Este próximo domingo, día 5 de noviembre en la misa de las 13 h., me despediré de la parroquia de la Beata María Ana Mogas.
Ya sabemos todos lo que es un cambio de parroquia, tanto sacerdotes como laicos. Lo estoy viviendo en estos días, y desde esta vivencia se me ha ocurrido ofrecer unas ideas de cómo entiende un servidor eso de cambiar de una parroquia a otra. Ideas no organizadas, pero sí sacadas de la experiencia de uno y de tantas situaciones vividas.
Comienzo diciendo que Braojos, Gascones y La Serna son mi quinto destino pastoral. Es decir, ya me he despedido de Santa María de la Esperanza, Santa Ángela de la Cruz, Guadalix y Navalafuente, y ahora de la Beata María Ana Mogas.
Antes de nada, necesitamos asumir todos, sacerdotes y laicos, que nadie tiene la parroquia o el párroco en propiedad. Para el sacerdote la parroquia es su parroquia en la medida en que se entrega, trabaja, lucha por la santificación de los fieles encomendados a su cuidado pastoral. Para los fieles, su párroco es su párroco porque es el sacerdote nombrado por el obispo para atender esa comunidad.
Pobres de nosotros si nos creemos otra cosa. Pobre sacerdote que se piensa que su parroquia es suya por más que haya edificado el templo, trabajado años y se haya dejado la vida. Es de la Iglesia, y a la Iglesia servimos bajo el cayado del obispo. Pobres fieles que imaginaron que el sacerdote les pertenecía con escritura y todo. Somos iglesia universal, abiertos.
Dicho esto, acójase cada cambio con generosidad de todas las partes, disponibilidad y oración al Señor. Hoy difícilmente se hacen las cosas por decreto. Los obispos hablan con los sacerdotes, se ven las necesidades y se pacta una buena solución. La inmensa mayoría de sacerdotes dan muestras en esto de enorme disponibilidad y generosidad. También los fieles, que no dudan, salvo rarísimas excepciones, en acoger al nuevo pastor y seguir con él al servicio de la Iglesia.
Ahora algunas cosas para el sacerdote que marcha.
Quizá la primera, facilitar las cosas al compañero que lo va a suceder. Esto es, asuntos administrativos al día (libros, archivo, contabilidades), dejar la casa parroquial lo mejor posible, las dependencias en estado de revista, el templo perfectamente arreglado y surtido de todo lo necesario para el culto, animar a los fieles a seguir colaborando con buen espíritu en los trabajos del evangelio.
Quizá el cambio no haya sido de su agrado. Puede ser, pero que no lance reproches ante los fieles, que eso no hace bien a nadie. Acéptelo sabiendo que, quizá, porque acoge la nueva tarea desde la dificultad, Dios se lo premie de alguna forma. No sería la primera vez que un sacerdote va a regañadientes a una parroquia y encontró en ella la comunidad ideal.
Después ya, que procure no volver por la parroquia. Decía un sacerdote que no se debe volver a la parroquia en la habías estado: “si no te quieren, para qué vas a volver, y si te quieren, haces sombra al compañero”. La mejor relación con la parroquia que fue es seguir rezando por ella y acudir lo imprescindible. Pero solo lo imprescindible: un papel, una boda, un funeral de mucho compromiso. Y ya. Que se despida, los fieles querrán hacerlo en una eucaristía, perfecto, y a continuación que entregue las llaves y diga adiós.
Al compañero que llega también algunas recomendaciones. Fundamental que no tenga prisa. El primer año, sobre todo, las cosas como se hacían anteriormente. En la medida que se deje querer y los fieles vayan dándole su confianza, será el momento de ir marcando su propio estilo. Primer año de ver, oír y callar, de fijarse en lo que hay, de conocer a los feligreses. También facilitarle las cosas. No es raro que al principio tenga que acudir al anterior párroco pidiendo ayuda. Para eso estamos.
Que desconfíe de aquellos que, nada más llegar, le hablan mal del párroco anterior, porque harán lo propio con él en cuanto puedan.
Nunca una palabra reprochando algo del anterior compañero.Por prudencia, porque seguro que dejó muchísimos amigos y gente habrá que se moleste con esto. Pero también por caridad. Es tu hermano, otros defectos tendremos nosotros, y mal ejemplo daremos a los fieles si nos descubren criticándonos unos a otros.
Y entusiasmo. Mucho entusiasmo convencido de que tiene delante a mucha gente sedienta de la palabra de Dios, muchos que no conocen a Cristo y que tienen derecho a que alguien les hable del amor de Dios.
Acabo con una recomendación a todos los sacerdotes, especialmente a los que estamos viviendo un cambio de destino pastoral. Muy importante estar en contacto y amistad con los sacerdotes cercanos, por ayuda pastoral, por fraternidad sacerdotal, porque nos es vital sentirnos cerca.
Así lo estoy intentando vivir estos días. Duros por el hasta luego, esperanzados, porque se comienza otro camino. No os canséis de rezar por mí, que marcho. Por José Luis, que viene.
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