas,
de gozo y esperanza en el Señor.
Los sellos de la muerte han sido rotos,
la vida para siempre es libertad,
ni la muerte ni el mal son para el hombre
su destino, su última verdad.
Derrotados la muerte y el pecado,
es de Dios toda historia y su final;
esperad con confianza su venida:
no temáis, con vosotros él está.
Volverán encrespadas tempestades
para hundir vuestra fe y vuestra verdad,
es más fuerte que el mal y que su embate
el poder del Señor, que os salvará.
Aleluyas cantemos a Dios Padre,
aleluyas al Hijo salvador,
su Espíritu corone la alegría
que su amor derramó en el corazón. Amén.
V. Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere. Aleluya.
R. La muerte no tiene ya poder sobre él. Aleluya. 
PRIMERA LECTURA
Del libro del Apocalipsis 20, 1-15
ÚLTIMA BATALLA DE LA SERPIENTE
Yo, Juan, vi a un ángel que descendía del cielo, trayendo en su mano la llave del abismo y una gran cadena. Sujetó a la Serpiente, a la Serpiente antigua, que es el Diablo y Satanás, y la encadenó por mil años. La arrojó al abismo, la encerró y puso encima un sello, para que no engañase más a los pueblos, hasta que se cumplieran los mil años. Después será puesta en libertada por un poco de tiempo.
Vi también las almas de los que habían sido degollados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios; revivieron y reinaron con Cristo por mil años. Luego vi unos tronos, y se sentaron en ellos todos los que no adoraron a la Bestia ni a su imagen, ni aceptaron su marca en su frente ni en su mano. Y se les dio poder de juzgar. Ésta es la resurrección primera. Los demás muertos no volvieron ya a la vida en todos estos mil años.
Bienaventurado y santo el que toma parte en la resurrección primera. Sobre ellos no tendrá poder alguno la segunda muerte. Serán sacerdotes de Dios y de Cristo; y reinarán con él por mil años.
Cuando se hayan cumplido los mil años, Satanás será soltado de su cárcel, y saldrá a engañar a las naciones que habitan en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog. Los congregará para la guerra y su ejército será tan numeroso como las arenas del mar. Subieron hacia la llanura de la tierra, y cercaron el campamento de los santos y la ciudad amada de Dios; pero descendió de pronto fuego del cielo y los devoró. El Diablo, que los había engañado, fue arrojado en el estanque de fuego y de azufre, donde están también la Bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.
Vi luego un gran trono blanco, y al que estaba sentado en él. El cielo y la tierra desaparecieron de su presencia sin dejar rastro. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono. Fueron abiertos unos libros y luego fue abierto también otro libro, que es el libro de la vida. Fueron juzgados los muertos según lo que está escrito en los libros, según sus obras. El mar devolvió los muertos que en sí retenía, la muerte y el hades devolvieron los muertos que guardaban en su seno; y fue juzgado cada uno según sus obras. Y la muerte y el hades fueron arrojados al lago de fuego. Ésta es la muerte segunda: el lago de fuego. Y todo el que no fue hallado escrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego.
RESPONSORIO    1Co 15, 25-26; cf. Ap 20, 13. 14
R. Cristo debe reinar hasta que Dios ponga todos sus enemigos bajo sus pies. * El último enemigo aniquilado será la muerte. Aleluya.
V. Entonces la muerte y el hades devolverán los muertos, y la muerte y el hades serán arrojados al lago de fuego.
R. El último enemigo aniquilado será la muerte. Aleluya.


De los Hechos de los apóstoles 17, 19-34

DISCURSO DE PABLO EN EL AREÓPAGO
Un día, los atenienses tomaron a Pablo y lo llevaron al Areópago; y le dijeron:
«¿Podemos saber qué nueva doctrina es ésta que enseñas? Son cosas extrañas las que nos dices, y queremos saber qué quiere decir todo eso.»
Todos los atenienses y los extranjeros que allí viven no se ocupan de otra cosa que de decir y oír novedades. Puesto Pablo en pie, en medio del Areópago, dijo:
«Atenienses, veo que sois en todo los hombres más religiosos. Al recorrer y contemplar vuestros monumentos sagrados, hasta he hallado un altar con la siguiente inscripción: "Al dios desconocido." Pues bien, a ése que, sin conocer, veneráis, vengo yo a anunciaros. El Dios que hizo el mundo con todo lo que hay en él, ese Dios, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos levantados por los hombres, ni tampoco es servido por manos humanas, como si de algo necesitase. Él da a todos lá vida, el aliento y todas las cosas. Él hizo que todo el linaje humano, proveniente de un solo hombre, poblase la faz de la tierra. Él fijó a cada nación las épocas de su historia y los confines de su territorio; todo ello, con el fin dé que buscasen a Dios y, siquiera a tientas, lo hallasen; porque ciertamente no está lejos de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos.
Así lo han dicho también algunos de vuestros poetas: "Porque somos también de su linaje." Si, pues, somos linaje de Dios, no debemos figurarnos que lá divinidad es semejante al oro, o a la plata, o a la piedra, obras del arte y del ingenio humano. Dios ha dejado pasar estos tiempos de ignorancia como si no los viese. Pero ahora anuncia a los hombres que todos y en todas partes deben convertirse, porque ha fijado un día para juzgar al mundo con toda justicia por medio de un hombre, a quien ha establecido para ese fin, y lo ha acreditado resucitándolo de entre los muertos.»
Cuando oyeron lo de la resurrección de los muertos, unos se echaron a reír; otros dijeron:
«Ya volveremos a escucharte otra vez sobre lo mismo.»
Y Pablo salió de entre ellos. Algunos se adhirieron a la doctrina y abrazaron la fe. Entre éstos se encontraban Dionisio Areopagita, una mujer llamada Damaris y algunos más.
RESPONSORIO    Hch 17, 31; Sal 97, 9b
R. Dios ha fijado un día para juzgar al mundo con toda justicia * por medio de un hombre, a quien ha establecido para ese fin, resucitándolo de entre los muertos. Aleluya.
V. Regirá el orbe con justicia y los pueblos con rectitud.
R. Por medio de un hombre, a quien ha establecido para ese fin, resucitándolo de entre los muertos. Aleluya.
SEGUNDA LECTURA
Del Comentario de san Cirilo de Alejandría, obispo, sobre el evangelio de san Juan
(Libro 10, 2: PG 74, 331-334)
YO SOY LA VID, VOSOTROS LOS SARMIENTOS
El Señor -queriendo enseñarnos la necesidad que tenemos de estar unidos a él por el amor, y el gran provecho que nos proviene de esta unión- se da a sí mismo el nombre de vid, y llama sarmientos a los que están injertados y como introducidos en él, y han sido hechos ya partícipes de su misma naturaleza por la comunicación del Espíritu Santo (ya que es el santo Espíritu de Cristo quien nos une a él).
La adhesión de los que se allegan a la vid es una adhesión de voluntad y de propósito, la unión de la vid con nosotros es una adhesión de afecto y de naturaleza. Movidos por nuestro buen propósito, nos allegamos a Cristo por la fe y, así, nos convertimos en linaje suyo, al obtener de él la dignidad de la adopción filial. En efecto, como dice san Pablo, quien se une al Señor es un espíritu con él.
Del mismo modo que el Apóstol, en otro lugar de la Escritura, da al Señor el nombre de base y fundamento (ya que sobre él somos edificados y somos llamados piedras vivas y espirituales, formando un sacerdocio sagrado, para ser morada de Dios en el Espíritu, y no existe otro modo con que podamos ser así edificados, si no tenemos a Cristo por fundamento), aquí también, en el mismo sentido, el Señor se da a sí mismo el nombre de vid, como madre y educadora de sus sarmientos.
Hemos sido regenerados por él y en él, en el Espíritu, para que demos frutos de vida, no de aquella vida antigua y ya caduca, sino de aquella otra que consiste en la novedad de vida y en el amor para con él. Nuestra permanencia en este nuevo ser depende de que estemos en cierto modo injertados en él, de que permanezcamos tenazmente adheridos al santo mandamiento nuevo que se nos ha dado, y nos toca a nosotros conservar con solicitud este título de nobleza, no permitiendo en absoluto que el Espíritu que habita en nosotros sea contristado en lo más mínimo, ya que por él habita Dios en nosotros.
El evangelista Juan nos enseña sabiamente de qué modo estamos en Cristo y él en nosotros, cuando dice: En esto conocemos que permanecemos en él y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu.
En efecto, del mismo modo que la raíz comunica a las ramas su misma manera de ser, así también el Verbo unigénito de Dios infunde en los santos un cierto parentesco de naturaleza con Dios Padre y consigo mismo, otorgando el Espíritu y una santidad omnímoda, principalmente, a aquellos que están unidos a él por la fe, a quienes impulsa a su amor, infundiendo en ellos el conocimiento de toda virtud y bondad.
RESPONSORIO    Jn 15, 4. 16
R. Permaneced en mí y yo permaneceré en vosotros: * como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no está unido a la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Aleluya.
V. Yo os he elegido para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto sea permanente.
R. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no está unido a la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Aleluya.
Dios nuestro, que por la resurrección de Cristo nos restituyes el derecho de entrar en la vida eterna, fortifica la fe y la esperanza de tu pueblo, para que esperemos siempre confiadamente la realización de todo aquello que nos tienes prometido. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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04:06



DesdeMolinoviejo a mi casa hay 50 minutos de autopista; menos de lo que uno necesitaría para encontrar aparcamiento en el centro de Madrid.
Durante el viaje oigo "La Primavera" de Vivaldi para celebrar que la floración ha comenzado también en la sierra. A continuación,  rezo el rosario sin más distracciones que las inevitables.
Al cruzar el túnel de Guadarrama, que une las dos Castillas, el tráfico se espesa bruscamente. El problema no afecta a mi Citroën, ya que volamos camino de Madrid sin apenas obstáculos, pero los que salen de la Capital caen un inmenso atasco de muchos, muchos kilómetros. Lo llaman "operación" salida.
Mi primera reacción es un tanto miserable; me alegro de no haber caído en la trampa que hay en cada puente laboral y quizá me divierto un poco imaginando las penalidades de los que huyen de Madrid. Luego medito en lo que significa ir contracorriente, que es lo que me toca hacer casi siempre, no por el placer de llevar la contraria a las masas, sino porque la vida me empuja en esta dirección.
Me pregunto si ser cura significa que uno debe ir contracorriente a toda costa; si la Iglesia también debe avanzar así, contra viento y marea y tráfico, o es mejor que se una a la operación salida para caer en los inevitables atascos de los que escapan y ser solidaria con los atascados. ¿Y Jesucristo? ¿No fue también contracorriente?
Enseguida comprendo que son preguntas demasiado complejas para resolverlas en un viaje tan breve. De momento, ya me he plantado en la M40, que es una amplia autovía de circunvalación. Me esperan quince días urbanos.

03:52

Quién soy yo, solo lo comprendo en Aquel que está por encima de mí. Mejor dicho: en Aquel que me ha dado a mí mismo. El hombre no puede comprenderse partiendo de sí mismo. Las preguntas en que aparezca la palabra “por qué” y la palabra “yo”; ¿por qué soy como soy? ¿por qué solo puedo tener lo que tengo? ¿por qué soy, en general, en vez de no ser?; no se pueden responder por parte del hombre. La respuesta solo la da Dios.
Y aquí nos acercamos a lo que significa el Espíritu Santo, del que se nos dice que es “el Espíritu de la verdad”, el que “introduce en toda verdad”; y además, que es el Espíritu del amor. El puede enseñarme a comprender esa verdad que nadie me puede enseñar, esto es, mi propia verdad. Pero ¿cómo? No por ciencia, ni por filosofía, sino penetrando en mí mismo. Pues El es la interioridad de Dios. En el Espíritu Santo es Padre Dios, en el Espíritu Santo es Hijo. Quizá se puede decir incluso: en el Espíritu Santo, Dios es Dios. En Él, Dios se penetra de Sí mismo, y está en unidad consigo mismo, disfrutándose a Sí mismo. 
Romano Guardini en “La aceptación de sí mismo”.

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Porfirio Smerdou nació en Trieste, aunque fue educado en Bélgica. Ahijado del presidente mexicano Porfirio Díaz, a los 32 años, siendo cónsul de México, lo arriesgó todo para ocultar y salvar de una muerte segura a 580 personas de ambos bandos en Málaga durante la guerra civil.

En el número 19 de la calle República Argentina de Málaga, en el barrio del Limonar, una modesta casa pasa casi inadvertida tras un murete amarillo con seto. Dos pequeños letreros a ambos lados de su portalón negro aún mantienen el antiguo nombre de la finca, Villa Maya, aunque muchos de los que por allí pasan desconocen la conmovedora historia que se vivió tras los muros de esta residencia, que fue hogar del cónsul de México Porfirio Smerdou. En el horror que se desató en la ciudad el 18 de julio de 1936, sus 100 metros cuadrados prestaron refugio a multitud de perseguidos que pudieron salvar su vida.

Vacía desde hace meses y necesitada de reforma, Villa Maya parece haber caído en el mismo olvido que el diplomático mexicano. Hoy pocos recuerdan que, con apenas 32 años, este hombre nacido en Trieste, ahijado del presidente de México Porfirio Díaz y educado en Bélgica, lo arriesgó todo para ocultar y salvar a 580 personas de ambos bandos durante la Guerra Civil. Quica Pérez del Pulgar, la vecina del número 17, sí conoce su figura, porque su padre llamó a la puerta de Smerdou pidiendo auxilio. 
Al alzamiento militar le siguió una ola de violencia contra todo aquel con ideas conservadoras. Familias enteras tuvieron que abandonar sus domicilios para esconderse en casas vecinas o escapar colina arriba. En aquellos días, un grupo de milicianos fue en busca del tío de Pérez del Pulgar a una casa situada algo más abajo que Villa Maya, también en el Limonar. «Allí mismo mataron a mi tío y a mi abuelo. Mi padre logró escapar por la puerta de atrás y llamó a la puerta de Villa Maya, pero Smerdou tuvo que decirle que no, porque no le cabía nadie más. No me explico cómo pudo caber allí tanta gente. Hasta 70 personas llegaron a dormir», relata Quica.

«El 18 de julio empezó a venir gente y mi padre no pudo decir que no», explica Luis María Smerdou, uno de los cuatro hijos del cónsul. Tenía seis años cuando estalló la guerra, pero aquel día se le quedó grabado en la memoria. Era sábado y se encontraba con su madre, sus hermanos y una tía que había ido a verles. Pasaban la tarde en un olivar a veinte metros de Villa Maya, cuando uno de sus primos comenzó a llorar por una apendicitis y tuvieron que ir al hospital. «Horas después comenzó a entrar gente en mi casa», asegura Luis. De aquellos días recuerda el ajetreo, la comida escasa y que «dormía con otros dos hermanos en una misma cama».

El primero en llamar a la puerta de Villa Maya fue el comerciante Ramón Varea Román. Le habían quemado su casa y dejado sin negocio. Smerdou y su esposa, Concha Altolaguirre Bolín, hermana del poeta Manuel Altolaguirre, le ofrecieron que se quedara con su familia. Después, llegaron la familia del médico Agustín Santos Ayuso, la del prestigioso cirujano Patricio Gutiérrez del Álamo (abuelo de Rosa Conde), los Herrero Bolín, un grupo de nueve religiosos, Fernando Casal, Tomás Heredia, Antonio Parody, Fernando García, Matías Huelin, Leopoldo Werner, Ana Gonzálvez… La lista de «El Schindler de la Guerra Civil», como recoge Diego Carcedo en su libro (Ediciones B), es larga.

Labor humanitaria
El respaldo de México a la República había convertido a Smerdou en una persona respetada entre la izquierda, lo que facilitó su labor humanitaria. Además, contó con el consentimiento de destacadas autoridades de Málaga, contrarias a las persecuciones de los más radicales. Smerdou logró ir sacando de la ciudad a muchos de los que ocultaba en Villa Maya, en el piso del cónsul argentino y en la casa de un comerciante al que proporcionó una bandera mexicana por sus años en el país latinoamericano. 

En Villa Maya, a la escasez de espacio y a los inconvenientes de contar con un solo baño, pronto se unió la falta de comida. Por suerte, un pariente acogido por el diplomático ofreció su ayuda. «Mi tío Fernando le dijo a mi padre que fuera a su casa, porque allí tenía 25.000 pesetas escondidas en una caja de caudales. Cuando llegó, se encontró con que habían entrado en la casa. Con miedo de que le sorprendieran allí, llegó al sitio donde estaba escondido el dinero y afortunadamente no le pasó nada», relata Luis. Con ese dinero y lo que aportaron otros, los refugiados lograron sobrevivir hasta la entrada de las tropas de Queipo de Llano en Málaga, en febrero de 1937.

Preocupado por el peligro que corrían sus hijos y su mujer embarazada, y necesitado de espacio para albergar a todos los que solicitaban su ayuda, Smerdou buscó un pasaje para embarcar a su familia rumbo a Orán. Solo la pequeña Maya, de dos años, se quedó en Málaga con la niñera. «Se había encargado de la niña desde pequeña y cuando le dijeron que se la llevaban, se negó y les amenazó con revelar a los milicianos que en la casa vivían fascistas si no se quedaba», aclara su hermano.


Una vez su familia estuvo a salvo Smerdou se volcó aún más en las gestiones para salvar vidas, logrando la libertad de muchos encarcelados en el buque «Marqués de Chávarri» y recogiendo a otros de sus domicilios para ocultarlos. Con su bicicleta y después con el coche que un médico preso le prestó, se movía por Málaga con toda la «libertad» que era posible. No sabía conducir, pero el fiel Pepillo lo llevaba en aquel Adler al que colocaron dos banderas mexicanas y que tantos viajes realizó de Villa Maya al puerto para llevar a refugiados a los que el cónsul proporcionaba papeles para escapar a Marruecos, Gibraltar o Marsella.


Antonio Manuel Moral Roncal, profesor de la Universidad de Alcalá, cuenta en «El asilo consular en Málaga (19361937)» que Smerdou firmaba ruegos o aclaraciones de que el portador no era fascista, pero no eran pasaportes ni decía en ellos que el titular fuera mexicano. Solo en una ocasión, por insistencia del gobernador civil, falsificó un pasaporte para salvar a Bernabé de Fiestas y su familia. Aquello le costó el cargo. Smerdou fue cesado en diciembre, pero aún así, mantuvo la bandera de México en su casa y siguió protegiendo a sus refugiados durante dos meses más.

Peripecias del padre
En febrero de 1937, ante la inminente entrada de las tropas franquistas, seis políticos republicanos acudieron a Smerdou solicitando su protección. No podía cobijarlos en Villa Maya, junto con sus adversarios, así que los refugió en las oficinas del consulado de Argentina. «Fue Luis Bolín, primo de mi madre, que llegó con los nacionales, el que le dijo a mi padre: “Tienes que entregarme a esos seis que ocultas”», relata Luis. Smerdou no hizo caso al pariente de su esposa, famoso por haber alquilado el avión con el que Franco voló de Canarias al norte de África para asumir el mando de las tropas sublevadas. 

El ya excónsul acudió con su problema a la maternidad del doctor José Gálvez, a quien había ayudado tiempo atrás. «Vamos a disfrazarlos de parturientas y me los traes aquí, que yo me encargo», le respondió el médico. Así les salvaron. A sus 88 años, a Luis se le saltan las lágrimas al relatar las peripecias de su padre en esos meses. «¿Quién metió a mi padre a salvar a tanta gente? ¡Nadie! Y sin embargo, los salvó», exclama orgulloso.

En los meses siguientes, la familia Smerdou, de nuevo reunida, tuvo que mudarse a otra casa en Málaga. Pese a haber protegido a centenares de personas, Smerdou estuvo en el punto de mira al ser sospechoso de connivencia con las autoridades republicanas y con sindicalistas y políticos de izquierdas. Fue sometido al temido expediente de depuración de responsabilidades que elaboró un instructor militar. 

Se salvó gracias a las declaraciones de muchos de sus refugiados, que no escatimaron en halagos, tal como reflejan los documentos a los que ha tenido acceso ABC. José Pérez Bryan, por ejemplo, se mostró agradecido al «hombre todo corazón que le alojó en su consulado desinteresadamente»; Bernabé Dávila declaró cómo «después de tres meses de persecución cruel e implacable, destruido su hogar y condenados a muerte él y sus hijos, fueron acogidos en el consulado salvándose así todos de una muerte cierta», mientras que Antonio Herrero Montiel habló del «altruismo y buen corazón de D. Porfirio», gracias al cual se salvó a vecinos de Almogia.

Homenaje
Sin empleo, Smerdou se trasladó con su familia a Madrid, donde, aprovechando que hablaba seis idiomas, se dedicó a diversas actividades empresariales. Él fue quien logró la licencia para introducir el gasógeno en España antes de la llegada de la gasolina. Hubo que esperar hasta 1986 para que Smerdou recibiera un merecido homenaje por parte de los refugiados de Villa Maya. En aquel encuentro en Málaga recordaron las anécdotas que vivieron juntos, «como aquellos colchones enrollados y atados con cuerdas que se colocaban durante el día hasta en el techo para dejar espacios libres», como recordó Carmen Werner.
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Escribe Javier Mª Prades: "Cuando comprobamos lo que supone la difusión de fake news y sus consecuencias tóxicas a todos los niveles de la convivencia, coincidimos con aquellos que abanderan la exigencia de verdad y de justicia para proteger la comunicación social" 

LOS últimos procesos electorales en EE.UU. y en Europa han avivado la discusión entre las políticas que impulsan «movimientos identitarios» y las que reivindican la «ciudadanía». Las primeras favorecen los intereses de grupos específicos y las segundas privilegian los aspectos formales del procedimiento democrático, como garantía de igualdad en la sociedad civil. 

El debate jurídico y político resulta complejo, pero saca a la luz algo que incumbe a los actores de la vida social: ¿cómo fomentar que la política no acabe reduciéndose a la defensa de intereses particulares –a veces mediante lobbies muy poderosos– o a una protección abstracta del interés general?

La respuesta supera los límites estrictos de la política y nos interpela a cada uno. Necesitamos voces desde todos los sectores sociales que asuman la responsabilidad de señalar lo que compartimos quienes vivimos en España. ¿Podríamos aceptar que existe algo así como un «nosotros» si, por ejemplo, sentásemos en una mesa a representantes de todos los partidos parlamentarios? ¿Y si reuniéramos a españoles arraigados aquí desde hace siglos con emigrantes recién llegados, o a castellanos con catalanes? ¿Y si nos sentásemos en una mesa creyentes junto con agnósticos o ateos?

En esta época parece más fácil exigir lo «nuestro» frente a lo de «los otros». Nos cuesta ceder al reto fatigoso de identificar un «nosotros» que no excluya a nadie, a ser posible. Bien mirado, no podemos esquivar la tarea de afirmar un «nosotros» de algún modo. Lo hacemos continuamente. Por eso debemos reconsiderar cómo sucede.

Se trata de volver a pensar sobre las notas de lo humano en cuanto tal. Lo más delicado es establecer el modo en que se disciernen las características comunes, cuando vemos las dificultades por las que atraviesan las categorías clásicas de ley natural o de bien común en el terreno moral y jurídico. Algo similar cabe decir sobre el debate reciente entre multiculturalismo, «movimientos identitarios» y «ciudadanía», con todas sus variantes. ¿Qué camino nos conviene seguir?

Un primer paso consiste en admitir que las diferencias no pueden llegar hasta el punto de negar lo común. Pensadores como Husserl o Wittgenstein, Lévinas o Derrida, nos recuerdan que la extrañeza y la incomprensibilidad sólo son posibles en un marco de comprensibilidad. Sin esto no se podría ni siquiera advertir lo extraño. Somos distintos, pero no radicalmente extraños: hay entre nosotros –los seres humanos– una identidad más profunda que todas las diferencias, precisamente la que posibilita percibir al otro como diverso de mí. Pues, ¿quién es el «otro»? Es siempre un alter ego, es «otro como yo pero que no soy yo». Si el «otro» no fuera comprendido como un «yo», se oscurecería su alteridad humana y con ello su dignidad fundamental.

Dando por válido el planteamiento, urge encontrar un método para alcanzar esa aceptación compartida. Tras la crítica a las ideologías en el siglo XX, no será suficiente con aplicar algún sistema de ideas. Será necesario empezar por un «reconocimiento»: hay que sorprender –por así decir en acto– los rasgos humanos de que se trate. Un niño no se conforma con saber que, en general, las madres aman a los hijos sino que necesita la experiencia de ser amado concretamente por su madre. A partir del amor efectivo de la madre, el niño comprenderá las afirmaciones de valor universal sobre el amor entre madres e hijos.

Debemos iniciar un proceso paciente de observación de la vida social, como se presenta en las tareas cotidianas y en la opinión pública. La educación y la cultura serán tales si permiten identificar lo que Luigi Giussani llama nuestra «experiencia elemental». Con ese término se refiere al núcleo de evidencias y exigencias que constituye el corazón de la persona en su relación con la realidad. Al usar la noción de experiencia sugiere que no se trata tanto de elaborar de antemano una teoría sobre el hombre y luego aplicarla, sino de observar su situación concreta en la historia, siempre abierta a una realización más plena. 

Las manifestaciones de la belleza, el bien, la verdad, la justicia... aparecen como una promesa por cumplir, a la que no se logra dar plenitud por sí mismo. Es como si cada uno viviera en una permanente «desproporción» entre lo que es y lo que desea ser, entre lo que conoce efectivamente y lo que quiere alcanzar, sin tregua. Al mostrarse ante sus ojos aquello que anhela lo puede reconocer y acoger: «¡Es esto!», y, al mismo tiempo, se ve enseguida remitido «más allá». A partir de la circunstancia concreta se abre el horizonte infinito de la persona. Es una inquietud que nos resulta familiar.

Ayudémonos a evocar los aspectos elementales de lo humano que tenemos en común. Cuando el copiloto de Germanwings estrelló voluntariamente su avión en los Alpes todos sufrimos un dolor profundo por las víctimas, y sentimos un escalofrío al darnos cuenta de lo que sucede en la sociedad cuando se traiciona la confianza primordial. Pudimos comprender en acto que la confianza es un valor irrenunciable. 

Cuando la madre de Gabriel nos ha pedido que no alimentemos el rencor o el odio en nombre de su Pescaíto, atrozmente asesinado, y que agradezcamos el bien de su vida, hemos encontrado una paz que no nos podían dar las reclamaciones airadas de venganza. Hemos identificado en acto el bien social que es la gratitud y la no violencia en la búsqueda de la justicia. Cuando comprobamos lo que supone la difusión de fake news y sus consecuencias tóxicas a todos los niveles de la convivencia, coincidimos con aquellos que abanderan la exigencia de verdad y de justicia para proteger la comunicación social. Gracias a Dios la lista de estos ejemplos puede ampliarse.

Así, paso a paso, será más fácil mirar juntos nuestra experiencia humana elemental, aquello que nos une. Y la política podrá articular mejor la protección de los derechos o intereses particulares con la tutela de lo que realmente compartimos todos. La democracia española saldrá ganando.

Javier Mª Prades Löpez

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El ministro de Justicia, Rafael Catalá, aseguró que el Gobierno presentará «en semanas» una primera propuesta de reforma del Código Penal al resto de grupos políticos. 

Catalá explicó que el Ejecutivo ha pedido a distintos expertos que inicien un periodo de reflexión tras conocerse la sentencia de nueve años de prisión para los cinco integrantes de «La Manada» por un delito continuado de abuso sexual y no por violación. 

«En 23 años (este tipo de delitos sexuales datan en el Código Penal desde 1995) la sociedad ha cambiado mucho en la intransigencia contra la violencia, sobre todo contra la de género», señaló según recoge Ep. Catalá garantizó que el Gobierno trabajará para que el Código Penal quede perfilado «de la mejor manera posible» de cara al futuro, y pidió estar «siempre» del lado de la víctima, insistió de nuevo ayer.

«Populismo punitivo»
Pero a Jueces para la Democracia no le han gustado las manifestaciones de los responsables políticos tras el fallo judicial. Esta asociación cree que el ministro debería dimitir porque «parece desconocer la separación de poderes y el respeto que debe haber hacia el poder judicial y a su órgano de gobierno, el Consejo General del Poder Judicial. Ignacio González, portavoz de la asociación, recordó que el ministro ha llegado a decir que el Consejo debería sancionar al juez que emitió el voto particular y pidió la absolución para los cinco condenados.

El portavoz de Jueces para la Democracia se pronunció también sobre la reforma del Código Penal que ha planteado el Gobierno. En su opinión se trata de «populismo punitivo y de un impulso de legislar a golpe de titular». Según indicó, «a veces, quieren darnos la sensación de que todo se resuelve con una reforma del Código Penal», como si fuera «una varita mágica que todo lo resuelve», y «no es así». En este caso concreto, la asociación de Jueces para la Democracia considera que con los hechos probados que recoge la sentencia ya se habría podido condenar por agresión sexual.

Las críticas contra el Gobierno se suman a las efectuadas días atrás por el Consejo General del Poder Judicial y por una parte de las asociaciones de fiscales. Pero estas reacciones no parecen hacer mella en el ministro Catalá quien considera que un ministro de Justicia debe tener un papel «activo» y «dinámico», siempre con «absoluto respeto institucional». «Tener opinión desde el respeto está dentro de las reglas del juego y eso no altera mis funciones como ministro», argumentó ayer.

Castigo ejemplarizante
La polémica sentencia sobre la violación grupal en los sanfermines sigue generando reacciones cuatro días después. El vicesecretario de Política Social y Sectorial del Partido Popular, Javier Maroto, tras unos días de «reflexión serena», urgió al Gobierno a reformar el Código Penal. «Si nuestro Código Penal recoge como requisito imprescindible la violencia para acusar de violación y agresión a una persona, necesitamos hacer esa reforma del Código Penal cuanto antes para atender algo que es evidente», ha argumentado.

Por su parte, la ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez, apostó por pasar «de la decepción» de la resolución judicial «a la acción». Consideró que la violencia contra la mujer debe de tener un castigo ejemplarizante hoy y también mañana en España».
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Juan Ramón Domínguez Palacios / http://lacrestadelaola2028.blogspot.com

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17:57

Lunes 30 de Abril de 2018
Misa a elección: 

Feria. Blanco.
San Pío V, papa. (ML). Blanco.

Este sacerdote dominico, san Pío V, se desempeñó como profesor de Filosofía y Teología y formador de novicios hasta que fue designado primero obispo de Nepi y luego Papa, en el año 1565. Se ocupó de poner en práctica las resoluciones del Concilio de Trento, sobre todo en cuestiones de reforma interna de la Iglesia y vida del clero. Hizo publicar el Catecismo para enseñar a los fieles la doctrina de la Iglesia y llevó adelante la revisión de la Liturgia..

Antífona de entrada         
Resucitó el buen Pastor, que dio la vida por sus ovejas y se entregó a la muerte por su rebaño. Aleluya.
Oración colecta     
Te suplicamos, Señor, que protejas siempre a tu familia, y por la resurrección de tu Hijo único defiéndela de todo mal y cólmala con los dones celestiales. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

O bien:          de san Pío V

Dios nuestro, que en tu providencia confiaste al papa san Pío V la defensa de la fe y la solicitud por el culto divino, te pedimos, por su intercesión, que podamos participar siempre en tus santos misterios con una fe viva y una caridad operante. Por nuestro Señor Jesucristo...
Oración sobre las ofrendas        
Lleguen hasta ti, Señor, nuestras oraciones junto con estas ofrendas, para que, purificados por tu gracia, recibamos el sacramento de tu inmensa bondad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión        Jn 14, 27
Dice el Señor: “Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo”. Aleluya.
Oración después de la comunión
Dios todopoderoso, que nos haces renacer a la vida eterna por la resurrección de Cristo, concédenos que los sacramentos pascuales den fruto abundante en nosotros, e infunde en nuestros corazones la fuerza de este alimento de salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Lectura        Hech 14, 5-18
Lectura de los Hechos de los Apóstoles.
Los paganos y los judíos de Iconio, dirigidos por sus jefes, intentaron maltratar y apedrear a Pablo y Bernabé. Éstos, al enterarse, huyeron a Listra y a Derbe, ciudades de Licaonia, y a sus alrededores; y allí anunciaron la Buena Noticia. Había en Listra un hombre que tenía las piernas paralizadas. Como era tullido de nacimiento, nunca había podido caminar, y sentado, escuchaba hablar a Pablo. Éste, mirándolo fijamente, vio que tenía la fe necesaria para ser sanado, y le dijo en voz alta: “Levántate, y permanece erguido sobre tus pies”. Él se levantó de un salto y comenzó a caminar. Al ver lo que Pablo acababa de hacer, la multitud comenzó a gritar en dialecto licaonio: “Los dioses han descendido hasta nosotros en forma humana”, y daban a Bernabé el nombre de Júpiter, y a Pablo el de Mercurio porque era el que llevaba la palabra. El sacerdote del templo de Júpiter, que estaba a la entrada de la ciudad, trajo al atrio unos toros adornados de guirnaldas y, junto con la multitud, se disponía a sacrificarlos. Cuando los apóstoles Pablo y Bernabé se enteraron de esto, rasgaron sus vestiduras y se precipitaron en medio de la muchedumbre, gritando: “Amigos, ¿qué están haciendo? Nosotros somos seres humanos como ustedes, y hemos venido a anunciarles que deben abandonar esos ídolos para convertirse al Dios viviente que hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos. En los tiempos pasados, él permitió que las naciones siguieran sus propios caminos. Sin embargo, nunca dejó de dar testimonio de sí mismo, prodigando sus beneficios, enviando desde el cielo lluvias y estaciones fecundas, dando el alimento y llenando de alegría los corazones”. Pero a pesar de todo lo que dijeron, les costó mucho impedir que la multitud les ofreciera un sacrificio.
Palabra de Dios.
Comentario
Estos paganos interpretaron el milagro desde su cultura y sus conocimientos. Aún en su error, supieron reconocer que allí actuaba una fuerza superior a cualquier poder humano. Los apóstoles se encargaron de corregir esa falta, de modo que con la sanación llegara la oportunidad para los paganos de conocer al Dios de la vida.
Salmo 113B, 1-4. 15-16
R. ¡Glorifica tu Nombre, Señor!
No nos glorifiques a nosotros, Señor: Glorifica solamente a tu Nombre, por tu amor y tu fidelidad. ¿Por qué han de decir las naciones?: “¿Dónde está su Dios?”. R.
Nuestro Dios está en el cielo y en la tierra, él hace todo lo que quiere. Los ídolos, en cambio, son plata y oro, obra de las manos de los hombres. R.
Sean bendecidos por el Señor, que hizo el cielo y la tierra. El cielo pertenece al Señor, y la tierra la entregó a los hombres. R.
Aleluya        Jn 14, 26
Aleluya. El Espíritu Santo les enseñará todo; les recordará todo lo que yo les he dicho. Aleluya.
Evangelio     Jn 14, 21-26
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos: “El que recibe mis mandamientos y los cumple, ése es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él”. Judas –no el Iscariote– le dijo: “Señor, ¿por qué te vas a manifestar a nosotros y no al mundo?”. Jesús le respondió: “El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él. El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió. Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho”.
Palabra del Señor.
Comentario
La manifestación de Dios es su amor. Él quiere que vivamos en ese amor. Conocer y cumplir la Palabra es uno de los modos de estar en Dios y que él también esté en nosotros, haga su morada en quien la escucha. Este es el gran objetivo de su amor: quedarse en nosotros para siempre.
Oración introductoria 
Dios mío, gracias por este nuevo día que me das para poder identificarme contigo cada vez más. Ayúdame a vivir con dedicación y entusiasmo este período de la Pascua para que toda mi vida proclame tus mandamientos. 
Petición 
Señor ayúdame a ofrecer toda mi vida a ti como tú la ofreciste por mí. Enséñame a ver en cumplir tu voluntad, en guardar tu palabra en la caridad, un modo estupendo para agradarte. 
Meditación 
Hoy, Jesús nos muestra su inmenso deseo de que participemos de su plenitud. Incorporados a Él, estamos en la fuente de vida divina que es la Santísima Trinidad. «Dios está contigo. En tu alma en gracia habita la Trinidad Beatísima. Por eso, tú, a pesar de tus miserias, puedes y debes estar en continua conversación con el Señor.
Jesús asegura que estará presente en nosotros por la inhabitación divina en el alma en gracia. Así, los cristianos ya no somos huérfanos. Ya que nos ama tanto, a pesar de que no nos necesita, no quiere prescindir de nosotros. 
«El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él» (Jn 14,21). Este pensamiento nos ayuda a tener presencia de Dios. Entonces, no tienen lugar otros deseos o pensamientos que, por lo menos, a veces, nos hacen perder el tiempo y nos impiden cumplir la voluntad divina. He aquí una recomendación de san Gregorio Magno: «Que no nos seduzca el halago de la prosperidad, porque es un caminante necio aquel que ve, durante su camino, prados deliciosos y se olvida de allá donde quería ir».
La presencia de Dios en el corazón nos ayudará a descubrir y realizar en este mundo los planes que la Providencia nos haya asignado. El Espíritu del Señor suscitará en nuestro corazón iniciativas para situarlas en la cúspide de todas las actividades humanas y hacer presente, así, a Cristo en lo alto de la tierra. Si tenemos esta intimidad con Jesús llegaremos a ser buenos hijos de Dios y nos sentiremos amigos suyos en todo lugar y momento: en la calle, en medio del trabajo cotidiano, en la vida familiar.
Toda la luz y el fuego de la vida divina se volcarán sobre cada uno de los fieles que estén dispuestos a recibir el don de la inhabitación. La Madre de Dios intercederá —como madre nuestra que es— para que penetremos en este trato con la Santísima Trinidad.
Este mensaje de Cristo sobre guardar sus mandamientos requiere que nosotros demos a conocer, por testimonio y por palabra, el Evangelio del Señor. Busquemos una oportunidad para compartir nuestra fe con alguien. 
Propósito 
Hacer un buen examen de conciencia ante Dios para descubrir con su ayuda un aspecto en particular donde me cuesta más identificarme con la caridad de Cristo. 
Diálogo con Cristo 
Jesús, tú lo has dado todo por mí para que yo sepa responder con similar amor. Tu amor exige que yo viva según lo que tú has querido enseñarme. Sólo de este modo encontraré la felicidad en esta vida y en la próxima. Ahora sólo quiero vivir para agradarte a ti. 


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