“La gente que tenía alrededor le dijo: “Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan”. El les contestó: “Y quienes son mi madre y mis hermanos?” Y paseando la mirada por el corro, dijo: “Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre”. (Mc 3,31-35)
Jesús viene a crear un nuevo estilo de familia.
Ya no es la familia que “nace de la carne y de la sangre ni del amor humano”.
Es la familia que nace de escuchar la Palabra de Dios.
Es la familia que nace de vivir la Palabra de Dios.
Es la familia que nace de la experiencia de la Palabra de Dios.
Jesús no niega el valor de la familia humana.
No niega el valor de la familia que nace del amor humano.
Sólo quiere decirnos que su verdadera familia es otra.
La nace fruto de escuchar su Palabra.
La que nace de seguirle a El.
La que nace de la experiencia del Evangelio.
La que nace de la acción de la gracia de Dios.
La que nace de la de vivir la Palabra del Evangelio.
Por eso, la Iglesia:
No es una institución humana.
No es una institución de intereses humanos.
No es una institución que nace de los criterios del mundo.
No es una institución como las instituciones del mundo.
Los cristianos “seguimos estando en el mundo”.
Los cristianos no “somos unos extraterrestres”.
Los cristianos seguimos “viviendo en el mundo como todos”.
Pero “nos somos del mundo”.
La familia humana nace del amor humano.
La familia humana nace de la carne y la sangre.
La familia que nueva que está naciendo es una familia que nace de la gracia.
Hay una nueva paternidad: que es la paternidad de Dios.
Hay una nueva filiación: que nace de sentirnos hijos de Dios.
Hay una nueva fraternidad: que nace de sentirnos hijos de Dios.
Y ahí está nuestro problema.
Somos como todos.
Y somos distintos a todos.
Estamos donde están todos.
Pero estamos de una manera diferente a todos.
Hay algo nuevo que está naciendo.
Hay algo distinto que está naciendo.
Hay algo que se parece al resto.
Pero que es diferente a todos.
Por eso mismo, la Iglesia no puede ser vista como una sociedad más.
La Iglesia tiene que ser vista como una opción nueva en la sociedad.
La Iglesia no puede medirse con los criterios humanos de todos.
La Iglesia tiene unos puntos referenciales diferentes a todos.
Y la familia humana:
No nace de la simple unión del hombre y la mujer.
Sino que nace del sacramento del matrimonio.
Por eso, la verdadera vida de la familia no es lo que piensan todos.
La verdadera familia cristiana es la que tiene el Evangelio como guía de su vida.
La verdadera familia cristiana es la que crea una nueva relación esponsalicia:
“Maridos amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia y se entregó a sí mismo por ella”.
La verdadera familia cristiana crea una paternidad que nace del Bautismo.
La verdadera familia cristiana crea una fraternidad: la de sentirnos hijos de Dios.
“Jesús paseando su mirada por el corro, dijo: “Estos son mi madre y mis hermanos”.
Estos, los que me escuchan.
Estos, los que sea se abren al Evangelio.
Estos, los que me buscan y me siguen.
Somos la familia nueva de Jesús:
Donde se proclama su palabra.
Donde se piensa según su palabra.
Donde se vive según su palabra.
Donde todos somos hijos de Dios.
Donde todo nacemos de la gracia de Dios.
Donde Jesús es el centro.
¿No te apetece ser esta familia nueva?
¿No te apetece ser todos hijos de Dios?
¿No te apetece sentir que el verdadero Padre es Dios?
¿No te apetece sentir que todos somos hermanos y una sola familia?
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo C, Tiempo ordinario
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