Bocadillos espirituales para vivir la Navidad: Sábado de la 2 a. Semana de Navidad – Ciclo C

“No lo soy” Y le dijeron: “¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han envidado, ¿qué dices de ti mismo?” El contestó: “Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”. (Jn 1, 19-28)

Comenzamos el año con un gran desafío:
¿Quiénes somos?
¿Qué decimos de nosotros mismos?
¿Somos lo que piensan los demás de nosotros?
¿Somos lo que estamos llamados a ser?
También el mundo nos pregunta a nosotros los cristianos:
“¿Y vosotros quiénes decís que sois?”
Ser lo que somos y no lo que aparentamos ser.
Buen cuestionamiento para comenzar el nuevo año.

La pregunta parece fácil.
La respuesta también parece fácil y no lo es.
¿Nos conocemos de verdad?
¿Somos que pensamos que somos?

Para conocernos no basta mirarnos al espejo.
Ni basta sacarnos unas fotos?
Es preciso mirarnos por dentro.
Es mirarnos a la luz de nuestro Bautismo.
Es mirarnos a la luz del Evangelio.
Es mirarnos a la luz de Dios.
¿Somos nosotros mismos o somos copia de los demás?

Hoy el mundo nos cuestiona y nos pregunta:
Iglesia ¿tú quién eres?
Iglesia, ¿qué dices de ti misma?
Ese fue el punto de partida del Concilio Vaticano II.
Nada de andarse por la periferia, sino mirarnos por dentro.
Creyente, ¿qué dices de ti mismo?

Lo malo sería que nadie pregunte:
Porque significaría que somos como todos.
Porque todos creen conocernos.
Porque nuestras vidas son anodinas y no crean preguntas.

La maravilloso de Juan está en su vida despierta preguntas.
Su vida inquieta y cuestiona.
Juan no es de los que pretende engañar a los demás.
Juan tiene la sinceridad de no ser considerado el Mesías.
Juan tiene la honestidad de confesar su verdad.
Juan no es de los que se hace cirugía estética espiritual para engañar a la gente.

Por eso Juan no es de los que se señala a sí mismo.
Juan es de los que señala siempre al “otro”.
Juan es de los que enseña a mirar al otro lado, al “otro”.
Juan no es la fiesta, sino el que prepara la fiesta del “otro”.

El follaje nos impide ver el tronco.
La cirugía estética nos hace ser lo que no somos.
Es una manera de engañar.
Juan es la voz que grita.
La verdad es el que está ya ahí y nadie lo reconoce.
El cristiano debe definirse como la “voz que grita en el desierto”, incluso si nadie le hace caso.
El cristiano debe definirse, no como el que calla y guarda silencio, sino como el que grita: “allanad los caminos del Señor”.
El cristiano debe definirse como la “voz que anuncia el Evangelio”.
El cristiano debe definirse como “la voz de los que sufren”.
El cristiano debe definirse como “la voz de los que no tienen voz”.
El cristiano debe definirse como “la voz de los oprimidos que buscan la libertad”.
El cristiano debe definirse como “la voz de los que nadie oye”.
El cristiano debe definirse como “la voz que anuncia la presencia de Dios en la historia”.

El cristiano es él mismo siendo la voz de los otros.
El cristiano es él mismo siendo la voz de Dios hoy.
El cristiano es él mismo siendo la voz de Dios que los otros no escuchan.
El cristiano es él mismo siendo la voz de Dios que hoy parece está silencio.
El cristiano es él mismo siendo la voz de Dios que está ahí y nadie lo quiere ver.
El cristiano es él mismo cuando su dedo apunta a Jesús.

Clemente Sobrado C. P.

Archivado en: Ciclo C, Navidad


17:39

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