San Juan María Vianney pronto fue destinado a la parroquia donde pasaría el resto de su vida. El obispo le había advertido que Ars era un pueblo nada fácil: en ese lugar hay muy poco amor de Dios –le había dicho–: tendrá que ponerlo usted.
Con sus pocas pertenencias, el nuevo sacerdote se puso en camino. El pueblo se halla encajado en medio de una pequeña vaguada, y debido a su escaso tamaño no resulta fácil de ver. Juan María Vianney, un poco perdido, decidió preguntar a un muchacho que encontró en el camino. ¿Me podrías indicar el camino a Ars?
El chico respondió que estaba dispuesto a acompañarle, porque estaba muy cerca, a lo que el buen cura replicó: tú me enseñas hoy el camino a Ars. Yo te mostraré el camino al cielo. Un pequeño monumento a la entrada de Ars recuerda aquel encuentro. Al pie, una placa informa al peregrino que el muchacho acabó siendo sacerdote.Ser sacerdote o enseñar a los hombres el camino al cielo: es lo mismo.
Fulgencio Espá
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