Señor, Dios de Paz,
que has creado a los hombres,
objeto de tu benevolencia,
para hacerles partícipes de tu gloria;
te bendecimos y te damos gracias porque nos enviaste a Jesús,
tu Hijo amadísimo,
e hiciste de Él,
en el misterio de su Pascua,
el artífice de toda salvación,
la fuente de toda paz,
el abogado de toda fraternidad.
Te damos gracias por los deseos, los esfuerzos, las realizaciones
que tu espíritu de paz ha suscitado en nuestro tiempo,
para sustituir el odio con el amor,
la desconfianza con la comprensión,
la indiferencia con la solidaridad.
Abre todavía más nuestras almas y nuestros corazones
a las exigencias concretas del amor de todos nuestros hermanos,
a fin de que podamos ser cada vez más
constructores de paz.
Acuérdate, Padre de Misericordia,
de todos aquellos que padecen, sufren y mueren
en el parto de un mundo más fraterno.
Que para los hombres de toda raza y de toda lengua
venga tu reino de justicia, de paz y de amor.
Y que la Tierra se llene de tu gloria. Amén".
(Pablo VI, Oración para la Jornada mundial de la paz, 1968).
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