Texto completo del resumen que compartimos del beato Pablo VI

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BEATO PABLO VI

A LOS SACERDOTES Y A LOS SEMINARISTAS DE CERDEÑA

Cagliari, 24 de abril 1970

1 – Frecuentemente cuando se hacen discursos significativos, como el que deberé hacer yo en este momento, se comienza por saludar a las personalidades. Tenemos aquí vuestro Cardenal, tenemos aquí al Cardenal secretario de Estado, tenemos todo el Episcopado Sardo, tenemos aquí los profesores, tenemos los canónigos, etc.

Pero mi saludo, sobrepasa los aspectos formales y solemnes y va a la sustancia de las cosas, que son los sentimientos del corazón, los auténticos pensamientos de la mente, los valores; cuando busco esta esencialidad de las cosas, a ustedes hijitos, a ustedes, queridísimos seminaristas, a ustedes alumnos de esta casa, va mi saludo.

2 – Y estamos felices de dedicarlo también a ustedes… Sí, “también” y aquí parece una ofensa, porque los coloqué al final; pero detengámonos en el proverbio: “¡dulcis in fundo!”: ¿no es verdad? Y por lo tanto, aunque llega después de todas las bellas manifestaciones de esta jornada, los encuentros, los discursos, las visiones, las palabras, este último momento es aquel que todo lo resume y nos da, al final, una gran expresión de paz, de esperanza y de apertura del corazón.

Pienso en Cagliari, en este momento en el que me encuentro con quienes más pueden entender, más pueden dar: es decir en ustedes, juventud que os consagráis al Señor, ustedes maestros y profesores, que preparan los nuevos aspirantes al sacerdocio para la Iglesia de Cagliari y de Cerdeña.

3 Por lo tanto somos felices de dedicar también a ustedes un afectuoso saludo en esta memorable jornada. La dedicamos a ustedes de corazón, y, diremos que crece en intensidad, aunque sí disminuye en extensión, porque les es debido todo un título particular: son los representantes del Clero, de las varias familias religiosas, y, además, ustedes constituyen la porción elegida de la Iglesia de Cerdeña y el motivo de sus mejores esperanzas.

Al verlos aquí delante de Nosotros, ante todo, debemos complacernos. Qué debemos decir recordando el seminario que hemos visitado y del que hemos sido huéspedes hace 38 años – son muchos 38 años -; y debo decir: quan mutatus ab illo! Aquí ahora todo es bello, todo es nuevo, y me complazco mucho de esta bellísima construcción, no sólo porque es bella en sí misma, sino sobre todo porque me parece símbolo de la construida Iglesia nueva de Cerdeña, que ¡son ustedes!

4 – Y me parece un deber para con ustedes, sobre todo de Nuestra parte, darles por este motivo un pensamiento, un pensamiento de admiración, un reconocimiento al que tiene el mérito de esta construcción, y especialmente a vuestro santo Mons. Piovella, y también al venerado antecesor del Pastor que ahora gobierna vuestra Iglesia: Mons. Paolo Botto.

Les decimos que antes de partir hemos mandado con nuestra firma un telegrama, un mensaje a Mons. Botto, porque lo queríamos espiritualmente presente y asegurarle nuestro reconocimiento y  Nuestra oración.

Y ahora nos place verdaderamente verlos aquí delante de Nosotros, casi para recuperar fuerzas después del largo camino, lleno de fervor. Nos parece leer en vuestros corazones, de poder intus legere, de entender aquello que hay en el alma, como el Señor sciebat quid esset in homine, era Dios, se entiende, pero Nosotros que lo servimos, que buscamos, cojeando, seguir sus pasos, deseamos tener un poco de este don de poder leer en las almas.

5 – Y ahora nos animamos también Nosotros, aunque somos tan inhábiles, a este arte de leer dentro, de leer en vuestros corazones. ¿Qué cosa tienen? Tendrán quizás algún tumulto, vegetaciones de pensamiento y de sentimiento, de esperanzas etc.: una cosa tienen todos: la vocación, la llamada. Ha bajado del cielo una palabra que ha golpeado dentro de ustedes; les ha penetrado, y ha hablado dentro, y se ha hecho dueña de sus vidas; y es propio de esta experiencia, de este hecho lo que motiva, mi augurio, mi encuentro con ustedes.

6 – Podría leer en sus corazones, un deseo encendido en estos días por la Virgen SS.ma, el deseo de saber qué cosa espera la Iglesia sobre todo de nosotros sacerdotes y de ustedes que se preparan al Sacerdocio, a fin de que podamos todos transformarnos verdaderamente… ¿Qué cosa somos nosotros? “Instrumentos”, somos instrumentos, tenemos una causalidad instrumental, es decir que pasa a través de nosotros una virtud divina que nos hace ministros, pero no sólo ministros, diría, mecánicos, así: ministros operantes y capaces de ser distribuidores, como dice san Pablo, “ministeriorum Dei”, ministros de Dios. Diría que Dios se encarna ahora a través de nosotros y sale al mundo a través de nuestro ministerio.

7 – Por lo tanto creemos que debemos responder a esta interrogación con una frase bíblica, que resume todo el programa de vida. Lo digo para ustedes, y lo debería decir principalmente para mí “SANCTI ESTOTE”

Y debemos aquí hacer el análisis de cuál es la santidad del sacerdote: la santidad es la conformación con un modelo: solamente Dios es santo por sí mismo. Todos los otros son santos porque se asemejan, porque derivan, porque coinciden, porque se apropian, son santos por derivación. ¿Cuál es la derivación, cuál es la semejanza, cuál es el parentesco del ministro de Dios con Aquel que es la fuente, con Aquel que lo enviste de esta potestad verdaderamente carismática, verdaderamente prodigiosa y sacramental y profética, cuál es? “¡SANCTI iESTOTE!”.

He aquí la consigna que le confiamos. No la comentamos y no la analizamos ahora, pero se la dejamos así, como si arrojásemos una flor. Hemos recibido tantas flores, recorriendo nuestro itinerario hasta aquí. También nosotros así se la arrojamos: “¡Sancti estote!” ¡sean santos! Busquemos todos de ser santos. Y decimos esto con la autoridad, que nos viene del ministerio apostólico, del que sentimos el gran peso, pero tenemos la gran felicidad de ejercitar. Con la autoridad del Papa : ¡TENEMOS NECESIDAD DE SACERDOTES SANTOS!.

8 – Estaría todo dicho. Si la Iglesia hoy dispusiese numéricamente de menos sacerdotes, pero de ministros que verdaderamente fuesen santos, es decir que recogiesen de Cristo su virtud, si se modelasen en sus ejemplos y sobre sus palabras, lo viviesen y transfundieran a los otros, la Iglesia respondería a su misión; podría ser, como será en los últimos días, que la “charitas refrigesct”, y si disminuyese, si se apagase la caridad en muchos corazones, la Iglesia sería la caridad viva; la Iglesia sería la Iglesia viva y la Iglesia auténtica y la Iglesia, diría, omnipotente de Cristo.

9 – Lamentablemente en este tiempo son muchas voces en la Iglesia, que hacen olvidar este fundamental deber de cada cristiano. Consideren atentamente que hablamos con mucho ¡respeto! Vemos en la Iglesia una vegetación de revistas, de expresiones, de libros, de toda una literatura; voces, voces, voces; y cuanto más diversas, más se dice, debe ser pluralista; no más la voz coral en la Iglesia, sino tumultuaria. Viene de todas partes. Y bien, tantas y tantas voces no hacen eco a aquello que ahora yo les digo; y por lo tanto: es necesario que nosotros nos asimilemos a Cristo, primero, y después nos entreguemos a los otros. Este es todo nuestro programa.

10 – Hay quienes estudian problemas sociológicos, otros problemas teológicos, y quienes quieren una nueva filosofía, unas nuevas costumbres; y dicen: ¡Tiempos nuevos! Y se atreven a procmar: es necesario terminarla con la Iglesia  preconciliar, es necesario hacer una nueva; la haremos nosotros, ¡nosotros somos los arquitectos de la Iglesia nueva! ¿ Y aquel primer arquitecto que ha dicho: aedificabo Ecclesiam meam”?

“Lo haremos a nuestro modo” (faremo da noi) ¿Les parece que sea éste un  fenómeno bueno? Por qué se olvida repetir la palabra quicio, que les estamos anunciando; se olvida que la santidad es el primer deber de la vida sacerdotal. Desdichadamente, decíamos, en este tiempo hay demasiadas voces en la Iglesia, que hacen olvidar este fundamental deber, y esto en nombre de una educación de este tiempo. Aquí habría que dar toda una clase, que vuestros profesores dictan muy bien: es decir, ¿Qué cosa es este relativismo producto de la historia? ¿La historia qué es? El pasaje, el flujo de las aventuras humanas, de las vicisitudes humanas, etc.; y nosotros tenemos relación con ésto, y decimos continuamente: es necesario que nos eduquemos, es necesario aggiornarse, es necesario insertarse, es necesario ser modernos, etc.

11 – ¡Es Verdad! ¿Pero cómo, pero cómo? ¿Uno se lanza a un río para ahogarse o para nadar? ¿Para dominar el elemento contrario, o para ahogarse y perderse? Nosotros somos pescadores y debemos, sí, medirnos con este elemento móvil, infiel, voluble, continuamente necesitado de nuestra experiencia; no debemos ser consuetudinarios; no hay en la práctica de la vida pastoral fórmulas mágicas, por lo que todo funciona bien; es necesario ser capaces de moderarlos, según las necesidades, pero siempre con esta ley suprema e intangible: yo debo custodiar el depósito, yo tengo un tesoro que debo llevar conmigo, yo valgo algo en cuanto conservo y transformo esta palabra eterna que es el evangelio. Si yo fuese infiel al evangelio, si no fuese ese canal distribuidor fiel, sería verdaderamente un hombre deficiente, sería como  ahora se dice, con un término de moda: alienado, frustrado. La frustración es la pérdida de este vínculo interior, que debe ser la razón y el secreto de nuestra vida: estar unidos a Cristo; repito, ser santos.


13:00
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